› Por Diego Fischerman
A Juan Mittelhalf le había gustado Mercedes Sosa. Es decir, sabía que en una época había sabido el nombre de sus canciones –es decir, las que ella cantaba, fueran quienes fueran sus autores–, que había escuchado y hasta había cantado, en cumpleaños y reuniones, “Balderrama”, “La pomeña”, “Canción con todos” y hasta “Juancito caminador”, que había comprado alguno de sus LPs y que había ido a un par de recitales. Recordaba el del ‘82 en el Opera y lo recordaba, entre otras cosas, porque se había peleado con su hermana a causa de que ella no había querido ir. Y no es que hubiera dejado de gustarle sino que, más bien, en algún momento le había perdido la pista. Fue dejando de saber de ella. Su muerte lo conmovió. Recordó hasta qué punto esa voz había sido parte de su vida. Se preguntó por qué no había comprado, nunca, ningún CD de Mercedes Sosa y decidió que quería tener, por lo menos, aquellos que tenía más presentes en su memoria: el que traía “Balderrama” y “Juancito caminador”; aquel que empezaba con “Canción del centauro” y donde estaba “Canción con todos”; el homenaje a Yupanqui; el que tenía “Serenata para la tierra de uno” y “Como un pájaro libre”. Salió a comprarlos. Fue una mala idea.
Lo primero de lo que se enteró Mittelhalf es que en las disquerías no quedaban discos de Mercedes Sosa. Era absurdo, pero no grave. Los sellos discográficos habían sido sorprendidos por la muerte de la artista (¿era eso posible?, se preguntó) y se habían quedado sin stock. Pero ya repondrían lo faltante, decían. Lo segundo, en cambio, le resultó más preocupante. Entre lo que se había editado en CD y lo que las empresas volverían a fabricar no estaba ninguno de los discos que él recordaba. Había muchas antologías, todas con títulos parecidos y material más o menos similar. Estaban los discos más o menos recientes y, de los históricos, los disqueros prometían la pronta reaparición de Mujeres argentinas, la Cantata Sudamericana, el homenaje a Violeta Parra y aquel doble en vivo que recogía las actuaciones en el Opera. Eso era todo. Lo que Mittelhalf no podía saber era que la situación era todavía peor que lo que parecía. Por un lado estaba la simple impericia comercial, la desidia y el desconocimiento del catálogo pero, además de todo eso, el modo en que sonaba el material que conseguía y las tomas de algunas de las canciones incluidas en las numerosas antologías y en ediciones españolas o francesas permitían suponer que muchos de los masters habían desaparecido y, posiblemente, habían sido destruidos durante la última dictadura militar.
En los discos en que figuran “El alazán” (originalmente incluido en Traigo un pueblo en mi voz, de 1972) o “Canción con todos” (publicado inicialmente en El grito de la tierra, de 1970) su sonido es de calidad claramente inferior al de las canciones restantes, e incluso con un sospechoso soplido a casete en el fondo. Las ediciones actuales, en realidad, reproducen ediciones anteriores en CDs de diversas procedencias (algunas tomadas de casetes cuando las cintas madre no aparecieron de inmediato) pero, casi en ningún caso, las grabaciones originales o las mejores fuentes posibles que, en algunos casos, podría ser lisa y llanamente algún vinilo bien conservado y restaurado por especialistas. Las excepciones son Mujeres argentinas, Cantata Sudamericana y Mercedes en Argentina, que se anuncian como “remasterizados”.
La violación de los discos de Sosa fue, por otra parte, moneda corriente durante la dictadura. Era habitual que los propios enpleados de la Philips, donde la cantante grababa, adelantándose a los posibles deseos de los censores, decidieran reemplazar nuevos temas, que debían formar parte de los discos, por reinclusiones de viejo material menos conflictivo ideológicamente. De todas maneras, el problema de las fuentes a ser tomadas para una posible reedición seria del material alcanza sólo a los discos más politizados. Nada explica la falta en el catálogo del extraordinario Navidad con Mercedes Sosa, de 1970, o de los fundantes Canciones con fundamento (1965), Yo no canto por cantar (1966) o Para cantarle a mi gente (1967). Como tampoco parece explicable que el primer disco en que Mercedes Sosa grabó para la Philips, el histórico –en más de un sentido– Romance de la muerte de Juan Lavalle, de Eduardo Falú y Ernesto Sabato (toda una superproducción en 1965, en que fue el primer LP con tapa doble publicado en la Argentina), permanezca, también, inédito en CD.
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