Domingo, 29 de marzo de 2009 | Hoy
MúSICA > EL DISCO SOLISTA DEL LíDER DE LOS NEW PORNOGRAPHERS
Líder de la banda The New Pornographers, que reina en la escena indie del 2000, A. C. Newman editó su segundo disco solista. Pero a diferencia de la mayoría de los líderes de bandas que se abren para aventurarse en sonidos extraños, con Get Guilty se mantiene cerca del sonido que lo caracteriza con su banda y a la vez ofrece un repertorio nutrido de las influencias más clásicas de los reyes del rock independiente de las últimas décadas. De gira por Estados Unidos, habló por teléfono con Radar del largo trayecto que lo llevó de Kiss a Julio Cortázar, pasando por Roberto Bolaño.
Antes de siquiera imaginarse tocando algún instrumento o siendo parte de un grupo, Allan Carl Newman supo ser un fanático de todo lo referido al rock. Por eso es que este cantautor canadiense, que confiesa haber aprendido a tocar la guitarra recién al cumplir los dieciocho, asegura conocer todos los clichés del género del que primero fue fan –y lo sigue siendo–, y recién mucho después protagonista. Y sabe reírse, de manera inequívocamente cómplice, de todos ellos. “Me compré mi primer disco a los nueve años”, explica al teléfono desde el micro que lo lleva de una ciudad a otra de la Costa Este de los Estados Unidos, presentando su segundo álbum solista. “Creo que dice mucho de la naturaleza de mi fanatismo que ese disco haya sido Kiss Alive II. Y más aún que sea un disco que todavía me gusta”, agrega, más cómplice que nunca. Líder de esa suerte de supergrupo indie canadiense que es The New Pornographers, con quienes lleva editados cuatro discos desde comienzos de la década, el cliché del rock que le importa ahora a Newman es ese que dice que todo disco solista del integrante de una banda tiene que tener un sonido diferente del del grupo en cuestión. “Ahí es cuando tipos como, no sé, Sting por ejemplo, hacen su disco de cuerdas. O un disco country.” Pero sucede que el sonido del flamante Get Guilty, su primer disco solista, recién editado por estas pampas, no difiere mucho de Challengers, el último álbum de los Pornographers (también editado por acá por Ultrapop, que tiene los derechos locales del emblemático sello indie Matador). “Lo que pasa es que no tengo ningún deseo musical postergado que realizar”, se ríe. “Simplemente me meto en un estudio y trato de hacer la mejor canción posible. Por eso es que mis discos solistas no difieren mucho de los de los Pornographers. Salvo por los intérpretes, claro. Porque en ambos hago lo mismo. No guardo mis canciones para tal o cual proyecto. Las grabo tal como van apareciendo. Y las que integran Get Guilty, en las que creo haber puesto una especial atención a las letras, son las que tenía para grabar antes de dedicarme a un nuevo disco de los Pornographers, que quería hacer también este año. Pero calculo que recién llegará para el año que viene”, calcula Newman, autor evidentemente prolífico, y uno de los indudables protagonistas de la escena indie de esta década al frente de ese extraño milagro grupal llamado The New Pornographers.
Aunque según Wikipedia el bautismo del grupo recuerda aquella declaración del pastor evangelista televisivo Jimmy Swaggart calificando al rock como la nueva pornografía, Newman confirma que en realidad el nombre salió –-allá lejos y hace tiempo– después de ver la película de culto The Pornographers (1966), del director japonés Shohei Imamura. “Siempre me pareció que cualquier banda que diga que son los nuevos tal en su nombre, tenían poco de nuevo –explicó más de una vez Newman–. Pero a esta altura ya no sé si se trata de un mal chiste o un gran nombre. Y viceversa.” Lo que sí se puede decir de The New Pornographers a esta altura de la década es que han logrado encarnar como pocos el indie contemporáneo. Formados en Vancouver, Canadá, en 1997, desde su álbum debut, Mass Romantic (2000), en adelante, no ha pasado un año sin que algún disco del grupo, o de sus integrantes, esté presente en las listas de los mejores álbumes de los medios especializados. Además de Newman, forman parte del grupo tanto Dan Bejar –líder de Destroyer– como la ascendente cantante Neko Case. “Tal vez es verdad que seamos uno de los protagonistas de esta nueva escena indie que aprovecha la difusión vía internet –acepta Newman–. Me acuerdo de que cuando sacamos el primer disco, la discográfica me propuso una entrevista con un sitio web nuevo, y yo pensé que era como charlar con la gente de un fanzine mimeografiado. Se trataba de Pitchfork, que actualmente es un medio online bastante influyente, y que siempre nos ha apoyado.” Aquel lenguaje secreto que supo ser el rock hasta que alcanzó la masividad siempre recobra algo de aquella intimidad en la escena indie, aun cuando esa escena ahora esté interconectada más que nunca a través de Internet. “Cuando dicen que la industria de la música está en crisis, yo siempre aclaro que lo que debe estar en crisis son los grandes sellos, el gran negocio de la música. Pero dentro del mundo independiente, las cosas nunca fueron mejor. La buena música es cada vez más fácil de conseguir, de hecho.” Pero a la hora de calcular la influencia de ese nuevo mundo online con la exitosa actualidad de los Pornographers o de su carrera como solista, Newman es un tanto más cauteloso. “Lo que sí puedo asegurar que las nuevas tecnologías de grabación han cambiado la forma en que hago música –concede–. Porque ahora podés grabar en tu casa, podés editar lo que hacés muy fácilmente, hacer loops y cosas así. Hago eso todo el tiempo cuando estoy componiendo. Y la verdad que no creo que veinte años atrás, cuando empecé con mis primeros grupos, hubiese podido hacer todos los discos que hice en estos últimos años, tanto con los Pornographers como sin ellos.”
Aun el más fanático de The New Pornographers tuvo que confesarse sorprendido cuando apareció The Slow Wonder (2004), el debut como solista de Newman. La primera sorpresa, de hecho, fue que había abandonado el Carl –como se lo conocía hasta entonces– por las iniciales A. C. “Me gustó hacer ese cambio porque, al mismo tiempo que es un seudónimo detrás del cual esconderse, no dejan de ser mis dos iniciales, simplemente.” Pero compositivamente lo que sucedió fue que Newman, libre de la necesidad de consenso que existe en un grupo, dejó fluir su fanatismo por la música de grandes melodistas y hacedores de canciones como Harry Nilsson o Ray Davies. Considerado por algunos como la versión 2000 de héroes indies como Robert Pollard durante los ’90, Paul Westerberg en los ’80 e incluso Alex Chilton en los ’70 –aunque aún le falte mucho para eso, claro–, es cierto que al menos Newman respeta con veneración ese canon. Y va aprendiendo a hacer mejor su trabajo con el paso del tiempo: si Challengers fue el disco más melódico de los Pornographers, con el flamante Get Guilty sus canciones crecen rítmicamente, al tiempo que sus letras han mejorado, al punto que por primera vez las ha incluido en el sobre interno del disco. “Por primera vez considero que no me da vergüenza leerlas sin que suene la música”, confiesa Newman, que explica que Get Guilty se llama así por un cuento que Donald Barthelme publicó en The New Yorker en los ’80. “Hay tal vez diez o doce cosas que puedo enseñarte/ después de eso, creo que estás solo en esto”, dicen las primeras dos líneas del tema que abre el disco, y que enmarca todo lo que sabe hacer Newman: abrir la puerta para ir a jugar, pero dejar que lo hagamos a nuestra manera. Como atentos escuchas de un disco, y fanáticos de la historia del género, capaces de ubicar cada letra y cada melodía junto al linaje correspondiente. Como puede hacerlo Newman a partir de su fanatismo por el rock. Y no sólo eso: también como el apasionado lector en que confiesa haberse transformado en los últimos años. Al punto de preguntar por Julio Cortázar apenas se entera de que el llamado que atiende proviene desde Buenos Aires. “Rayuela es una de mis novelas preferidas”, asegura. Y explica: “Descubrí a Cortázar por Roberto Bolaño, del que ya me leí toda su obra. La gente aquí está muy interesada en él, tal vez por su historia trágica, la leyenda de morir tan joven, dejando tantas novelas detrás. Algo que, claro, también sucede con el rock. Tal vez por eso en estos últimos años me he transformado en un lector tan ávido como lo fui en la adolescencia con el rock. Empezando por Kiss Alive II, claro. Y terminando ahora en 2666, de Bolaño”.
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