Dom 08.03.2009
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FOTOGRAFíA > LAS MUJERES DEL FLAMENCO SEGúN RUVéN AFANADOR

Reinas de corazones

Es un fotógrafo celebrado en el mundo de la moda, premiado por las pasarelas en París y publicado tanto por Vogue como por Vanity Fair y la Rolling Stone. Sin embargo, todavía mantiene intacta en la memoria la imagen que lo inspiró, durante su infancia, en el pueblo colombiano en que nació: la de su madre peinándose frente al espejo. Y ésa es la esencia que buscó en su último trabajo, Mil besos, en el que retrató a las cantaoras y bailaoras estrellas del flamenco con una cámara y un espejo.

› Por Mercedes Halfon

Yo sé que en los mil besos/ que te he dado en la boca/ se me fue el corazón”, dice el bolero que fue inspiración para la exposición que Ruvén Afanador muestra en Buenos Aires. Mil besos: así se llaman el bolero y la exposición. Pensar que en una boca, roja o negra, una boca maquillada, es donde se ve y se deja un corazón expuesto, es una idea que sólo podría haber surgido de Ruvén Afanador. Y hay una historia atrás de la elección de la canción que es mexicana, pero que también podría haber sido flamenca o incluso colombiana. En un momento dado de los dos años que le tomó el proceso de fotografiar a las cantaoras y bailaoras estrellas del flamenco que integran su muestra, Afanador se encontraba una tarde paseando por una finca que se usaba de locación para las sesiones, cuando vio un espejo que uno de los cuidadores del lugar utilizaba para afeitarse. El espejo estaba desteñido, viejo y roto, dice, pero a él le pareció hermosísimo, se enamoró de ese objeto y a partir de ahí le pidió a cada una de las bellas flamencas que posaban para él que luego de cada toma le dieran un beso al espejo. De esa mancha tipo Pollock, mariposa negra de besos –las bocas de las fotos están pintadas de negro– surgió el nombre y el centro de la obra. Un espejo –también fotografiado– donde sus mujeres se miraron, enamoraron y dejaron el corazón expuesto.

MACONDO ERA UN BELLO PAIS

Ruvén Afanador nació en Colombia y vivió ahí hasta los catorce años, en la ciudad de Bucaramanga. De ahí se trasladó a Estados Unidos, donde estudió arte y fotografía y luego, mucho más tarde, se instaló en Milán. Entre estos tres lugares, sumándole temporadas en París, transcurre su trabajo como fotógrafo. Actualmente Afanador vive en Nueva York y es una de las figuras más requeridas en revistas como Vogue, Elle, New Yorker, Marie Claire, Vanity Fair, Rolling Stone y Time,; y de marcas como L’Oréal, Lancôme, Yves Saint Laurent, Carolina Herrera, Cacharel y Dior. Cientos de imágenes de fulgurantes estrellas que hemos visto en revistas o publicidades, figuras como Nicole Kidman, Sandra Bullock, Monica Bellucci, Val Kilmer, Salma Hayek, Janet Jackson, Jennifer Aniston, Celine Dion, Christina Aguilera, Al Pacino, Robert De Niro, Penélope Cruz (y la lista sigue), fueron tomadas por él. Aunque él dice que no le interesa crear imágenes de moda. No le interesa pero a eso se dedica casi ininterrumpidamente desde hace más de una década. En el año 2000 recibió el premio de “Fotógrafo del año Fashion Awards-París”. Nada menos.

Cuando se le pregunta por su trabajo actual para estrellas de Hollywood, actrices o modelos, pone cara de cansado y explica que cada vez es más complicado ese trabajo allí: “Este tipo de personajes, modelos que quieren ser actrices y actrices que quieren ser modelos, son difíciles, se mezcla eso, hay muchas personas por detrás que las manejan, hay demasiadas exigencias, me llevó mucho tiempo entender cómo funcionaba todo. El momento cuando ya estás haciendo la foto es lo más fácil del proceso. Si todo fue bien, puedes encontrar algo especial en ese momento. Pero es difícil imaginarse, viendo una revista, todo lo que está detrás. Y cada vez es más. Esta idea de que las actrices son una marca no se va a ir, cada vez se va a instalar más, cada actriz va a ser un producto con un perfume o una línea de ropa como mínimo”.

Pero antes de todo eso, en su niñez, en Bucaramanga, está el gen que luego aparecerá una y otra vez en su trabajo en la moda, en los retratos, su relación con las mujeres y cómo capturarlas, su fascinación por el universo íntimo femenino. Dice: “Mi primer recuerdo en relación con la fotografía no es una fotografía, pero es una imagen que me gusta mucho. Yo era muy pequeño, estaba jugando en un parque de una casa antigua, mi casa, una muy parecida a muchas que hay acá, y vi a mi madre cepillándose el pelo, ella tenía un hermoso pelo largo y se lo estaba peinando frente al espejo. La forma en que se peinaba y se miraba con placer es una imagen muy fotográfica para mí y es muy revisitada en mi mente. Este tipo de gesto ha influido mucho en cómo yo miro a la mujer, y en Mil besos está muy presente. Los gestos femeninos de la vida cotidiana de una mujer o de una artista es algo que siempre me ha encantado buscar, la forma en que una mujer se quita las medias o se pone un pendiente o cómo se pinta los labios, son cosas muy hermosas, muy latinoamericanas, tienen mucha pasión”.

Y de hecho, en una de las fotos de la muestra, Afanador pone a Pilar Montoya Manzano, “La Faraona”, bailaora y maestra de bailaores, peinándose de perfil, sentada en una silla que remarca, aún más que el contrastado blanco y negro, su rolliza estampa de mujer poderosa.

PASANDO REVISTA

Afanador se fue de Colombia a los catorce años, “antes de ese momento en que tú vives tu segunda vida en un lugar”, demasiado pronto como para que su recuerdo no esté maquillado por sus ojos de niño. “Creo que si me hubiera quedado allí no tendría esta visualización en mi trabajo, porque no podría haberlo visto de afuera. Cuando voy a Colombia hoy noto que mi recuerdo no tiene nada que ver con lo que es. No tiene la magia que está en mi imaginación.”

Tal vez por eso su mente vuelve una y a otra vez a esa infancia mítica, el recuerdo embellecido donde abreva su imaginería visual, dramática, exagerada. Y de la que de algún modo también Hollywood se nutre. Por eso no es raro que Afanador cite sin dudarlo a Gabriel García Márquez como su mayor influencia en cuanto a universo de fantasía. Y se fascine con personajes “muy latinos” de España, como estas flamencas que aparecen en sus fotografías, extravagantes y barrocas imágenes de mujeres consumidas por la pasión. Ya su primer libro, Torero (2001), consistía en imágenes de matadores de toda España, pequeños detalles de las calzas blancas, los pechos lampiños, o cuerpos en torsiones estilizadas de esa práctica extraña que deja manchas de sangre en la arena.

REINAS DE LA BELLEZA

Esa pasión por el detalle recargado, la escenificación teatral, los pelos que se baten en las modelos, los maquillajes expresionistas de las flamencas, proviene también de su tierra natal, más específicamente de Bucaramanga, de la calle principal de esta ciudad, donde se erguía un estudio de fotografía llamado Casa Serrano: “Las personas iban ahí a hacer sus fotos de matrimonio, de cumpleaños, de bautismo, retratos, y tenía un nivel de calidad impresionante. Retocaban el negativo de una manera impecable, la iluminación era muy linda, algo que ahora no existe más. Eso era antes de que la fotografía estuviera disponible para todo el mundo, entonces se creaba una mayor especialidad en esto y a la vez se hacía una costumbre tener ese tipo de retrato”. Pero hay algo más: “Había unas fotografías que eran las que más me gustaban. En Colombia en esos tiempos los concursos de Reina de la Belleza eran algo muy importante en el país, simbolizaban mucho. Ahora es como algo folclórico y nada más, pero en esos tiempos era muy especial. Las reinas de la ciudad se hacían fotos en este estudio antes de competir por el premio nacional y esas fotos las ponían en las ventanas del local. Yo me embobaba mirando esas fotos, me encantaban las reinas, me encantaba el glamour que tenían. Me encantaban las imágenes y me causaba mucha curiosidad cómo lograban que la piel se viese de esa manera. Con mi familia fuimos a hacernos retratos y ahí vi cómo se retocaban los negativos. Ese trabajo, este tipo de fotógrafo de retrato, que no existe más en Bucaramanga, era algo muy digno. Hoy si consigues un estudio para un retrato es en un shopping center o algo así y es algo horrible”.

De unas reinas de Bucaramanga a unas de Hollywood. Afanador trasladó su ojo fascinado. Como muestra están las fotos de Mil besos, deslumbrantes reinas, que, arengadas por el fotógrafo, quedaron fijadas en un instante trágico de su cantar y su bailar, su lado más desgarrado y femenino.

Mil besos se puede visitar hasta el 23 de marzo, en el marco de la Bienal 09 Flamenco Buenos Aires, en el Dique 3 de Puerto Madero (Macacha Güemes y el río). Más información: www.buenosaires.gov.ar

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