TELEVISIóN >FRINGE, LA HEREDERA DE LOS EXPEDIENTES X
¿Qué podía hacer J. J. Abrams después de Lost? Los estudios lo pusieron a cargo del regreso al cine de una de las series con más fanáticos de la historia del entretenimiento: Viaje a las Estrellas. Pero antes decidió aventurarse nuevamente a la televisión, para ver si podía inventar una heredera digna de Los Expedientes X: Fringe, una serie sobre la paranoia, las corporaciones y la posibilidad de iluminar algo de la verdad que esconden con tanta fruición.
› Por Martín Pérez
Algo marginal, alternativo, que está al borde. Así es como se podría traducir el título de la última serie de J. J. Abrams, el rey Midas actual de la industria del entretenimiento norteamericana. Al menos en lo que se refiere a la dedicada a las aventuras. Abrams arrancó como guionista de películas como Armaggedon y la tercera Misión Imposible, pero fue su éxito televisivo con Alias y el extraordinario suceso de Lost lo que lo terminó de catapultar al puesto que hoy disfruta y que lo ha puesto al frente del inminente regreso de Viaje a las Estrellas a la pantalla grande. Pero antes, enfrenta el estreno de una serie que promete ocupar el lugar del último gran policial paranoico de la televisión: Los Expedientes X. De hecho, se cuenta que Fringe nació cuando Abrams se dio cuenta –en el medio de la producción de su versión de Viaje a las Estrellas –que le debía una serie a la señal Warner. Así que se juntó con sus colaboradores habituales, los guionistas Alex Kurtzman y Roberto Orci, y casi sin tiempo de sobra idearon Fringe. Una serie que, a pesar de su nombre, poco tiene de marginal o alternativo respecto del ideario de los tantos mundos de Abrams: ahí están el miedo a los aviones, las teorías conspirativas y las complejas relaciones paterno-filiales para atestiguarlo. Todo lo que hizo de Lost un suceso mundial –o algo cercano a una obsesión personal– está presente en Fringe. Empezando, sin ir más lejos, con una catástrofe aérea al empezar el capítulo debut. Un debut con la duración de un capítulo doble que, con un costo de 10 millones de dólares, le arrancó al capítulo inicial de Lost el privilegio de ser el piloto más costoso de la historia de la pantalla chica. Pero, aunque todos los elementos catastróficos y conspirativos estén en su sitio, ahí es donde se acaban las comparaciones con Lost. Porque Fringe es otra clase de serie. Más tradicional, si se quiere. Aun cuando su tradición sea la de las investigaciones de extraños acontecimientos paranormales, con sus protagonistas blandiendo –por supuesto– linternas en los momentos de máxima tensión.
“Esta serie es, antes que nada, sobre el miedo primal –explica Jeff Pinkner, uno de los productores y guionistas–. Nuestros cuerpos y nuestras mentes son, en última instancia, algo desconocido. Y la forma en que nos pueden traicionar puede ser algo aterrorizante.” A la hora de señalar referencias, Abrams ha mencionado tanto películas como la legendaria Estados alterados, de Ken Russell, o a las primeras de Cronenberg, cuanto series del tipo de Los Expedientes X o La dimensión desconocida. Pero también se ha preocupado por meter en la licuadora las de más rating en la actualidad, como CSI o La ley y el orden. “Sería muy ingenuo no mirar lo que hacen los demás”, confesó el creador, productor y guionista Orci al The New York Times. De esa mezcla entre lo paranormal y lo que domina el rating televisivo actual es que nació Fringe, una serie que investiga casos policiales extremos con una ciencia forense a la altura de las circunstancias. La protagonista es una agente del FBI, Olivia Dunham, a la que rodea un equipo de trabajo muy particular, que incluye un encantador científico loco, llamado Walter Bishop, y su hijo Peter, un buscavidas que huyó siempre lo más lejos posible del recuerdo de su padre, y al que Olivia va a buscar a Irak, para que saque al doctor Bishop del hospicio en el que ha estado recluido durante las últimas dos décadas, para ponerlo nuevamente al servicio del gobierno. Porque, si bien Bishop fue efectivamente un científico loco en sus años mozos, lo fue al servicio del gobierno, desarrollando todo tipo de experimentos peligrosos y delirantes hasta que algo salió mal y lo encerraron. Pero sus conocimientos en esta ciencia límite y fronteriza –fringe, o sea– resulta ser fundamental para combatir a la extraña organización detrás de los cada vez más delirantes atentados que disparan la acción de cada uno de los capítulos de esta nueva serie marca Abrams. En la que es posible escuchar diálogos de este tipo:
–¿Hace cuánto que está muerto?
–Cinco horas.
–Perfecto. Prepárense para interrogarlo.
“Si somos como Los Expedientes X, yo vendría a ser Scully”, bromeó Joshua Jackson, que interpreta al joven Peter Bishop, algo más que el vínculo de la agente Dunham con su padre. Conocido por su protagónico en la serie Dawson’s Creek, Jackson estuvo 5 años sin hacer televisión hasta que aceptó está convocatoria de Abrams. Además de explotar su compleja relación con su padre, los guionistas de Fringe tienen en el personaje de Peter un contacto con el bajo fondo. Pero sin dudas que es con su padre Walter con el que más se divierten: como recién ha escapado de un psiquiátrico, se permiten hacerle decir cualquier cosa. Y su personaje es también la llave al curioso humor que mantiene a una serie como Fringe funcionando. Porque la seguridad nacional puede estar siempre en riesgo, pero ante semejante profusión de sucesos paranormales y experimentos ridículos, siempre es bueno que haya un personaje capaz de decir en voz alta: “¡Qué bueno, vamos a hacer LSD!”. El casting siempre ha sido una de las claves del éxito de los productos de Abrams, y en Fringe no ha fallado con la elección de su protagonista: la desconocida actriz australiana Ana Torv encarna a Olivia Dunham, un descubrimiento que el propio Abrams ha comparado con el de la canadiense Evangeline Lilly para Lost. Pero el detalle clave en Fringe es, sin embargo, la vuelta de tuerca que sus guionistas les han dado a los malvados de turno con respecto a Los Expedientes X. Si en el mundo de Mulder y Scully era el gobierno el que ocultaba algo, ahora son los verdaderos dueños del mundo los que se ocultan detrás del misterio central de la serie: las corporaciones internacionales. “Cuando uno lee las noticias, siempre tiene la impresión de que hay algo que se está perdiendo. De eso hablamos en Fringe”, ha dicho Orci, uno de los guionistas de una serie que –a juzgar por lo que se lleva visto hasta ahora en los Estados Unidos, donde ya hay 14 capítulos emitidos– comienza contundente (a no perderse el tanque que homenajea a Estados alterados en el piloto), pierde algo de aire y luego empezará a encontrar el tono y a ir enunciando misterios y preguntas. Cuyas respuestas se tomarán su tiempo en responderse. Porque, como bien sabe Abrams, no hay respuesta que esté a la altura de la mejor de las preguntas. Y de esas certezas es que están construidos los mejores momentos de sus delirantes aventuras paranoicas.
Fringe comienza a exhibirse este martes a las 22, por la señal de cable Warner Channel.
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