Domingo, 18 de enero de 2009 | Hoy
FAN > UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA
Por Suna Rocha
El de Manuel J. Castilla y el Cuchi Leguizamón es un dueto que le aportó elementos valiosos a la música popular argentina; ellos hicieron avanzar nuestro folklore, que hoy está muy alicaído, banalizado por poesías pasatistas. Y una canción de las que hicieron juntos y que siempre me ha conmovido profundamente, es una zamba que se llama “Juan Panadero”. Juan Panadero era Don Juan Riera, un hombre que vivía en Salta y que tenía una característica muy particular, que en estos tiempos es loable resaltar: un gran sentido de la solidaridad. En cinco estrofas –que es la cantidad que tiene una zamba–, Castilla pinta a este hombre en su totalidad. Cuenta que Riera tenía una panadería, y que le dejaba la puerta abierta a la gente para que cualquier viajero, cualquier persona que pasara –algún linyera, quien fuera–, pudiera comer de su pan. Hoy que es impensable que la gente abra las puertas de sus casas a la calle, y todo está enrejado, hay que pensar en Juan que dejaba abierta su panadería, donde además tenía una cama hecha de tiento ubicada hacia la orilla de la pared, para que la persona que quisiera descansar, lo hiciera. La gente tomaba el pan que necesitaba y se iba: ahí sabían que podían encontrarlo siempre. El pan, que es alimento material pero que también es un símbolo, que está cargado de tantas significaciones místicas y religiosas, con Cristo y su multiplicación.
Así es el folklore, casi la totalidad de las veces se inspira en personajes reales como éste, que existen y que hacen esta parte de América todos los días un poquito. Que se levantan muy temprano, al alba, para trabajar todo el día, como dice la zamba: “Qué lindo que yo me acuerde / De don Juan Riera cantando / Que así le gustaba al hombre / Lo nombren de vez en cuando. / Panadero don Juan Riera / Con el lucero amasaba / Y daba esa flor del trigo / Como quien entrega el alma. / Cómo le iban a robar / Ni queriendo a don Juan Riera / Si a los pobres les dejaba / De noche la puerta abierta”. Cuando me invitaron a elegir una canción, pensé en este tema porque me parece que estamos viviendo en un momento de una falta de solidaridad total y absoluta, empezando por las autoridades y bajando en una pirámide muy cruel que es la de no pensar en el semejante. Manuel Castilla se inspiró además en su propia historia: en una época, cuando estaba muy pobre y no tenía para comer, el panadero le pedía a él que fuera cada día a su casa a visitarlo y buscar el pan que necesitara. Y cuando Manuel no iba –por esa cuestión de dignidad y de orgullo que a veces tenemos los seres humanos–, era Riera el que se lo llevaba. Es una historia emocionante que retrata a un personaje maravilloso. Lamento mucho no haber conocido a Castilla, porque es uno de mis poetas preferidos; pero para cuando yo llegué al panorama de la música popular él ya se estaba muriendo. Sí conocí al Cuchi, que es todo un personaje, y fue él quien me contó lo de la cama de tiento de Riera.
Escuché por primera vez “Juan Panadero” interpretado por el Dúo Salteño. Y yo la canté siempre, pero nunca la grabé. La grabó Raúl Carnota, en la época en que Raúl y yo ya habíamos empezado a cantar juntos. Pero no sé por qué no la grabé jamás. Cada tanto me gusta cantarla en un café concert, que es ahí donde me encuentro en mi salsa, porque el público va a escuchar, no como en los festivales que se va a comer, tomar y charlar, y de paso a escuchar al que está cantando. En el café trato de tener una comunicación con la gente, y no es que yo sea la maestra siruela y les explique todos los temas, pero hay algunos, como “Juan Panadero”, que cuando los explico reciben un aplauso increíble –no a mí sino a ese maravilloso personaje–. Por eso me doy cuenta de que este tema de que a los chicos no les interesa lo folklórico tiene que ver con que no lo conocen. Porque cuando se conoce a estos personajes, la historia y el motivo que inspiró al poeta para hacer una canción, ya se la escucha con otra oreja. Pero, como dije, es una canción que he cantado siempre pero nunca la grabé. Como tampoco grabé “Tren de Alemanía”, que es un tema que habla de un pueblito muy pequeño, justamente el pueblito donde nació Castilla, en una estación de ferrocarril. Yo también nací en una estación, mi padre era ferroviario, y también Atahualpa nació en una estación y de alguna manera este hecho me emparienta (salvando las distancias) con esos dos personajes a quienes yo admiro profundamente. Será por eso que muy pocas veces yo me he animado a componer: he gustado mucho de la poesía de estos hombres a quienes sigo leyendo. Sus versos, aparte de interesarme en sus letras, me conmueven demasiado. Si nunca pude grabar “Tren de Alemanía” fue porque iban los músicos a casa a ensayar y yo siempre me emocionaba al cantarla, y los muchachos tenían que esperar a que se me pasara la emoción. Me cargaban: “Bueno, esperá que la negra termine de llorar así seguimos”. No la pude grabar porque ahí está mi papá: “Padre, ahí viene el tren de Alemanía / Anuncialó tocando la campana / Ponte la gorra, cierra la ventana”. Y ahí está, ya me estoy emocionando de vuelta, ahora mismo.
Don Juan Riera (Juan Panadero) nació en 1894 en Ibiza y llegó a la Argentina en 1914, instalándose primero en Tucumán, donde fue vendedor callejero de masas. Una publicidad lo convenció de irse a trabajar a Salta, como carpintero en la extensión ferroviaria a Socompa, aunque sin abandonar el oficio de panadero. Su militancia anarquista y su empeño en sindicalizar a los obreros le costaron su trabajo en el ferrocarril, pero en Salta forjó su leyenda personal: en su local recibía a obreros, artesanos, empleadas domésticas, vendedores ambulantes, pequeños comerciantes, quienes le contaban sus problemas y los abusos laborales que sufrían. Sensible a las dificultades de sus clientes, Riera los unió en un gremio nuevo, el Sindicato de Oficios Varios. Tras un tiempo refugiado en Bolivia (en ocasión del golpe de Uriburu), retornó a la panadería con sus hijos como ayudantes, especializados en “el pan cacho, el preferido de los inmigrantes”. La panadería, ubicada por entonces en Pellegrini 515, fue todo un referente en los ‘50 y ‘60 para las figuras del folklore: muchos se juntaban allí para cantar y componer; allí nació el Dúo Salteño (integrado por Patricio Giménez y Néstor “Chacho” Echenique), y por allí pasaron el poeta español León Felipe, Castilla, Leguizamón, César Fermín Perdiguero y el guitarrista Eduardo Falú, mientras que en casa de Riera se juntaban Ernesto Cabezas, Jaime Dávalos, Julio Espinosa y José Ríos. También pasó por la panadería alguna vez el “Che” Guevara, en viaje hacia México. El Cuchi Leguizamón contó su historia en entrevistas: “Nosotros teníamos un amigo, don Juan Riera, quien era propietario de una panadería en la calle Lerma. Manuel (Castilla) todas las mañanas le compraba el pan calentito, pero una vez al Barbudo lo dejaron sin trabajo en el diario El Intransigente, entonces no fue más. Pero al poco tiempo Rierita comenzó a llevarle personalmente el pan de la mañana. Manuel le dijo que no lo aceptaba porque no podía pagarlo y ¿sabe qué le contestó Rierita? ‘Antes, cuando usted podía, venía y me compraba el pan, pero ahora que no puede es mi obligación llevárselo todos los días.’ Mire qué filosofía”.
Suna Rocha está presentando por estos días las reediciones de sus discos Madre Tierra (con la participación de Pedro Aznar, Peteco Carabajal y Pancho Cabral) y Maldición de Malinche (que incluye chacareras, milongas y otras obras de Atahualpa Yupanqui, nominada a los premios Gardel 2004) en el festival de Cosquín.
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