CINE > CáMARA HAMLET, UN CICLO SOBRE EL PRíNCIPE DE DINAMARCA
Quizá sea el más famoso de los personajes de Shakespeare. Es, seguro, uno de los más atractivos y de los favoritos a la hora de ser adaptado y reinterpretado según épocas y circunstancias. El ciclo Cámara Hamlet que se presenta en el VII FIBA recupera Hamlets de lo más diversos: desde el clásico de Laurence Olivier rodado en los años ’40 hasta versiones rusas (la celebrada Gamlet de 1964), serbias, turcas, argentinas –para televisión, con Alfredo Alcón– brasileñas y, por supuesto, británicas clásicas de Tony Richardson o John Gielgud. Aquí, un repaso por este curioso seleccionado y un recuento de algunos Hamlet que quedaron afuera.
› Por Alfredo Garcia
Entre los personajes surgidos de la literatura clásica, ninguno ha generado más adaptaciones al cine que el torturado Hamlet, Príncipe de Dinamarca, todo un icono pop si se lo presenta sosteniendo un cráneo humano, acción que suele estar acompañada por la tortuosa y eterna disquisición “Ser o no ser, esa es la cuestión”.
Más de una docena de versiones de Hamlet para el cine y la TV conforman el curioso ciclo Cámara Hamlet, raro ejercicio teórico que propone revisar tragedias de príncipes daneses a granel. Partiendo de la base de films clásicos, esta retrospectiva se ocupa especialmente de las producciones televisivas y rarezas múltiples que obviamente no pueden cubrir el amplio espectro de adaptaciones y versiones de Hamlet habidas y por haber. Como por ejemplo, una de las primeras versiones, el corto Le duel de Hamlet, protagonizado en el año 1900 por una Sarah Bernhardt que hablaba gracias a un avanzado –y rápidamente perimido– experimento de cine sonoro. Se supone que esta breve adaptación fue la primera película hablada de la historia del cine –aunque sólo se conservan copias sin sonido–. También es el único registro fílmico de la Bernhardt en plena forma, es decir, antes de sufrir el terrible accidente de 1905, en Río de Janeiro, que derivó en la amputación de una pierna una década más tarde.
Dado que fue restaurada hace poco, en Cámara Hamlet sí está programada la famosa Hamlet alemana de 1920. La diva nórdica Asta Nielsen produjo y protagonizó una audaz adaptación con un falso príncipe que en realidad es una princesa presionada por su entorno para aspirar al trono. Hubo muchas versiones mudas de Hamlet producidas en distintas latitudes, pero aparentemente este film alemán de 1920 fue una de las más redituables en términos comerciales.
Entendiendo que los intertítulos o “cartones” propios del cine mudo no podían ser el mejor modo de adaptar una obra de teatro, avanzamos un par de décadas hacia fines de los ‘40 con una de las producciones más ambiciosas del cine inglés de la posguerra: el Hamlet de Sir Laurence Olivier. Dirigida por el actor, el Hamlet de Olivier fue la primera adaptación al cine sonoro en el idioma de Shakespeare. También fue el primer film no producido en Hollywood en ganar el Oscar a la mejor película. Y Olivier también se llevó el premio de la Academia al mejor actor, todo un hito dado que él se dirigió a sí mismo. No había logrado semejante hazaña antes, cuando filmó la más convencional Enrique V, ni tampoco después, con la olvidada obra maestra Ricardo III. Una pena que ni el Henry V ni el Richard III de Olivier puedan verse en pantalla grande en la Argentina de las últimas décadas para comprobar qué tan potente podría ser una adaptación del Bardo Inmortal a cargo de Olivier. Una suerte que este ciclo rescate aunque sea este Hamlet que, a decir verdad, igual que la mayoría de las adaptaciones al cine de las obras de Shakespeare, rara vez se pasan en lugar alguno.
Filmado en blanco y negro, el Hamlet de Olivier es considerado por algunos expertos en el Gran Bardo como la gran versión cinematográfica-naturalista del autor de Romeo y Julieta. Esto a pesar de que elimina casi un cincuenta por ciento de los textos originales de Shakespeare, abreviando diálogos y eliminando personajes como Rosencrantz y Guildenstern, el hecho de que Gertrude (Eileen Herlie) fuera once años más joven que Sir Lawrence, y sobre todo, que en su búsqueda de un lenguaje fílmico impide que el Príncipe de Dinamarca hable solo... transformando el célebre monólogo calavera en mano en una reflexión en off del protagonista. Si en términos lógicos de lenguaje realista-cinematográfico el “To Be Or Not To Be” en off podría estar plenamente justificado, en opinión de los más severos puristas, tal estrategia implicaría una profunda falta de compromiso con la obra original y el lenguaje teatral.
Desde una perspectiva histórica, los logros y contradicciones del Hamlet de Olivier implican los pros y los contras del desafío de convertir una pieza de Shakespeare cualquiera –y en especial ésta– en una película que no parezca teatro filmado. Con un presupuesto de dos millones de dólares (¡de 1948!) el director y actor tuvo un control creativo envidiable para ésa y cualquier época. El elenco incluía a Jean Simmons como Ofelia y –detalle poco serio pero digno de mención– la primera aparición conjunta en un film del futuro dúo dinámico del terror inglés, Peter Cushing y Christopher Lee.
Algunos años después de su Hamlet, por algún motivo Sir Laurence Olivier expresó públicamente la noción de que la mejor adaptación de dicha obra –o tal vez, de Shakespeare entero, entusiasmo que acompañó a Sir John Gielgud– al cine no era la suya, y ni siquiera era británica. Era la versión rusa (Gamlet) basada en la adaptación de Boris Pasternak de 1941, dirigida por Grigori Kozintsev en 1964 con una interpretación unánimemente elogiada a cargo de Innokenti Smoktunovsky (el Mozart de la película soviética que inspiró el Amadeus de Milos Forman, Motsart i Salieri, de Vladimir Gorikker). Kozintsev había filmado antes una extraña adaptación de Don Quijote, y luego intentaría repetir su hit shakespeareano con un King Lear menos recordado. Por más raro que suene Hamlet en ruso, lo cierto es que la película de Kozintsev –número fijo en el viejo cine Cosmos 70, sobre todo a comienzos de la década de los ’80– es una gran película, hermosa experiencia en condiciones técnicas óptimas como las ya citadas dado su formato de pantalla ancha SovScope y su banda de sonido estereofónica a la altura de la partitura de Dimitri Shostakovich.
Desde un punto de vista actual parece raro, pero da la sensación de que en 1964 recurrir a clásicos como el Hamlet de Shakespeare –o El Evangelio según San Mateo, que filmado por Pasolini compartió un premio especial del jurado de Venecia con la película de Kozintsev– permitía expresar conflictos modernos implícitos en historias clásicas; al menos parece que era un rollo cool, tal como se puede apreciar por la televisión internacional del ‘64. La estadounidense, por ejemplo, con una puesta en escena de Sir John Gielgud con Richard Burton en el rol estelar sostenedor de cráneos. O –lo que quizá pueda considerarse la pieza más interesante de todo este ciclo– la versión dirigida por David Stivel con Alfredo Alcón como el príncipe danés junto a un elenco integrado por Violeta Antier, Guillermo Bredeston, Ovidio Fuentes, Ernesto Bianco, Bárbara Mujica, Ubaldo Martínez, Jorge Rivera López, Carlos Carella, Juan Carlos Gené, Julio De Grazia, Pepe Soriano, Oscar Rovito y Fernando Siro. El Hamlet de Stivel emitido por Canal 13 no necesitaba títulos tipo “Adaptando al Gran Bardo por un sueño” ni brujas pesadillescas por el estilo... y, en 1964, obtuvo más de 50 puntos de rating. El ciclo Cámara Hamlet rescata 31 minutos del programa.
A esta altura la retrospectiva abandona el punto de vista clásico y recuerda lo universal de los dramas shakespeareanos, y su versatilidad a la hora de convertirlos en películas de cualquier género (como sucedió con Trono de sangre, de Kurosawa, que luego convirtió King Lear en Ran, algo que ya había hecho Anthony Mann con The Man from Laramie). Es decir, Hamlet puede ser también un western spaghetti de Enzo G. Castellari (el director al que Tarantino homenajea en su flamante Bastardos sin gloria). Quella sporca storia nell west, de 1968, se conoció en los Estados Unidos como Johnny Hamlet. Escrito a partir de una idea de Sergio Corbucci, y protagonizado por Andre Girodiana, Gilbert Roland y Horst Frank, este eurowestern es el tipo de película inconseguible en cualquier formato que los fans del género morirían por ver –obviamente más allá de cualquier conexión shakespeareana, lo que de todos modos puede servir de excelente excusa para no perderse su proyección en Harrods–. (Castellari es el director de clásicos spaghetti como Voy, lo mato y vuelvo y Keoma.)
También hay Hamlets súper serios de Tony Richardson y Derek Jacobi, príncipes de Dinamarca adaptados al submundo de los gitanos en una versión serbia de Aleksandar Rajkovic o una versión ultramoderna inglesa de Alexander Fodor que se parece tanto a la obra original como El Rey León de Disney, una de tantas películas vagamente inspiradas en Hamlet.
Desde un punto de vista ortodoxo se podría extrañar la ausencia de films obvios –de producción absolutamente mainstream y estreno masivo en su momento– como los Hamlet de Franco Zeffirelli o Kenneth Branagh. En todo caso, cualquier persona interesada en este ciclo podría ubicar con cierta facilidad estos films: el de Zeffirelli, intento naturalista desvergonzadamente masivo aseguraba basarse en las “sensaciones provocadas por el drama de Shakespeare”, para lo que era imprescindible contar en el rol principesco con un astro taquillero como Mel Gibson –Glenn Close era Gertrude y Helena Bonham-Carter era Ofelia–. Por su parte, un Branagh mucho más moderado que en su egocéntrica Henry V, apostaba a hacer la primera película con todo los diálogos textuales de Shakespeare, arriesgándose a una duración de cuatro horas –y un lujoso despliegue de producción que terminó por provocar la bancarrota de sus sponsors e inversores, incluyendo al príncipe Carlos–.
La de Branagh realmente se puede disfrutar. La de Zeffirelli, menos. Pero esta última tiene una derivación divertida: el Hamlet porno dirigido por Joe D’Amato, protagonizado por Rocco Sifreddi, “con el vestuario y decorados de la superproducción de Zeffirelli”. Al menos, eso aseguraba su campaña publicitaria, acompañada de una contundente frase publicitaria: “To Fuck Or Not To Fuck...”
El ciclo Cámara Hamlet tendrá lugar en el marco del VII FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires), que empieza mañana y se extenderá hasta el 18 de octubre. La entrada a todas las proyecciones es gratuita y se realizarán en el edificio Harrods (Florida 877), salvo la función especial del 12 de octubre, en el Complejo Cultural 25 de Mayo (Av. Triunvirato 4444).
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