FAN > UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA
› Por Chacho Echenique
Hay una vidala del compositor salteño Julio Espinoza, “Vidala para mi sombra”, que siempre recuerdo y me acompaña desde mi adolescencia.
La escuché gracias a la mano de algún duende que me llevó al Centro Argentino en Salta. Allí, después de un asado, cantaba Julio Espinoza, que convocaba con su voz, su magia, su poesía y su guitarra a todos los amigos para esos silencios sin aplausos.
Por primera vez me encontré con mi sombra y ahí aprendí a acariciar el tiempo, reconociendo huellas, silencios, demoras...
En esos tiempos mi única ilusión estaba puesta en buscar alguna perspectiva de subsistencia a través del deporte. Jugaba al fútbol en Juventud Antoniana, sin imaginar que años más tarde llegaría a Buenos Aires en un tren a Retiro para integrarme en la Primera División del Club Atlético Lanús. Luego me compró San Lorenzo de Almagro y en ese trajín de la gran ciudad, una guitarra que me regaló mi abuela me acompañó en las largas horas de concentración y soledad con esta “Vidala para mi sombra” y otros temas que cantaba en esos años.
Venía de una infancia de incertidumbre y pobreza, lejos de escuelas y universidades, traía esa necesidad de triunfar para “forjarme un porvenir económico y casarme como Dios manda...”. Esta ilusión fue propia de esa época. El romanticismo de mis años de juventud fue el que me impulsó a salir de Salta, dejando atrás amores, sufrimientos y esa alegría compartida con amigos que uno nunca olvidó. Ese romanticismo frustrado que han padecido muchos de mi generación, posiblemente nos condujo a laberintos de los que cada uno tuvo que salir de alguna forma. Muchos lo hicieron a través de la poesía, la música y todas las expresiones del arte. A mí me llevó coplas como: “De arriba vive lo verde/ del medio la rama dura/ de abajo son las raíces/ por donde nace la altura”. O: “La muerte es descanso ciego/ que se llena de osamenta/ y sólo sirve de abono/ cuando se queda en la tierra”. O las de esta “Vidala para mi sombra”.
Volviendo a Espinoza, este poeta que además era carpintero, querido por algunos e ignorado por otros, murió en un hospital neuropsiquiátrico, preguntando qué le había dejado la vida. La Salta de antes, como la de ahora, dividida en intereses económicos y sociales, se olvidó de su sombra. Menos mal que quedarán siempre esas voces que siguen a su sombra, develando misterios que aquellos dioses escondieron y que aún estamos buscando.
El Chacho Echenique integra, junto con Patricio Jiménez, el Dúo Salteño, que se estará presentando los próximos viernes 24 y sábado 25 de abril a las 21.30 en el Teatro IFT, Boulogne Sur Mer 549.
Y dónde otro país
para esta sombra
que los muros y la propia tierra,
viniendo conmigo con las lámparas indecisas de la infancia
y los corredores de la casa vieja,
arrinconarse junto a mí
sin preguntarme nunca,
cuánto dura este tiempo
de estar oyendo los relojes
que ensayan el rumbo
de mi sombra hasta la última muerte.
A veces sigo a mi sombra
a veces viene detrás,
pobrecita si me muero
con quién va a andar.
No es que se vuelque mi vino,
lo derramo de intención,
mi sombra bebe y la vida
es de los dos.
Y tal vez deseas quedarte
y no me quieras seguir,
pero a quién has de arrimarte
me tienes tan sólo a mí
Achatadita y callada,
dónde podrás encontrar
una sombra compañera
que siga igual.
Sombrita cuidame mucho
lo que tenga que dejar,
cuando me moje hasta adentro
la oscuridad.
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