Dom 22.12.2002
radar

“SOY LA ESCOGIDA DEL SEñOR PARA
ENCARNAR SU FUERZA METALERA. DIOS ME COLOCó ACá PARA
TRANSMITIR EL MENSAJE DE
CRISTO A TRAVéS DEL METAL.
ÉL ME DIO ESA MISIóN Y AHORA ESA MISIóN ES MI VIDA.”
SOFíA CRISTO ROCK

Dios no ha muerto

Tiene bandas de heavy metal, de blues, de reggae, de ska, de folklore, infantiles y hasta una movida tropical. Tiene cuatro o cinco shows en la Capital y el Gran Buenos Aires por fin de semana. Tiene giras por el interior y por Latinoamérica. Tiene dos FM. Tiene rankings. Tiene revistas. Tiene conferencias de prensa. Tiene fans. Legiones de fans. Tiene locales especializados. Y hasta tiene un estadio que es el equivalente a Obras.Radar muestra cómo es el rock cristiano en la Argentina.

POR ALEJANDRO SESELOVSKY

“Dios los bendiga a todos”, se oye. La frase no inaugura una misa sino una conferencia de prensa. El que habla no es un pastor, es el líder de una banda de rock. Los que escuchan no son feligreses, son periodistas acreditados. El tema no son los salmos sino los detalles de un nuevo contrato con un nuevo sello y el anuncio de una gira por Colombia. Así y todo, se oye: “Dios los bendiga a todos”. Ulises Eyherabide, voz líder de la banda, lo dice con una media sonrisa mientras se acomoda en el centro de una mesa con ocho sillas, ocho micrófonos y ocho botellitas de agua mineral distribuidas regularmente. La mala acústica en el primer piso de la Sociedad Cristiana de Buenos Aires, en Condarco 1440, produce un eco leve: “...a todos”, termina de retumbar la bendición. Del otro lado, unos cincuenta periodistas evangélicos van por la primera pregunta para los integrantes de R.E.S.C.A.T.E. (Reyes En Servicio de Cristo Ante Tiempos Extremos), la banda de rock cristiano más importante de la Argentina.
Porque, aquí va, hay un rock cristiano, y no se trata de dos chicos de parroquia que se compraron la criolla para hacer alabanzas en tres acordes. De hecho, es más exacto decir que hay un mercado cristiano del rock, o quizás una industria, con sus bandas, sus tribus, su circuito de conciertos, sus sellos, sus radios, sus rankings, su under, sus revistas, sus disquerías y su merchandising. Es como la repetición a escala del mercado convencional, sólo que aquí todo está cruzado por la incandescente imagen de Cristo redentor que sana, salva y de paso rockea. R.E.S.C.A.T.E. –que alguna vez fue telonero de Los Pericos y hoy cantan con Magalí “Popstar” Bachor y Guillermo Novellis, de La Mosca– lleva 12 años tocando, cinco discos editados, 150 mil copias vendidas, y allá afuera hay 4 mil tipos formando una cola que comienza frente al portón blanco de la Sociedad y termina envuelta en la oscuridad de la avenida Juan B. Justo... tres cuadras después. “Ustedes, los seculares, no tienen idea de lo que está pasando con el rock cristiano en la Argentina”, dice, se jacta, Edgardo Colosimo, fundador de puertadelafe.com y fan de R.E.S.C.A.T.E. Ustedes, los de Boca. Ustedes los de River. Ustedes los seculares. Una lógica conocida.

Me decían en la escuela y en el bar/ qué locura que tenía./ Por decir que Jesucristo era verdad / me corrió la policía.
“Loco”, del disco No es cuestión de suerte, de R.E.S.C.A.T.E.

Hacer un Condarco es el equivalente cristiano de hacer un Obras: allí tocan sólo las bandas consagradas. La conferencia de prensa termina y, mientras tres hombres con una remera que dice “Staff R.E.S.C.A.T.E.” dan órdenes por handy, el grupo se mete en camarines “a orar, como lo hacemos cada vez que estamos por salir a un escenario”, según cuenta Eyherabide, un arquitecto de San Nicolás que aún trabaja de arquitecto y aún vive en San Nicolás, y a quien muchos le cuelgan la chapa de fundador del grupo iniciador de toda la movida cristiana del rock.
El disco se llama Quitamancha (grabado en Buenos Aires, Miami y Boston, mezclado en los estudios Circo Beat y distribuido por Vida Music) y ninguno de los que vinieron esta noche a su presentación oficial tiene más de 25 años. Y si alguien los tiene, está allí sólo porque sus hijos están allí. No hay ningún indicio de que toda esa gente de pie, básicamente jóvenes de iglesias y congregaciones evangélicas de Capital y Gran Buenos Aires, sea el público de un concierto de rock: nadie en la cola inmóvil boquea la clásica euforia de la hinchada que viene a aguantar con su banda, nadie lleva remeras como banderas, nadie agita, nadie pela. Están todos más bien tranquilos, serenamente acomodados uno detrás del otro, esperando que los dos hombres de la puerta corran las vallas de hierro para entrar y ver el show. Cuando finalmente se abren las puertas, aún haygente en las boleterías desembolsando los seis pesos de la entrada. Otros, por trece, compran una remera o, por tres, un llavero, en el shop de R.E.S.C.A.T.E. Los que van llegando se encuentran con un escenario armado y, a los costados, dos video-walls en cuyo centro los números rojos de un contador digital en cuenta regresiva indican lo que falta para que comience el concierto. Cuando finalmente quede en cero, R.E.S.C.A.T.E. arrancará con el riff de “Jesustone”, una canción de base rollinga y alabanza directa.
En el mundo, que es parecido a decir en los Estados Unidos, la música cristiana y el gospel conforman un mercado lo suficientemente gigante como para ganar un Grammy o como para que EMI haya creado su división EMI Christians Music Group. En la Argentina eso está lejos de suceder, aunque cada vez menos lejos. Después de algunos años de trabajosa evolución (“hay pastores que todavía se escandalizan cuando ven unos pelos de colores o un arito en la nariz”, dice Eyherabide), hoy los grupos suenan profesionales, graban en estudios de 36-60 canales y editan como Dios manda. Además, hay diversidad de estilos: hay un heavy, hay un blues, un reggae, un ska, un folklore, un género infantil y hasta un tropi tropi tropical cristiano. Y como en un juego de espejos, cada banda pareciera ser el correlato cristiano de una banda secular: Alas de Fuego suena igual a Memphis La Blusera; Los de Sión son la versión crucificada de Los Nocheros; el cantante de La Hormiga imita la impostación nasal de vacilón panameño que a veces le sale al Bahiano; y el de Boanerges, un grupo de heavy metal evangélico, cuelga la voz en un sobreagudo tan exasperante como lo hicieron todos los que pasaron por Rata Blanca.
Muchas de las bandas giran, han girado o están por salir de gira a Latinoamérica. Los fines de semana hay un promedio de cuatro a cinco shows en Capital y Gran Buenos Aires, para varios miles de personas como en Condarco, o para pequeñas cantidades, en pubs cristianos como Da Luz Café, en Maipú al 400; o La Antorcha Cristo Pub, en Villa Martelli. Y aunque tanto Eyherabide como Fabián Liendo (líder de Ky.Os.Ko., la otra banda importante del circuito) aseguran que aún no pueden vivir exclusivamente de la música, lo cierto es que hay un mercado a la deriva que está esperando un productor estrella que lo lleve de la mano. Afo Verde, teléfono.

Tomando forma de león rugiente/ va por las calles buscando a quien devorar/ vive tratando de destruirnos/ y no
descansará hasta hacernos caer...
¡en su trampa mortal!,
“Trampa mortal”, del disco
Eternidad, del grupo Templo.

El rock y el pop hablan de lo conveniente que es Cristo. El heavy, además, de lo inconveniente que es Satán. La estética de medioevo mal presupuestado, los nombres de las bandas y las letras de las canciones conforman un místico y beligerante composé de batallas finales, espadas de fuego, guerreros, quijotes y campeadores que hundirán (nunca lo han hundido, nunca lo están hundiendo) el filo de sus armas cristianas en luciferes, calaveras y diablitos el Día del Juicio que, paciencia, ya llegará. Es sábado, son las once de la noche y en Cemento se lleva a cabo la 10ª edición de Cristo Rock, el festival del white metal (metal blanco o metal de alabanza) argentino.
No hay más de cuarenta personas paradas frente al escenario de Cemento, todas dispersas en la oscuridad del espacio que sobra. Nadie lleva otra ropa que no sea negra y nadie deja de pronunciar el nombre de Cristo cuando algún estribillo así lo pide. El hardcore que baja aturde el aire espeso y apenas deja escuchar lo que dice el hombre que cuida la entrada a los camarines: “Andá hasta el fondo y preguntá por Sofía Cristo Rock”. Después de un largo pasillo, sentada sobre unas gradas entre aerosoles ygraffitis, una mujer de largo cabello negro y cara india habla por un celular gris de los que ya no se venden. Al parecer, alguien se quedó en algún lugar de la provincia de Buenos Aires y hay unos equipos que tal vez no lleguen para esta noche. Corta el teléfono, da un par de instrucciones y después pide que le cierren la puerta porque está a punto de dar una entrevista.
“Soy la escogida del Señor para encarnar su fuerza metalera”, se presenta. Sofía Cristo Rock se llama en realidad Sofía Ferreira, tiene 39 años, es chaqueña y a los 16 se vino a la Capital porque en Resistencia “no se conseguía nada de V8”. Desde 1999 organiza Cristo Rock y asegura: “Dios me colocó acá para transmitir el mensaje de Cristo a través del metal. Él me dio esa misión y ahora esa misión es mi vida”.
En la mano tiene una agenda con el cronograma del festival. En la cubierta de la agenda, una calcomanía de Madres de Plaza de Mayo. “Con Sergio Schoklender organizamos un club del trueque para músicos –explica–. Fue bárbaro. Muchos pastores me decían que no me juntara con las Madres, que no les gustaba su ideología. Pero ellas son unas luchadoras y, modestamente, lo metaleros también tenemos nuestra lucha por no ser marginados.” Hay algo de la entrevista que la incomoda visiblemente: “A mí no me copa salir en esta nota con bandas poperas, aunque sean cristianas, porque ellos no vienen a aguantar acá con nosotros. Cada vez que invitamos a un popero, nos quiere cobrar cachet, y eso no es así, porque acá venimos a repartirnos lo de la entrada, venimos a aguantar entre todos... así que, por favor, cuando escribas, no me mezcles con ellos”. Lleva tachas, cueros, borceguíes y repite todos los tópicos del buen metalero. “Yo, por ejemplo, no tengo otras ropas. Yo soy todo metal y aun amando a Dios por sobre todas las cosas, me visto siempre de negro.”
¿No es una contradicción, teniendo en cuenta que sos una abanderada del metal blanco?
–No, ¿y sabés por qué? Porque el negro significa haber vencido al pecado.
¿Cómo definirías el white metal argentino?
–Y... todavía nos falta mucho. Por ejemplo, tenemos que ir más al frente con las letras, hablar más explícitamente de Dios y de su gloria.
¿Por qué no lo hacen?
–Tenemos miedo de que nos discriminen. Fijate que a nosotros por hablar de Dios no nos dan cabida en las radios. Ahora, si vos hablás de drogas, de alcohol y de muerte, está todo bien... ¿Cómo es la historia, entonces? ¿Qué quieren... que dejemos de hablar de Dios? Nunca.
¿Ustedes no discriminan?
–¿Nosotros...? ¡A nadie! Si hasta compartimos escenario con los del black metal.
¿Que son quiénes...?
–Los que adoran a Satán.
¿Y tocan juntos...?
–Con los satanistas nos une el metal, y por eso está todo bien con ellos. Además, a mí no me importa a quién adoran, total yo sé que Dios va a vencer.

(El mundo está perdido/ cada día más y más/ los jóvenes buscan la droga por encontrar la paz/ Hay una esperanza, se llama Jesús/ tienes que encontrarlo y aceptarlo/ para vivir...,
“Búscalo”, del disco Un encuentro,
de Puerto Seguro.)

Ni sexo, ni drogas, ni cualquier rock and roll. No hay cultura joven sin un puñado de revistas donde autorreferenciarse. El rock de todos los tiempos tuvo y aún tiene su Spin y su Rolling Stone. El rock argentino tuvo y ya no tiene su Pelo o su Expreso Imaginario. El rock cristiano deBuenos Aires tiene, aunque en salidas discontinuas, tres publicaciones que viajan sin escalas entre el panfleto y la doctrina: Generación Z, ZonaSión y La Grúa.
“Hablemos de los Rolling Stones –dice textualmente Generación Z en la página 10 de su Nº 12, año 2–: Mick Jagger recibió una gran influencia de Robert Jonson, una legendario del blues que hizo un pacto con Satanás.” La nota, que se titula “Antivirus musical”, dice en otro párrafo: “La revista americana Newsweek proclamó a Jagger como el ‘Lucifer del Rock’ y su LP Goast Head Soap fue grabado íntegramente en Jamaica durante una ceremonia satánica vudú”. En el mismo dossier, y bajo el subtítulo “Objetivo: la mente”, Generación Z explica lo que puede ocurrirle a un joven cuando la música capta por completo su atención: “Literalmente el cuerpo queda inundado de hormonas estimulantes (endorfinas y sexuales). Por efecto de esa música, el cerebro se ‘droga’ a sí mismo; el exceso lo intoxica por lo que es incapaz de ejercer un juicio objetivo, equilibrado y moral”. Finalmente, Generación Z recomienda: “Los padres deben escuchar junto con sus hijos la música que ellos escuchan y asegurarse que sea música que glorifique a Dios”.
Generación Z pertenece al pastor Dante Gebel, un febril adversario del sexo prematrimonial y especie de Adrián Suar del mercado evangélico: director de medios gráficos, productor y conductor de televisión, de radio, autor de comics y productor e intérprete teatral. Su último gran producto fue Misión:Rec, hace un año en el Teatro Astros, una puesta con pretensiones de megashow, con láser, dobles de riesgo y cuarenta tipos jugando a los ninjas sobre el escenario, algo así como Brigada Cola en versión pentecostal, y cuyo aviso rezaba: “Vas a ver que rescatar a la juventud no es una misión imposible”. El afiche, que mezclaba sin pudores la explosiva estética de Comodines con los chirimbolos informáticos de Matrix, mostraba a Gebel delante de una gran llamarada roja vestido como Keanu Reeves en la película de los hermanos Wachowski. El mismo aviso prometía la participación de los auténticos dobles de riesgo del Parque de la Costa, efectos 3D y una entrada desde siete pesos, todo para que Cristo llegue sin dilaciones hasta tu corazón.
A primera vista, ZonaSión parece, tal vez por su diseño y la propuesta gráfica de sus portadas, un poco más experimental, algo parecido a una revista de vanguardia. Aunque adentro hay textos. “Un informe dice que, en 1997, más de 600 niños sufrieron ataques epilépticos mientras estaban mirando los dibujos animados de Pokémon cuando comenzaron a ser emitidos en Japón. Ciertamente esto indica que hubo posesión demoníaca”, razona ZonaSión en la página 26 de su número de julio del 2002. La nota, cuyo título es “¿Dibujitos inocentes? Restaurando la familia”, informa sobre una colonia China llamada Milk en la que, dice la publicación, “todos sus habitantes son hechiceros, brujos y espiritistas. Es una colonia gobernada por Satanás”. Siempre según ZonaSión, a Milk viajan periódicamente los ejecutivos de las productoras de animación para pactar con el Diablo y asegurarse así el éxito de las series que ponen al aire. “Los creadores de estos famosos dibujos animados que vamos a mencionar (Pokémon, Dragon Ball Z) van a pedir la bendición de Satanás para que los mismos sean un gran éxito a cambio de que sus vidas le pertenezcan a él”, dice la nota. En el mismo informe, ZonaSión aconseja no leer las aventuras de Harry Potter, porque “estos libros se ocupan del ocultismo de manera fantasiosa. En ellos se describen sacrificios de animales, terroríficos sacrificios humanos, brujería, magia, adivinación y otras cosas malignas”. En las cuatro páginas que ocupa la nota también queda escrachada la Disney por cerrar “las puertas de su parque temático de Orlando una vez al año para hacer fiestas homosexuales”. Finalmente, ZonaSión anuncia la próxima salida de El evangelio según Los Simpsons, un libro de un tal Mark Pinsky donde se concluye que Homero y su familia no son los cristianos ideales. Las bandas de rock cristiano no abordan el tema del sexo. Sólo La Hormiga, en su tema “Artimañas de ramera”, habla de una mujer “con ropa de ramera y astucia en el corazón” que “con el atavío de sus labios te querrá llevar”. La alusión tampoco es muy liberadora. No aparece en las letras una condena o una promoción. Como si hubiera quedado atrapado entre la castidad que exigen los pastores y la natural efervescencia de su público joven, el rock cristiano simplemente omite nombrarlo. En su dossier sobre reality shows, ZonaSión, incansable, va por más: “¿Viste Gastón, de ‘Gran Hermano’? Bueno, si mal no recordamos, él confesó ser bisexual y admitió que se acostó con otros chicos. Sí, leíste bien: ¡chicos! ¿Te parece bueno? ¿Te parece gracioso que un hombre haya confesado que se acostó con otro...? (...) Besar a un hombre, relaciones antes del casorio, hipocresía hasta la manija”. Para el próximo número, ZonaSión prepara un dossier sobre Halloween.
Christian Pate, periodista de Radio Sinaí, baja lo que sería una explicación oficial: “Los homosexuales son bienvenidos como son bienvenidos, por ejemplo, los drogadictos. Es más: Jesús está aquí para ellos, porque Él no viene a curar a los sanos, él viene por los enfermos, por quienes lo necesitan”.
Finalmente, La Grúa, una revista típicamente teen pop donde está toda la información de eso que el mercado, cristiano o secular, ha dado en llamar tus bandas favoritas.

Una mujer muy enferma/ que tenía flujo de sangre hacía doce años/ sanidad no podía encontrar./ Al tocar el manto de Jesús/ virtud salió y en ese mismo instante/ la mujer del flujo sanó,
de “El milagro”, del disco Cumbia
del cielo, del Grupo Nueva Vida.

Producciones Peniel es el actor más importante del mercado cristiano. Su local, en Boedo 25, reproduce los espacios del mega-shop: libros en la planta baja y discos en el piso de arriba. Este Musimundo del universo evangélico es también un sello distribuidor y una editorial. “De Quitamancha llevamos vendidas unas 20 mil copias”, dice Nathanael, el encargado de toda la música que entra y sale de Peniel. Después pregunta: “¿Y por qué se interesan en nosotros?”. Una nota hecha por un periodista secular para un diario secular es algo que suena demasiado extraño para un fan del rock cristiano. Como muchos otros, Nathanael reproduce un discurso del ghetto: los cristianos, los seculares, nosotros, ustedes. La marca del territorio y la diferencia que subyace todo el tiempo.
El rock cristiano está levemente corrido de las clases humildes que el imaginario secular asocia habitualmente con el culto evangélico. Hay un cristiano cool, moderno, profesional, casi de diseño, que no tiene mucho que ver con las caras morochas que se agolpan delante de los pastores brasileños en los ex cines de Lavalle. Un cristiano para quien el ¡Aleluya, aleluya! es, sencillamente, grasa. De hecho, R.E.S.C.A.T.E. y Ky.Os.Ko., los dos grupos más sustanciales de todo el circuito, diseñan las portadas de sus discos con una estética casi deudora de la cultura DJ. “En la radio no estamos todo el día con el Aleluya, porque eso ya fue. Hacemos programas normales donde tratamos todos los temas, sólo que tenemos una mirada cristiana de las cosas”, dice Pate.
Parque Vida (FM 105.9) y FM Gospel (101.9), las dos estaciones cristianas más escuchadas de Buenos Aires, tienen una estructura no muy diferente de las FM convencionales. Oyentes que piden temas y cantan un pedacito, dedicatorias teen, flashes informativos, invitados en el estudio y el resto de ese pack sonoro que es el aire de una radio joven. Por supuesto, también tienen un ranking y, por supuesto, es el que vos armás.
La Gospel funciona en un pequeño departamento sobre la avenida Córdoba, casi en la esquina con Jean Jaurès, y su directora, María de los AngelesSandri, decidió dejar sólo dos espacios de oración: el que va de 14 a 15, con el sermón del pastor Claudio Freidson, de la Iglesia Rey de Reyes, a la que pertenece la Gospel; y el que va de 15 a 16, donde los oyentes llaman y oran, o agradecen, o piden. El resto de la programación es musical. Hace una semana, “Adiós, goodbye”, el tema del grupo extranjero Rojo, desplazó al “Quitamancha” de R.E.S.C.A.T.E. del primer lugar del ranking. En el quinto puesto está Jake, una banda de ska evangélico que junto con R.E.S.C.A.T.E. son los únicos argentinos que están en el top five. “Con el tema ‘Fe, aventura total’, Jake viene escalando puestos desde hace varias semanas, aunque no sé si les va a dar para llegar al número uno”, explica Graciela Alcaraz, de 30 años, egresada de Cosal, integrante de la Iglesia Puente de Salvación y locutora de la Gospel. Del otro lado del vidrio, una operadora abre y cierra cajitas de CD. Al costado tiene una pila de casetes con los mensajes del pastor Freidson. “Usamos su palabra como separadores”, explica Sandri.
Como toda expresión de base comercial, el rock cristiano también tiene su contraexpresión, es decir, su under. Allí se ubica buena parte del heavy, pero también algunos devotos con poca circulación en los pubs o en los templos. Jonie Kid, que en realidad se llama Jonás Antunes de Souza, tiene 21 años y sigue la carrera de contador en la UBA, hace hip hop cristiano y con su grupo, Sociedad de Hechos, rapea donde puede o donde lo dejan. Incluso no tiene problemas en hacerlo durante la entrevista y por teléfono: “Caminando fumado con los ojos achinados/ cayendo al averno en el medio del infierno/ tu mente se dilata fumando marihuana y tu alma te arrebata/ (...) Sigues probando desesperado/ inyectándote heroína por todos lados/ no te das cuenta de que Jesús está a tu lado/ dejá de drogarte, dejá de ser usado/ dejá que Jesús lave tus pecados/ con la sangre derramada en el calvario”.
Jesús Cabrera, en cambio, optó por rendirle alabanza a Cristo saltando rampas en su bicicleta de free-style. A los 14 se subió por primera vez a una y hoy, a los 24, es el líder de un grupo de bikers que instalaron sus rampas en el Parque Centenario y comenzaron a volar y a girar en el aire, siempre en nombre de Dios. “En cada salto siento la fuerza de Cristo y por eso se lo ofrendo a Él. A los chicos de mi equipo trato de hacerles comprender el mensaje. Es difícil porque todavía tienen la imagen de la Iglesia como secta, la Iglesia que te quiere lavar la cabeza. Yo les muestro cómo soy, les hago ver que por ser cristiano nunca dejé de ser deportista”, dice. Cabrera, que lleva una remera con la inscripción “Hay vida en Jesús”, asegura que tiene un objetivo muy definido: “Formar un ministerio con el deporte, que sea una forma de rescatar jóvenes”.
No temas, Yo soy tu paz/ Yo te puedo oír, Yo sé dónde vas/ No temas, Yo soy tu paz/ Yo te puedo ver, Yo sé cómo estás, “Yo soy tu paz”,
del disco No te alejes de mi,
de Ky.Os.Ko..

De entre todas las bandas que componen el mapa del rock cristiano en la Argentina, Ky.Os.Ko. es la de mayor sensibilidad y refinamiento musical y, tal vez, la única cuya producción es apreciable más allá de los contenidos cristianos de sus letras. Ky.Os.Ko. son las siglas de las palabras griegas Kyrios, Osaías, Koinonía, que se traducen como Señor, Salvador, Comunión. Con evidentes influencias spinetteanas y algunos giros muy Fito Páez, Ky.Os.Ko. hace un clásico rock nacional de los ochenta, melódico y suave. “Cuando empecé a tocar, una guitarra eléctrica era algo diabólico”, cuenta Fabián Liendo, de 37 años, arquitecto como su íntimo amigo Ulises Eyherabide, hijo de un gerente artístico de CBS, fan de Spinetta y líder de Ky.Os.Ko.. “Esto que parece un fenómeno o un boom, con más de 100 bandas en el circuito cristiano y qué sé yo, es algo que recién está empezando a florecer. Con respecto al mercado cristiano de Estados Unidos,estamos atrasados diez años, por ejemplo”, dice Fabián. Para bandas como éstas, que tienen chances de dar el salto hacia el mercado secular, la pregunta es inevitable: ¿el discurso de Cristo no es demasiado chocante para el público no cristiano? Liendo responde: “Nosotros no tenemos planeado pasar al mercado secular. A mí no me interesa para nada diluir el mensaje de Cristo para volverme más amigable a los oídos seculares, porque Cristo es mi vida. Además, en Estados Unidos, donde un cristiano te vende 300 mil discos en una semana, los palos siguen sin cruzarse. Mirá, esto yo lo hago exclusivamente por amor a Dios. Nosotros hacemos giras por todo el país, viajamos en combi para abaratar los costos de los tipos que nos contratan, llegamos los lunes sin dormir y ya estamos laburando... Yo soy arquitecto, tengo dos nenes, arranco a las seis de la mañana y hay días en que termino a las diez de la noche, y en el medio, los ensayos, los conciertos... La verdad, es puro amor a Dios, y nada más”.
El último disco del grupo se llama No te alejes de mí. El título, que podría ser otro título de otra banda que hace alabanza, en realidad esconde una de esas historias de las que nunca más se vuelve. “Yo perdí un hijo, a los dos meses de vida, por una cardiopatía congénita. Se llamaba Jonathan y, cuando murió, Dios me dio un mensaje: ‘No te alejes de mí’”, cuenta Liendo, y agrega: “A lo largo de mi vida, Dios no me había hablado nunca en forma directa, me mostraba cosas, pero nada más. Cuando mi hijo murió, lo escuché. Un día yo me preguntaba si Dios entendía mi sufrimiento. Yo sentía una espada que me cruzaba de la cabeza a los pies, mi hijo se moría y yo no sabía cómo seguir viviendo, cómo comer, cómo respirar... ‘¿Vos me entendés a mí?’, le preguntaba a Dios. Me acuerdo de que estábamos en el pasillo de la clínica, en la terapia intensiva, y Dios me habla: ‘¿Cómo no te voy a entender si yo sé lo que es ver sufrir a un hijo?’, me dijo. Ahí entendí el amor del Señor. Yo, que en ese momento daba diez veces mi vida para salvar la de mi hijo, pensé que Dios entregó al suyo y lo hizo voluntariamente, por amor a mí”.
¿Volvió a hablarte alguna vez?
–Por esos días, mucho. Cuando fallece mi nene, el último día, estábamos orando y Dios le dice a mi esposa: “Te lo voy a devolver en un año”. Al año clavado, ella quedó embarazada.
A diferencia de la prédica y del sermón, que agotan el recurso del testimoniante, la lírica del rock cristiano no carga las tintas sobre experiencias personales y evidencias de sanación. Sin embargo, en el caso de Ky.Os.Ko., la autorreferencia se volvió ineludible: “Esperaré, el día llegará/ sé que lo veré/ junto a mi Señor, Jesús”, dice la letra de “Estaremos juntos”, el track 6 de No te alejes de mí.
“¿Cómo no voy a componer sobre todo esto?”, se pregunta Liendo. “El último día, mientras le hacían la segunda operación, viene un amigo y me abraza. Estábamos sentados en el piso, en terapia, a la noche. De pronto, mi amigo empieza a hablar en lenguas, empieza a interpretar y Dios comienza a hablarme a través de él. Me dijo: ‘Fabián, vos no vas entender lo que yo voy a hacer ahora’. Entonces supe que se lo llevaba. Cómo habrá sido que casi ni presté atención a lo que Dios me decía y le dije a mi mujer: ‘Se lo lleva, se lo lleva’. A las tres horas, Jonathan falleció.”
Cuando R.E.S.C.A.T.E. empezó, en 1990, no había otra cosa que coros y panderetas. Hoy se puede hablar de un fenómeno, aunque no está claro bien de cuál: puede ser una herramienta de captación evangélica. O peor, de cooptación. O puede no ser más que otra opción en el variado menú del entretenimiento. Puede que finalmente no trascienda sus propias congregaciones. O puede que las desborde y se amplifique, y uno de estos días Cristo empiece a rankear en Tower.

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