Domingo, 6 de septiembre de 2009 | Hoy
CINE > LA PIEDRA MáGICA: ROBERT RODRíGUEZ VUELVE A LAS PELíCULAS CON NIñOS
Robert Rodríguez reparte sus películas entre las que son para adultos de espíritu adolescente
(El Mariachi, Del crepúsculo al amanecer) y las que son para niños pero de un delirio francamente adulto (Mini Espías). Con La piedra mágica vuelve al universo lunático de los chicos, con monstruos de moco, poderes mágicos y villanos bien malos, pero con una película armada en cinco fragmentos que homenajea con nobleza el modo en que los chicos cuentan sus historias.
Por Alfredo García
La última película de Robert Rodríguez había sido la mitad del doble programa Grindhouse, combinación de dos películas al estilo de los cines de barrio (en la Argentina se perdió el chiste, ya que Planet Terror de Rodríguez y A prueba de muerte de Tarantino se estrenaron por separado). Lo curioso es que la semana pasada se estrenaron en forma simultánea, el mismo día, las dos últimas películas de ambos cineastas. Entre nosotros llegan con una semana de diferencia: Bastardos sin gloria de Tarantino se estrenó el jueves pasado, y La piedra mágica (Shorts) de Rodríguez se conocerá el jueves que viene.
Más allá de esta casualidad, resulta llamativa la manera en la que la obra de ambos directores tiende a influirse mutuamente en los últimos años, y la estructura narrativa de La piedra mágica le da a esta aventura infantil un toque sumamente original que podríamos definir como una película para chicos concebida al estilo del mejor film de Tarantino hasta la fecha, Pulp Fiction (Tiempos violentos).
El título original de La piedra mágica, Shorts, es una referencia literal a la estructura del film, que se divide básicamente en cinco cortos, con otro corto antes de los títulos iniciales y otro a manera de epílogo que aparece luego de los créditos técnicos del final. La excusa para esta estructura es la incapacidad del chico que hace de narrador para contar una historia tan fantástica y llena de enredos en forma lineal, por lo que una vez asumida esta limitación le explica al espectador que va a contarlo como pueda, saltando adelante y atrás en la historia a medida que los detalles le vengan a la cabeza.
En efecto, la trama es un relato bastante delirante y lleno de matices extraordinarios, aun antes de la irrupción en el conjunto de la piedra mágica del título: una roca multicolor que unos vecinos del protagonista encuentran al final del arco iris, y que tiene la peligrosa cualidad de volver realidad los deseos que el que la posee exprese en voz alta. El chico y sus vecinos, y todos los demás personajes, viven en el barrio Black Box, donde funciona la empresa Black Box, de un magnate encarnado por James Spader. En realidad, el black box (“caja negra”) es también una especie de objeto mágico que, siguiendo la evolución de los teléfonos celulares que son además cámaras de foto y video y reproductores de música e imágenes, directamente mezcla todo aparato electrónico, cibernético y electrodoméstico habido y por haber, combinando equipo de audio con GPS, tostador y rallador de queso. El dueño del black box es un tirano que tortura a todos los que trabajan con él, del mismo modo que su terrible hija Helvética (Jolie Vanier, increíblemente parecida a Christina Ricci cuando era chiquita) aterroriza al protagonista, que suele ser arrojado a tachos de basura antes y después de entrar al colegio. Los chicos que encuentran la piedra mágica, si bien son conscientes de que deberían concentrarse en pedir deseos importantes como la paz mundial, piden en su lugar cosas como un stock ilimitado de chocolates o un castillo con foso lleno de cocodrilos que caminen en dos patas. Pero las cosas se complican aún más cuando, al estilo de las comedias clásicas, la piedra va cayendo tanto en manos de gente que desconoce su poder como incluso en los ya alertados villanos del barrio. En uno de los momentos culminantes, el científico de la empresa (William H. Macy) debe enfrentarse a un moco gigante y maligno surgido de las fosas nasales del pequeño Rebel Rodríguez (también actúan sus hermanos Rocket y Racer Rodríguez, todos hijos del director).
Si se analiza el cine de Rodríguez, se puede observar que su filmografía está compuesta por un lado por films para adultos con espíritu adolescente, desde El Mariachi y Del crepúsculo al amanecer hasta la más reciente sub-película de Grindhouse, la salvajada ultraviolenta Planet Terror, mientras que por otro lado hay ya varios films para chicos que le permiten expresar un tipo de surrealismo que no por naïf deja de ser decididamente adulto, algo obvio en los mejores momentos de su Mini Espías 3D o en su segmento con niños de la semiolvidada Cuatro habitaciones, que lo unió por primera vez con Tarantino. En La piedra mágica también hay algo de fábula cándida pero adulta sobre la incomunicación provocada por la invasión de la tecnología y el estrés laboral, todo en medio del delirio que surge en cada corto y los intrincados efectos especiales que pueden obligar a bailar un tango a un matrimonio de dos personajes unidos como siameses o como si fuera aquel monstruo de dos cabezas que interpretó Ray Milland.
En todo caso, lo que más llama la atención de los cortos entrelazados de La piedra mágica es la intención del director de no romper con el formato típico del cine para chicos, obligándolos a meterse en la historia de una manera mucho más interesante respecto de tantas películas convencionales que tienden a darlo todo predigerido, subestimando al público infantil.
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