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Domingo, 22 de junio de 2008

TELEVISIóN > ELEPé: EL ROCK ARGENTINO DISCO POR DISCO

Llena tu cabeza de rock

Hasta ahora era un deleite que sólo podíamos ver subtitulado: la historia de grandes discos contada por quienes los compusieron, por quienes los tocaron y por quienes (incluso los más impensados) estuvieron ahí. Ahora, el programa Elepé (miércoles a las 23, Canal 7) emprendió la tarea de hacer lo propio con grandes discos del rock argentino. Y hasta ahora los resultados son notables. Sus responsables cuentan cómo lo hacen, qué sorpresas se llevaron y cuál es esa “variable argentina” que sigue haciendo al rock de acá ingobernable.

 Por Mariano Kairuz

Ahí está Litto Nebbia, sentado al piano, diciendo que “La balsa”, esa canción fundacional de Los Gatos grabada en la segunda mitad de los ‘60, tiene algo que la emparienta más con la bossa nova que con el rock anglosajón. Diciendo y demostrando, en secuencia, cuánto se parecen y tienen en común su propia canción con “Chica de Ipanema” de Tom Jobim. Y ahí está Charly García, animado, contento como pocas veces lo ha mostrado la televisión en los últimos tiempos, contando desde su cama que los Seru en la tapa del vinilo de Bicicleta (a cargo de Renata Schussheim, cuando el arte de tapa era importante) estaban todos tristes, “se nos ve como a French, Beruti y dos más, se nos ve como patriotas frustrados, una cosa así”, mientras la cámara recorre esa misma tapa. Cosas que pasan en Elepé, un programa que desde el mes pasado vino a llenar un espacio esencial que estaba vacante en la televisión argentina. Cosas del rock argentino que, a veces más o menos sabidas por los fanáticos, está claro que no es lo mismo leerlas (en una nota en una revista o en la más exhaustiva historia del rock nacional) que verlas y escucharlas de primera mano: visitas guiadas al núcleo inasible de lo sensorial.

Elepé tiene una misma consigna concisa cada emisión: la de contar la historia de la realización de un disco clave en la historia del rock vernáculo. Y una ejecución tan conceptualmente sencilla como difícil de producir: convocar a los protagonistas de esa historia –músicos, managers, productores, técnicos, artistas-de-tapa; y también a periodistas, historiadores y artistas influenciados por el disco en cuestión– para pedirles que rememoren, a cámara, cómo fue hacer ese disco, cómo nació y qué impacto tuvo. Ahora que está hecho y saliendo al aire semana a semana (los miércoles a las 23 por Canal 7) y que su formato ha probado ser absolutamente eficaz, la idea suena tan elemental que da la impresión de que sólo hacía falta que alguien se ocupara de ponerla en acción. Pero hizo falta más: Lisandro Ruiz, su productor general, giró con el proyecto durante cinco años hasta que finalmente pudo verse por la pantalla de un canal que (junto con Encuentro, se puede decir), a través de contenidos ausentes del resto de las emisoras de aire, está lentamente consolidando un archivo enteramente nuevo en un medio signado históricamente por una pasmosa indiferencia en lo que respecta a la preservación del acervo cultural.

Ahora mismo, en el canal estatal conviven la parodia del rock nacional en Peter Capusotto y sus videos, y su reconstrucción histórica, producida por Ruiz, con Marcelo Fernández Bitar en la producción periodística, guiones de Eduardo Berti, dirección de Javier Figueras y una presentación a cargo de Nicolás Pauls. Ruiz y Fernández Bitar hablaron con Radar sobre el programa, y Berti aportó lo suyo desde la distancia, por e-mail.

Eduardo Berti, Marcelo Fernández Bitar, Lisandro Ruiz

La televisión norteamericana y la europea producen muchos documentales sobre rock. Actualmente se está dando por Vh1 Seven Ages of Rock (producido por la BBC) que, como Elepé, cuenta con testimonios en primera persona de los protagonistas de la historia de la música. ¿Ustedes tuvieron algún referente para trabajar?

Lisandro Ruiz: Yo soy muy fan de Stevie Wonder y Paul Simon, y en el año ‘98 me traje de un viaje unos documentales en DVD: Classic Albums, que después se dio en The History Channel. Me gustó mucho la idea de hacer un documental a partir de un solo disco. Nací y viví con discos alrededor; mi viejo trabajó en varias discográficas, y voy a los estudios de grabación desde los cinco años. Me pareció valioso rescatar el disco, también como objeto físico, desde el punto de vista del proceso, desde que se empieza hasta que se termina, y lo que pasa después. El primero al que llamé fue Marcelo, que no sólo es el tipo más preparado para esto, completo, melómano, sino que sabía que su experiencia periodística iba a servir para ayudar a que se abrieran los músicos, que a veces son tipos difíciles, muy sensibles: a lo mejor un disco tiene que ver con muchas cosas que les pasaron en su vida y es difícil hacerlos hablar sobre eso.

Marcelo Fernández Bitar: Lo que trajeron documentales como Classic Albums es que les entran a los músicos por otro ángulo: no por la trayectoria, ni por los premios, sino por esta idea de tratar un disco solo, que es una idea clásica, pequeña y hermosa. Acá se hicieron algunos documentales sobre músicos, pero en general son sólo especiales biográficos o por ahí el éxito del momento, sin variantes.

Ruiz: Nos ceñimos a hablar del disco más allá del resto de la carrera de los músicos, sus peleas y divorcios artísticos.

Fernández Bitar: Y de sus vidas personales, salvo que lo quieran contar porque tienen que ver con el disco. En el capítulo sobre Bicicleta, de Seru Giran, David Lebon contó cuando se incendió su hija, y hay un tema en el disco dedicado a ella. Le preguntamos y lo contó todo, y ahí aparece Charly diciendo que nunca se perdonó no haberla visitado en el hospital (la declaración de Charly es, de hecho, demoledora: “David nos acusó de que nos faltó grandeza. Y tenía razón”).

Ruiz: Muchos vieron la referencia a Classic Albums, pero nosotros buscamos argentinizarlo: hablar de cosas que rodean al disco que en otros países no tienen tanta relevancia, como el contexto histórico y socio-político. Si hablás de Pedro y Pablo tenés que hablar sí o sí de Onganía y la represión, el Cordobazo, o del cineasta desaparecido Raimundo Gleyzer. Mientras que por ahí con un disco de Stevie Wonder que, aclaro, para mí es una maravilla, nada tiene mucho que ver con lo que estaba pasando. Acá todo lo que pasa alrededor se plasma de alguna manera en las letras y en el planteo estético de los discos; puede ser el Proceso, Malvinas, el florecimiento económico. Por ejemplo, con Bicicleta, que se habla de la bicicleta financiera, pero también, como dice Charly, “de la bicicleta que uno le hace al tiempo”, con el tema de los peluquines y las tinturas de “los jóvenes de ayer”, precursores del liftings: es una idea que no se nos había ocurrido, y la escuchás de Charly y pensás: Qué grande este tipo.

¿Qué respuestas se encontraron de los músicos con esta propuesta?

Fernández Bitar: Los músicos de rock en la Argentina tienen algo genial que es que no están domesticados. Por más sponsors, por más entorno profesional que tengan, en el fondo siguen siendo los mismos colgados de los ‘60. Hoy la modelo más modelo tiene un tipo que le maneja el cronograma y le dice: A las 7 de la mañana te sacan fotos acá y a la tarde tenés que estar en tal lado; con los actores y los futbolistas pasa también, pero los rockeros siguen siendo los pequeños ingobernables del mundito de los mediáticos.

¿A qué se debe esa “ingobernabilidad”?

Fernández Bitar: Tiene un poco que ver con la “actitud rock”, pasa también con bandas nuevas. El que es inaccesible o tiene veleidades lo era también cuando no había plata, ni sponsors, ni estadios de fútbol llenos. Por más que ahora la de rockero en la Argentina es una profesión redituable, sigue teniendo un entorno casi amateur. Es raro: viene Duran Duran a la Argentina y están encerrados durante tres días en un hotel dando entrevistas como principiantes. Andá a decirle a un rockero argentino consagrado que va a un lugar en el exterior con las localidades vendidas, que se siente tres días a dar reportajes. Ni loco: se encierra y pide un champán, total paga la producción. Es un dolor de cabeza para managers y periodistas, pero también da un pequeño plus que me cae simpático...

Les da alguna espontaneidad en las entrevistas...

Fernández Bitar: Claro. El programa se hace con buena onda, y por ahí se van entusiasmando y te recomiendan gente para entrevistar. Mi miedo con el programa era que los más pioneros no quisieran hablar del pasado porque quieren demostrar que tienen un presente y que están proyectando un futuro. Y nos pasó con uno de los primeros: justamente Cantilo nos dijo: “¿Otra vez Pedro y Pablo? Yo quiero mostrar mi carrera solista y ustedes me vuelven a meter in the coffin”. Pero le explicamos que el tema del programa es un disco genial del que hoy sigue tocando temas, ¿cómo te vas negar a estar presente en este homenaje que le rendimos?

Ruiz: Fito Páez, por ejemplo, se entusiasmó y nos ofreció llevarnos y usar todo lo que quisiéramos; es glorioso cuando estos tipos se enganchan tanto como si fueran productores del programa. Y Miguel Cantilo se fue entusiasmando y nos dijo: “Tendrían que hablar con dos personas que por ahí sería difícil ubicarlas, pero que podrían hablar del inicio de nuestra carrera: Carlos Perciavalle y Horacio Molina”. En nuestras investigaciones no se mencionaban, y eso a nosotros nos abrió el programa, porque al tener a estos dos personajes que son de otro palo, pero tuvieron que ver con sus inicios, se enriquece mucho la historia del rock nacional.

Eduardo Berti: Una premisa de Lisandro como productor era tener una “perlita” en cada programa, que fuera una figurita difícil para el melómano, y le guste también al curioso que se acerca. Y de golpe teníamos a Perciavalle, a Molina y a Francis Smith, que es de otro palo, más cerca de Isidorito o de Palito Ortega que del rock, pero que fue su primer manager, contando cómo fue producir a Pedro y Pablo. O también, ¡perlas como los demos del disco de Fito! A veces pienso que en un futuro podrían reeditarse algunos de estos discos con el documental al lado, como bonus.

Mitos y verdades del rock nacional

Además de generar sobre la marcha ese archivo audiovisual que no abunda, al tener a los creadores de cada disco cara a cara, Elepé va dando con algunos de los pequeños grandes mitos de la historiografía del rock nacional, y así también con una oportunidad de confirmarlos o derrumbarlos de una vez por todas. Palabra de David Lebon: que no, que no hubo ningún encuentro con Videla en el origen de “Encuentro con el diablo”.

Fernández Bitar: Es cierto que con algunas canciones se generaron mitos urbanos. Por decir una obviedad, ya en los ‘70 se decía que “La balsa” era de Tanguito y no de Litto. Así que le dijimos: “Dale, Litto, contalo de nuevo”. Y es obvio que el tema es de Nebbia, compuesto a partir de una pequeña chispa que tiró Tanguito. Así como está lo de “Encuentro con el diablo”: no sé quién fue, pero parece que lo empezó alguien haciendo una especie de “redondeo” de la historia, simplificando datos, y quedó que el grupo se entrevistó con Videla. También, teniendo a los Almendra enfrente, teníamos que preguntarles si Ana, de “Ana no duerme”, es la hermana de Luis o no.

Berti: Hay muchos mitos urbanos que los propios periodistas, seamos sinceros, a veces hemos repetido mecánicamente. Escuché decir, por ejemplo, que “Las golondrinas de Plaza de Mayo” (tema de Invisible) son las Madres. Pero las Madres no existían en ese entonces como tales.

Los hijos de los gatos

Momentos como el de Litto Nebbia explicando de dónde sale, más o menos conscientemente, “La balsa”, o como los de Perciavalle y Molina recordando al Pedro y Pablo de café concert, hablan de algo más grande que una canción, un disco o una banda específicos: hablan de las raíces e influencias del rock nacional, de una época, antes de todo canon, en que algunas de sus manifestaciones más importantes todavía no se definían por su pertenencia al lado eléctrico de la canción y podían confundirse un poco con el folklore, el tango y otros ritmos latinoamericanos en activa retroalimentación.

Fernández Bitar: Después de 40 años de tanto revisionismo, están más o menos claros los límites. Es cierto lo que dice Cantilo, que en esa época Pedro y Pablo no era lo mismo que Manal, aunque compartía protestas, estética, poesía. Pero es obvio que “La marcha de la bronca” es un himno del rock nacional. No fuimos tan ortodoxos como para decir: “Este disco no es blues ni rock”.

Ruiz: Como dice Litto, el disco de Los Gatos tiene más de bossa nova, tango, jazz y bolero que de rock, más allá de los ritmos beat que venían de la música en inglés.

Fernández Bitar: Los protagonistas de la primera época, los pioneros, reafirman que en ese momento se inventó algo nuevo; que aunque había antecedentes y referencias hubo un movimiento musical nuevo con Los Gatos, en adelante. Spinetta cuenta el impacto que sintió al verlos por primera vez, Charly García habla de lo que fue descubrir que se podía escribir en castellano el relato de una vivencia joven. Antes había rock en castellano, pero eran sólo traducciones literales de, ponele, Elvis. No hay más para profundizar antes de Los Gatos Salvajes: Javier Martínez es todo blues en castellano, y cuenta cómo era el blues de la primera época, pero nuestro punto de partida es lo que contamos en los primeros discos de Elepé: que algo cambió en la música en la Argentina con todos estos “peludos”. Es genial poder volver a contarlo, pero que esta vez lo cuenten ellos.

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