Domingo, 17 de agosto de 2008 | Hoy
BATMAN EN CHILE
Por Enrique Lihn
–¿Quién es? –se impacientó el primer administrador de los capitales extranjeros, brazo derecho del Gran Vecino en su lucha contra el comunismo internacional e inspirador económico de la Revolución Conservadora armada clandestinamente para traer la paz a un país dividido por el resultado legal de las últimas elecciones que había entregado el poder a la minoría, esto es, al pueblo.
–Batman –fue la parca respuesta.
Era una remota posibilidad pero que parecía real en su fría insistencia. La subsecretaria pensó vagamente en William James. Esperaba de su jefe, para decepción suya, una actitud práctica y coherente. En cambio, lo vio buscar una salida a su ruinoso estado de perplejidad, a través de un sentido del humor gris típicamente criollo.
–Ah, Batman, y el niño, ¿cómo está?
–¿Robin?
–El mismo, ¿no le parece?
–¿Con quién tengo el gusto de hablar?
–Créamelo, me gustaría decirle que con Superman, pero no soy más que Willie H. Morgan.
–Encantado, señor Morgan –la voz no reflejaba ningún estado de ánimo–. Espero presentarle, en el acto, mis credenciales. En cuanto a Robin, es muy triste para mí, pero todo sea por la libertad y la democracia. Se ha enrolado voluntariamente en el ejército. Con destino a Vietnam.
La imagen televisada era de una veracidad incontrastable. Morgan se había puesto pálido hasta el punto de perder el habla. Juana temió que le sobreviniera un ataque. La traicionó su delicada naturaleza femenina. Estaba tratando de auxiliar al afectado, pero sólo atinó a coger el aparato con ambas manos como para apernarlo sobre la mesa transparente.
–Dígame –masculló por fin Willie H. Morgan–. Si es usted un miembro de la policía política, sepa que yo puedo entrar y salir de este país cómo y cuándo me plazca. Soy un perseguido político, pero tengo todos mis papeles en regla. Esta es una democracia, haya caído o no en manos de los comunistas.
–Yo no estar entendiendo una sola palabra de todo esto –retrucó Batman, perdiendo, por un momento, la sintaxis y el acento de su español aprendido en Puerto Rico o por correspondencia.
–El receptor –musitó Juana, acertando a señalarle a su jefe los prodigios técnicos que se encontraban a espaldas de él, formando un solo bloque esmerilado con la muralla.
Willie la obedeció, precipitándose descontroladamente hacia los controles de esa especie de colmena. En cada una de las quince o veinte celdillas lucía un ojo mágico, pronto a proporcionar abundante información audiovisual sobre lo que estaba ocurriendo en los distintos satélites de esa especie de sistema planetario.
Y ahí estaba Batman, en la pequeña oficina –el salón rosa, última sede del Imperio– a unos pasos del aeropuerto. La imagen se repetía desde distintos ángulos, en varias pantallas, como en la revista semanal editada en México, por convenio con National Periodical Publication, Inc., Derechos Mundiales Reservados. Sólo que en lugar de agitarse se limitaba a multiplicar su efigie con una prodigalidad olímpica pero vagamente irritada, pronunciando los músculos de piernas, brazos y tórax, bajo una malla que recordaba, con creces, a un superflexible y superdotado miembro del ballet de Nueva York en su época de oro.
Según anuncia el semanario chileno The Clinic, ediciones Bordura está por reeditar en Chile la primera novela del poeta Enrique Lihn, publicada originalmente en junio de 1973 por Ediciones de la Flor en Argentina, y casi olvidada desde entonces. Apenas un divertimento, como suele considerarse a los textos en prosa de Lihn, Batman en Chile fue escrita originalmente por Lihn en 1971. “Fue escrita desde el terreno de lo imaginario grotesco y caricaturesco”, le contó Lihn años después al periodista Pedro Larra, explicando que por entonces le pareció un divertimento fallido pero que con los años se reconcilió con ella. “Fue una práctica previa con lo inverosímil. Es una novela de aventuras, y admito que puede ser entretenida. La aventura del héroe se convierte enseguida en una desventura antiheroica.” En su novela, Lihn imagina que Batman llega a Chile como comisionado de la CIA para intervenir en la “peligrosa” experiencia socialista de la Unidad Popular. “Con todo su énfasis grotesco y su desenlace patético, la idea de la CIA interviniendo en Chile resultó ser una fantasía bastante real”, apuntan en The Clinic.
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