MúSICA > EL RESCATE DE LAS GRABACIONES DE HUGO DíAZ
Hasta ahora, de Hugo Díaz existía sobre todo la leyenda: la del santiagueño que tocaba la armónica con gran virtuosismo e imaginación, que se apropiaba del folklore de modos desconocidos. Mavi Díaz, su hija, también música y ex integrante de Viuda e Hijas de Roque Enrol, acaba de encarar una edición discográfica importantísima: la recopilación, restauración y edición de todas las grabaciones realizadas por su padre. Los primeros lanzamientos Antología I y Antología II (Acqua) abarcan los años ’50, cuentan con Domingo Cura en la percusión y son indicios del nuevo marco estético que se estaba gestando entonces en la Argentina.
› Por Diego Fischerman
La sala estaba casi vacía. Era domingo a la mañana y en Buenos Aires tocaba Bill Evans. Y entre los pocos que allí escuchaban estaba un santiagueño que tocaba la armónica y cuya curiosidad y talento lo habían llevado a hacer el repertorio folklórico como nadie lo había hecho. Hugo Díaz había empezado a grabar a comienzos de los ‘50, había tocado, en los Estados Unidos, con Louis Armstrong y Oscar Peterson y, a fines de esa década, había conocido en Bélgica a su ídolo, Toots Thielemans. Esa mañana de 1973 no podría haber adivinado que Evans publicaría, seis años más tarde, junto a Thielemans. Ni que él, con una carrera deslumbrante y fugaz, moriría en 1978 sin llegar a escucharlo.
Como en el caso de otros músicos argentinos, de Díaz quedó más la leyenda, abonada sobre todo por otros músicos y por un público de jazz que, en la década de 1960 y en el propio jazz no escuchaba una imaginación, una libertad y un virtuosismo como el que oía en sus grupos, donde se incorporaba vibráfono y los músicos –Díaz, Mariano Tito, a veces Eduardo Lagos, su cuñado, el percusionista Domingo Cura– se deleitaban en largas improvisaciones. “Para mí no había una vida normal y una vida de músicos”, recuerda Mavi Díaz, hija del armoniquista y artífice de una de las ediciones discográficas más importantes de los últimos tiempos; la recopilación, restauración y edición de todas las grabaciones realizadas por su padre. “Yo creía que en todas las casas se hacía música. Me enteré de que no recién cuando empecé a ir al colegio”, cuenta quien más adelante se convertiría en integrante de Viuda e Hijas de Roque Enrol. Y es que en la casa de arriba vivía Domingo Cura y su madre, Victoria Cura de Díaz, era la cantante del grupo con el que Hugo Díaz empezó su carrera discográfica, en 1952.
Los dos volúmenes dobles editados hasta ahora, llamados Antología Volumen 1 y Volumen 2, fueron publicados por Acqua, y con una presentación sumamente cuidada, presentan los registros realizados en 1952 y 1953 (en el primero de ellos) y entre 1954 y 1957 (en el otro). “Lo más difícil fue decidir cuándo parar”, explica Mavi Díaz. “Porque los discos, además de los que podíamos tener en la familia, fueron conseguidos de manos de coleccionistas, y en muchos casos sabíamos que alguno que aún no había aparecido podría llegar a hacerlo. ¿Cuándo disponer que no se espera más? ¿Que con lo que hay es suficiente? Esta edición, en todo caso, muestra un panorama todo lo completo que se puede en un país donde prácticamente no se archiva nada y donde no existen instituciones que se ocupen de estas cosas.” El grupo con el que Hugo Díaz grabó en esos discos de pasta, de 78 rpm y con dos temas, uno por lado, en cada uno, estaba conformado por Victoria y él junto a Domingo Cura en percusión, tres guitarristas, José Jerez, Julio Carrizo y Nelson Murúa y, en algunos casos, el arpista Amadeo Monjes. Y el repertorio cubre desde temas tradicionales hasta algunas piezas de los nuevos compositores del noreste y el noroeste que, como Leguizamón y Castilla –de quien hacen “Zamba del pañuelo”– comenzaban a dibujar un nuevo mapa estético para la Argentina.
Con un desarrollo del que resulta inseparable otro mapa, el de las migraciones internas provocadas por la política industrial del peronismo, esa música muchas veces renovadora y sin embargo llamada folklore se extendió por las ciudades acompañada, también, por una explosión del consumo discográfico. “No hubo necesidad, para mí, de separar un lugar aséptico, de investigadora, del de quien recupera la memoria de su padre”, cuenta Mavi Díaz. “Sabía que en este caso ambos personajes iban juntos; que la reconstrucción de mi propia historia era, también, la de una música importante y desde hace mucho ausente del mercado. Si bien hay acuerdos realizados con las grabadoras, en particular con Sony Music, hoy propietaria de RCA Victor, donde mi padre grabó durante todos los sesenta, ahora viene la parte más difícil, que es recopilar esos discos que existen y que el sello podría haber editado de haberlo querido.” La otra dificultad con la que se encuentra la cantante tiene que ver con la presentación en vivo del material de los discos que viene haciendo junto al armoniquista Franco Luciani entre otros. “En ese caso sí es un papel extraño y debería poder dividirme”, dice. “Porque claramente no se trata de un disco mío y siento que ni siquiera los aplausos deben ser para los que estamos tocando. Presentamos un disco de otros. Tocamos nosotros pero nos dejamos habitar por la música de los que grabaron estas obras hace ya más de medio siglo. Somos intérpretes, en el sentido más cabal del término. Lo que yo quiero es poder desaparecer detrás de la música.”
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