CASOS >SPIELBERG ACUSADO DE PLAGIAR A HITCHCOCK
› Por Mariano Kairuz
En esas largas conversaciones que se convirtieron en la biblia del cinéfilo, Hitchcock le contó a Truffaut cómo hizo para construir la escena clave del final de El hombre que sabía demasiado: todo dependía de una partitura, de disponer todos los elementos para que el público sucumbiera a una puesta en escena musical. Los asesinos de la historia entrarían en acción durante un concierto en el Royal Albert Hall, en el momento mismo en que sonara un estridente golpe de platillos. El público ideal para Hitchcock habría sido uno capaz de leer una partitura musical; a falta de ello, erigió una puesta de pura tensión preparando a sus espectadores para el momento fatal. La escena es una lección de suspenso cinematográfico clásico; sin alcanzar su sofisticación, ni mucho menos su efecto sobre el sistema nervioso del espectador, ese momento tiene su homenaje —trocando percusión por vientos y un arma de fuego por un explosivo alojado en una trompeta— en el clímax de la flamante Control total (Eagle Eye), thriller del director D. J. Caruso, que acaba de estrenarse esta semana en todo el mundo, incluidos los cines argentinos.
Toda Control total tiene un tufillo hitchcockiano, y hasta algún que otro momento inspirado en otros títulos de la filmografía del director (visiblemente, Intriga internacional). El tema es que este director, el ascendente D. J. Caruso, viene de otro “homenaje” hitchcockiano muy exitoso en las recaudaciones del año pasado (costó 20 millones, ganó 80), que volvió a ser noticia la semana pasada —sugestivamente, muy cerca de su nuevo estreno— porque partes interesadas en el asunto consideran que ha cruzado la no tan fina raya que divide el noble guiño del robo liso y llano. La película en cuestión es Paranoia (Disturbia, en su título original); al igual que Control total, está protagonizada por Shia LaBeaouf (el hijo de Indiana Jones) y producida por Steven Spielberg (el padre de Indiana Jones); y se trata a todas luces de una remake no muy libre, adolescente y millonaria-cool de La ventana indiscreta. El film de Hitchcock con James Stewart, de 1954, estaba basado en un cuento de Cornell Woolrich, cuya idea ya había sido filmada antes (La ventana, Ted Tetzlaff, 1949) y sería objeto de una remake (Rear Window, Jeff Bleckner, 1998), en ambos casos con la correspondiente acreditación de su autor. A diferencia de lo que ocurre en Paranoia, donde el nombre de Woolrich —y su pseudónimo igualmente famoso William Irish— brillan y mucho por su ausencia. Así es que ahora los estudio Dreamworks y Universal enfrentan una demanda —con el nombre de Spielberg entre los acusados— por plagio en una corte federal de Manhattan. La demanda, presentada por el Sheldon Abend Revocable Trust —dueño de los derechos del relato original—, indica lo obvio: que el argumento de Paranoia es el mismo del cuento “Murder from a Fixed Viewpoint” (el de Woolrich), y que si Stewart y Hitchcock se ocuparon de adquirir sus derechos, el creador de ET, Caruso y los productores de Paranoia bien podrían haber hecho eso mismo. Nadie parece estar en desacuerdo con la “observación”, ni críticos ni otros profesionales de la industria, porque las similitudes son más que obvias. La pregunta es cómo es que tardaron tanto en reaccionar los litigantes. ¿Se estarán preparando para recibir con los brazos abiertos parte de los dividendos de la prometedora Control total? A propósito de la cual, Caruso y compañía deberían ir preparándose: tal vez dentro de un año alguien vea por accidente, una tarde de sábado en el cable, la escena de los platillos de El hombre que sabía demasiado, se cruce en dvd con la escena de la trompeta explosiva y, ahí va, otro juicio por afano en camino.
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