TEATRO > LA INCREíBLE HISTORIA DETRáS DE UNA OBRA úTIL
Un diario íntimo comprado a un cartonero. Una historia de amor con final abrupto. La búsqueda de su autora. El encuentro de Karina. Los ecos literarios de su historia con Luis y las implicancias sociales de su vida laboral. Y el desafío de contar ese entramado de casualidades, desencuentros y tragedias. Una obra útil lo consigue del modo más sincero e inesperado.
› Por Mercedes Halfon
Un día –una noche– de enero de 2006, Gerardo Naumann va caminando por la calle y se topa con un cartonero leyendo un cuaderno forrado de cuadrillé. A Gerardo le llama la atención y se queda mirándolo hasta que el cartonero le dice qué pasa, qué quiere. Gerardo le pregunta por eso que está leyendo. Es un diario íntimo que acaba de encontrar entre las bolsas. Se lo muestra con algo de recelo, pero finalmente se lo vende a veinte pesos. Con el cuaderno bien guardado Naumann vuelve a su casa, que es muy cerca de ahí, y lo lee de principio a fin. Así llega a sus manos la vida de Karina: una chica de la clase trabajadora, que cuenta en esas páginas su historia de amor con Luis y su viaje desde su Uruguay natal a Buenos Aires en busca de un trabajo mejor. Su prosa, la forma emotiva y directa en que está escrito el cuaderno, eclipsa a Naumann por completo. Hay algo ahí para contar, no sólo una historia, sino la forma particular que esa historia tomó. La escritura visceral del “Querido Diario”, un formato antiquísimo y moderno a la vez, destinada a nadie y que por casualidad quedó hablándole a él.
Después de algunas semanas de tener el cuaderno sobre su escritorio, de pensar sobre él, decide hacer algo. Una película. Al poco tiempo entra en la beca para desarrollo de guiones cinematográficos de la Fundación Proa, y ahí comienza la peripecia de la escritura de eso que él llamó Uruguay y que no es otra cosa que la historia de Karina. De Karina y su amor, Luis. De Karina viniendo a Buenos Aires a trabajar de empleada doméstica. De Karina buscando su felicidad en el trabajo y en el amor, y mirando en la cocina de su trabajo “con cama” la novela Los buscas. Pero claro, contar esa historia no es algo sencillo. ¿Cómo tomar la vida de alguien y hacerla propia sin su consentimiento? Un aluvión de preguntas empezaron a lloverle y Naumann intentó ir respondiéndolas de a una. Aún sigue contestándolas. Una obra útil, la obra que montó ahora en una escuela, en el marco del proyecto Intervenciones, del C. C. Rojas, no es más que otro escalón en la escalera caracol de preguntas. En este caso, preguntas en vivo.
Hay algo hermoso y singular en contar una historia de amor de una empleada doméstica: históricamente la ficción le ha concedido a las personas de la clase trabajadora el lugar de la lucha por la supervivencia. Como si los devaneos sentimentales fueran potestad de la burguesía y los pobres sólo pudieran ser representados desde un realismo social, en la mayoría de los casos, estigmatizado. El amor, cuando entra, lo hace como conflicto de clase. Aquí la ecuación varía, pero por eso mismo las dificultades a la hora de construir ese relato se multiplican. Karina habla de amor, pero también de sus dificultades en el trabajo. Cuando tiene que venirse a Buenos Aires por un empleo, la historia con Luis corre peligro de extinguirse o convertirse en algo mucho mayor.
Desde el momento en que se decidió a escribir la historia, Naumann comenzó un rastreo de Karina digno de Gente que busca gente. De un teléfono que aparecía en el diario –que era viejo– dio con una dirección en Buenos Aires –que estaba desactualizada–, de ahí a alguien conocido, y finalmente, con ella. Asustada, sin entender de qué se trataba, le dio la dirección de su trabajo: una zapatillería. Allí fue a verla, pero se encontró con una Karina huidiza. No quería saber nada con el diario. Había cortado con Luis, y no entendía cómo un cuaderno que había tirado hacía mucho había ido a parar a manos de un hombre que decía querer filmarlo. ¿Qué quería exactamente? ¿Qué era lo interesante?
Todos estos momentos de zozobra están representados en Una obra útil. Cuando Karina huía de Gerardo. Cuando Gerardo iba a verla y hablaban rodeados de zapatillas. Cuando finalmente se entienden. Cuando él viaja al pueblo de ella en Uruguay a buscar la casa desde donde escribió gran parte de esas páginas y no la encuentra. Y después las cosas que Karina cuenta en el diario. Cuando se encuentra con Luis en Uruguay. Cuando van a un casamiento y se quedan bailando lentos toda la noche. Cuando van al baile de la Primavera y escuchan a Musicalísimo de Montevideo. Cuando ella consigue trabajo en Buenos Aires y deciden venir juntos. Cuando su patrona de Buenos Aires la echa porque Karina no logra cocinar como a ella le gusta.
¿Cómo representar todo esto? ¿Cómo poner en escena ese entramado de hechos alejados en el tiempo, tejido por el azar y la paciencia? ¿Cómo puede el teatro montar a la vez una ficción y un documental? Una obra útil lo intenta justamente ensayando distintos procedimientos: dos actores que prueban escenas, lecturas directas del diario, narraciones, una cámara que va y viene de la sala, que sale a la calle. Todo con espíritu de “prueba”, ni siquiera de un semimontado, sino directamente de un desmontado. Una obra en estado de interrogación sobre la intimidad de un proceso, la puesta en escena de un cuaderno de notas para una película.
Naumann cuenta que hace poco, mientras hablaba con un amigo por Skype, vio pasar por atrás de la cara de su amigo, a su empleada doméstica. “Esa es mi obra”, pensó. Una empleada doméstica es alguien a quien su trabajo invisibiliza, obliga a estar en el fondo, como si se tratara de un extra de la vida de otro. Ese pensamiento llevó a que la representación de la vida de Karina fuera protagonizada por extras. Además agrega: “Karina pertenece a la clase trabajadora. ¿Cómo se cuenta el trabajo? ¿Con trabajo? ¿Existe ‘trabajar’ sobre un escenario? Los extras sin el aura de un actor o de un director, ¿no son la clase obrera del espectáculo?”.
Por eso mismo la idea del “desmontado”: Una obra útil, no apuesta a ser una obra “bella”, llena de momentos virtuosos, sino más bien lo contrario. Pero tampoco es que tenemos a los extras contándonos sus angustias como en la serie de Ricky Gervais (que acá emite HBO), como si fueran los actores principales. No. En Una obra útil siguen siendo extras. Los miden, los pesan, los catalogan. Siguen siendo fondo. Como Karina. Gerardo dice: “Yo no quería embellecerlos, en nuestra realidad ella sigue estando atrás. Ella sigue siendo una trabajadora. No quería resolver ese problema en la obra, porque no está resuelto en la realidad”.
Como reflexión sobre el futuro de una película –cuyo guión todavía sigue escribiendo, en cuyo guión quizá termine entrando esta obra– Gerardo Naumann parece decir que el verdadero drama, el drama material que late detrás de todo film es ése: la arena donde luchan actores y extras.
Sábados a las 21, en Escuela Nº 9 D.E. 9
Juan Crisóstomo Lafinur (Gorriti 5740).
Entrada $ 25.
Las entradas pueden adquirirse a partir
de una hora antes en el lugar.
Y además se pueden reservar entradas vía mail escribiendo a [email protected].
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