Domingo, 25 de enero de 2009 | Hoy
HOMENAJES
En la semana en que se decidió regular el largo de las polleras de las tenistas profesionales, qué mejor que examinar el caso rindiendo homenaje a la pionera del sexy-tenis y el gemido televisado: Anita Kournikova.
Por Juan Pablo Bertazza
Es cosa de Mandinga. Hasta hace poco, veíamos cada dos por tres la publicidad del pack porno de Cablevisión. Esa de la tenista minifaldeada dando media vuelta para quejarse con un escalonado: “¿Podés parar/ de mirarme/ las piernas?/ Esto es un partido de tenis entendés/ por qué no vas y te comprás una revista”, que terminaba con el rutilante, acertado y casi inteligente lema “Estás buscando sexo en el canal equivocado”.
Bueno, se acaba de cumplir la pesadilla. Por culpa de la zarpadísima Alizé Cornet, que mostró demasiado el otro día, en su partido por la Copa Hopman, todos vamos a tener que pagar los platos rotos. Los organizadores del Grand Slam de Australia, espantadísimos con el insinuante ropaje de la dieciochesca jugadora, castigarán con multas de más de mil euros a las próximas atrevidas. Y quienes hasta ahora gustábamos de matar varios pájaros de un solo tiro –es decir, ver tenis y chicas a la vez porque, seamos sinceros, al que no le gusta para nada el tenis, por más onanista que sea, no se banca más de diez minutos de partido– sólo nos quedarán, por ahora, miles de recuerdos que no vamos a olvidar.
La ocasión amerita, justamente, rendir tributo a las mujeres que tanto nos alegraron con su mix de calientapavas y atletas (mente sucia in corpore sano), a las que, en nuestra pubertad y primera juventud, nos hicieron creer en un mundo en donde el solitario vicio y el deporte podían ir de la mano. Así que mejor dejar para otro momento las críticas a esta decisión del comité tenístico australiano –“¿cómo le van a sacar el folklore al tenis?”, dirá algún trasnochado periodista deportivo– o incluso preguntas como “¿Los gemidos y gritos femeninos sin falditas ni tops transparentes vendrían a ser algo así como el sexo por chat?”
De todos modos este homenaje es una excusa para recordar y agradecerle única y exclusivamente a la primera de todas. Porque, está bien, la lista es larga y puede ir desde nuestra singular Gaby Sabatini, seguir con Martina Hingis, las pulentas hermanas Williams y terminar con las más fresquitas e insalubres y actuales Jelena Dokic, Ana Ivanovic, Daniela Hantuchova y María Sharapova (cuyos altos gemidos provocaron que, en el torneo de Birmingham de 2003, un juez le llamara la atención).
Y las que quieran.
Pero la merecedora de toda –toda– nuestra devoción es quien supo llevar a cabo una verdadera revolución rusa, la muñeca que puso un contraste a la hegemonía de las Arantxa Sánchez Vicario, Steffi Graf, Conchita Martínez y Cía. Estamos hablando, por supuesto, de la gloriosa y siempre bien ponderada Anita Kournikova. El solo nombrarla, nótese, da escalofríos.
Aunque no era precisamente una gran jugadora (nunca ganó un torneo solita, pero supo treparse alguna vez hasta el octavo lugar del ranking) no sería exagerado decir que esta moscovita nacida en 1981 y retirada de los circuitos en 2003 es la gran pionera en eso del sexy-tenis, la máxima culpable de que los botones play y pausestill de las extintas videocaseteras estuvieran más gastados aún que la palma de la mano. Todos los que tuvimos la posibilidad de verla en la segunda mitad de los ‘90 y primeros años del siglo XXI, por más censura a minifaldas y tops que haya, siempre tendremos a Kournikova. Es decir, siempre tendremos el indeleble recuerdo de esos saques al borde del precipicio con los que ella nos hacía el servicio de darnos la ilusión de servirla, y que poco a poco todas fueron copiando.
Si se piensa detenidamente, esta rubia infartante es también la causa de que Enrique Iglesias sea alguien además del hijo de Julio. Y esto que parece una ofensa al creador de “Nunca te olvidaré” o “Ritmo total” es más bien un reconocimiento. Porque la haya valorado o no (más allá de hacerla participar en el video de “Escape”), hay que admitir no sólo que nos genera envidia sino que también, por algún intrincado pero real motivo de propiedad transitiva, interpósita persona o como se llame, consigue alterar la temperatura corporal cantando cosas como “Experiencia religiosa”.
Y volviendo a las publicidades, los londinenses se la pasan difundiendo, incluso ahora, una parodia muy original. Por un lado, la foto de Kournikova sugerentemente muy agachada. Por el otro, el siguiente texto: pasaje a Inglaterra, $1475; entrada para Wimbledon, $380; cámara Canon con zoom, $650. Esta foto de Anna no tiene precio.
Anita Kournikova, un lugar común –sí, claro que sí– al que siempre da gusto volver.
Una belleza difícil de superar. El solo hecho de imaginarla en una situación medianamente íntima vuelve clara la etimología francesa del tenis: el imperativo que otrora se decía para que el contrincante supiera que se estaba por lanzar la pelota: tenez, teneeeeeez, teneeeeeeez, teeeeeeeeeennnnnneeeeeeeeéééééé.
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