PERSONAJES > LA ELEGANCIA NEANDERTHAL DE CLIVE OWEN
› Por Mercedes Halfon
Como una pequeña revancha hacia su eternamente escamoteado papel de James Bond, Clive Owen es, en este momento en el cine, no uno sino dos agentes súper secretos: Ray Koval en Duplicity y Louis Salinger en Agente internacional. El primero más atildado, remontado a la cresta de la ola, en pareja en la vida y en el trabajo con Julia Roberts, derramando sensualidad por los extremos de la pantalla. El segundo, en cambio, desde el principio del film aparece con la barba crecida, ojeras, totalmente desmoralizado, y la relación con su coprotagonista Naomi Watts es sólo laboral. Entre estos dos extremos se mueve Clive Owen, pero en ambos casos el movimiento es el de un sinuoso súper agente. Alguien se debe haber dado cuenta de que Clive era un James Bond mucho más apetecible para la platea femenina, aunque no fuera portador de todas esas características del Bond perfecto, pero justamente por tener otras ¡mucho mejores! A la imagen impoluta de recién afeitado y gomina pétrea, Clive contrapone unos rulos ingobernables y esa barba que crece o decrece pero nunca se va del todo. En vez de un galán frío y calculador, Owen es de esos sentimentales que llegado el momento no va a arreglar las cosas con las sutiles armas de la inteligencia, sino directamente a las trompadas. Fue en ese tipo de papeles de muchacho temperamental, que fue llamando, lenta pero imparablemente, la atención del público, lejos y más allá de las brumas londinenses.
Y hay que decir que esta notoriedad le llegó después de los 30, Owen ahora tiene 45 años, y lo lleva increíblemente bien. Su voz parece estar volviéndose más profunda, las arrugas entre las cejas y las que le cruzan la cara lo agudizan, lo vuelven peligroso, una belleza asentada. Clive Owen es toda una rareza en su physique du rol de muchacho rudo y grandote si lo pensamos como lo que es: un gentleman inglés que se inició en la actuación en la Real Academia de Arte Dramático la misma de la que son miembros todos los actores Sir y Dame de Inglaterra, Sir Anthony Hopkins, Dame Helen Mirren, y así graduándose a los 23 años. Con esa formación y haciendo, como no podía ser de otro modo, a Shakespeare, empezó, pero dejó el teatro para encarar el cine y la TV. Uno de sus primeros protagónicos fue Bent, una curiosidad en la cual Owen era un gay encerrado en un campo de concentración nazi. Después hizo Croupier, donde era un escritor que se metía en un casino para empaparse de aquel mundo glamoroso y marginal. Ahí Owen ya aparecía espléndido en versión juvenil a pesar del extraño platinado que lucía y tenía ¡32 años! En el 2001 hizo Gosford Park con el benemérito Robert Altman, donde él no pasaba para nada desapercibido en el film coral y sus escenas en alcobas, con musculosa blanca y tiradores, resultaban lo más hot de la película.
Desde allí le llegaron los protagónicos más sonados fuera de Inglaterra, fundamentalmente Closer, donde en esa tensa y antinatural competencia actoral de bellezas, él y su hermosa rusticidad salían ganando. En ese sentido, ningún grupo humano le vino mejor que el de Sin City, donde su tándem con Bruce Willis y Mickey Rourke, abanderados de la sexy animalidad, se potenciaba. Pero Owen tiene también sus otros papeles, su veta más “shakespereana”, como Rey Arturo o el pirata absolutista del que se enamora la reina Cate Blanchet en la última Elizabeth. Y los dos registros son parte del mismo Clive Owen. Cuando en Elizabeth el pirata que encarna tira su manto sobre el barro para que pase caminando la reina, y en ese gesto la conquista, lo vemos en todo su esplendor de gentleman cavernícola.
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