Domingo, 6 de diciembre de 2009 | Hoy
CINE > ACTIVIDAD PARANORMAL, EL FENóMENO DE BAJíSIMO PRESUPUESTO
Con apenas 15.000 dólares, el director Oren Peli filmó Actividad paranormal, una película de terror que transcurre casi íntegramente en una habitación y recaudó más de cien millones de dólares, gracias al apoyo de la crítica, una excelente campaña virtual y el definitorio espaldarazo de Steven Spielberg, que no sólo se la recomendó a Paramount después de verla: asegura que tuvo miedo, que en su casa pasaron cosas raras y que ese DVD que le habían dado estaba medio embrujado. Ahora se estrena en la Argentina, por suerte en cines.
Por Mariano Kairuz
Hace diez años fue El proyecto Blair Witch, ahora es Actividad paranormal. Aquélla costó unos 60 mil dólares, fue tomada para su distribución por un estudio pequeño, Artisan, se convirtió en el primer éxito generado a través de un boca en boca virtual, vía Internet, y recaudó más de 140 millones de dólares en Estados Unidos y otros 108 millones en el resto del mundo. Actividad paranormal costó apenas 15 mil dólares y, estrenada dos meses atrás por la Paramount con una fervorosa recomendación de Steven Spielberg y una campaña basada fuertemente en Internet, lleva recaudados 107 millones. A una y otra las unen no sólo el hecho de que encabezan el ranking de películas independientes norteamericanas más redituables de todos los tiempos, sino también el tratarse de relatos de terror con elementos sobrenaturales narrados con un mismo recurso formal: el del falso found footage, la película de video amateur “encontrada”, registrada por sus propios protagonistas/víctimas.
Mientras que Blair Witch transcurría en un campamento en el bosque, Actividad paranormal repite el esquema intentando subir la apuesta: para su director, el ignoto Oren Peli, si Tiburón en su momento alejó a la gente de las playas y Blair Witch de los campamentos, con su película quiso llevar al público a un lugar del cual fuera imposible escapar: el dormitorio. De ahí surge la historia de una joven que habita una casa de San Diego, California. La mujer se siente amenazada por lo que cree que son las manifestaciones de una presencia sobrenatural, mientras que su novio, bastante escéptico en materia de fantasmas y acechanzas del más allá, se toma el asunto como un experimento e instala una cámara en la habitación para ver qué pasa alrededor de ellos mientras duermen. Lo que sigue, por supuesto, son verdaderos problemas de alcoba, los más temibles de todos.
Ahora bien: los diez años que separan a Blair Witch y Actividad paranormal deberían haber significado el fin de la inocencia respecto de estos “fenómenos” comerciales hechos por dos pesos. Las dos películas funcionan de manera genuina a la hora de asustar a su público, pero también es cierto que ambas son en buena medida creaciones de marketing. Entre una y otra además ocurrió algo que hace de Actividad paranormal una experiencia relativamente menos novedosa de lo que fue Blair Witch en su época: aparecieron una gran cantidad de películas de terror narradas con el ardid de la videocámara amateur. En una década de avanzada digital sobre el cine, de YouTube, de noticieros alimentados de filmaciones tomadas por los espectadores con las camaritas de sus celulares, fueron éxitos considerables films de un solo truco como la española Rec y su secuela y su remake hollywoodense Cuarentena; así como Cloverfield, y la quinta entrega de la saga de zombies del veterano George A. Romero, Diario de los muertos, mientras que en Redacted, Brian De Palma se sumó a su manera a la ola con un mosaico audiovisual de la guerra en Medio Oriente. Lo que distingue a Actividad paranormal de todos estos films y tiende un puente directo hacia Blair Witch, aparte de su bajísimo costo, es que, invento publicitario o no, la crítica especializada de los medios estadounidenses parece haber comprado la propuesta de buena gana, acaso un poco aburrida de la porno tortura y las remakes del cine de terror de los ’70. Y entonces se entregó alegremente a reproducir la historia de cómo una película de 15 mil dólares se convirtió en el fenómeno comercial del año, de cómo fue que Spielberg la avaló abiertamente, y cuáles fueron los pasos seguidos para pergeñar semejante éxito, una década después de Blair Witch.
El dato ineludible de esta historia es que existen dos versiones de Actividad paranormal. Una es la que se estrenó en Estados Unidos, que es la misma que se estrena el próximo jueves en los cines argentinos. La otra, bastante parecida pero no igual, es la que circula pirateada por Internet y entre los manteros de la calle. La versión estrenada tiene un final ostensiblemente diferente, y algunas escenas adicionales, además de algún ajuste de montaje. La versión pirata es la original; la que su director Oren Peli –israelita de 39 años instalado hace veinte en Estados Unidos, programador de videojuegos sin ningún tipo de educación cinematográfica formal– filmó hace tres años con dos actores desconocidos, la asistencia de su novia y su mejor amigo, y su propia casa en San Diego como único set, a lo largo de siete días. Esa es también la versión que Peli envió a festivales de cine de terror como el Screamfest Film (que la exhibió en octubre de 2007) e independientes como Slamdance (enero 2008), y que luego fue rechazada por Sundance. En su paso por estos festivales en busca de un posible distribuidor, Oren Peli entregó DVD de su film a mansalva, lo cual explica cómo es que hoy está disponible en Internet. El año pasado, una de estas copias terminó en las oficinas de Dreamworks, el estudio fundado por Steven Spielberg. Ahí es donde arranca el camino de la película hacia los 107 millones.
La primera persona que la vio en Dreamworks fue la productora ejecutiva Ashley Brooks, que le insistió a su jefe, Adam Goodman, para que la viera. Este, a su vez, se la pasó a su jefa, Stacey Snider, y ella a Spielberg. Quien, cuenta el rumor puesto a circular por todos lados, se la llevó a su casa para verla a la noche y la devolvió al día siguiente en una bolsa de basura diciendo que el DVD estaba “embrujado”. El director de ET alegó que debió interrumpir la película porque le daba bastante miedo y que poco después una puerta de su casa se cerró sin motivo aparente, y de manera tal que no pudo abrirla hasta conseguir un cerrajero. Al terminar de verla durante la mañana siguiente, agregó, la experiencia diurna fue igual de aterradora. No importa si uno está dispuesto o no a creerse el cuento; lo que es llamativo es la convicción con la que Spielberg apoyó el proyecto del estudio –que en ese entonces estaba asociado a Paramount– al adquirir la película de un desconocido. Paramount le pagó a Peli 300 mil dólares por sus derechos (y los de eventuales secuelas) pero no con la intención de estrenarla sino para rehacerla, con Peli en la dirección, un reparto de actores famosos y el gastadero de dinero habitual. Peli aceptó, pero, sigue la leyenda, el entusiasmo de Spielberg fue determinante y el estudio decidió hacer un lanzamiento limitado del film original, con la condición de que Peli le ajustara un poco la edición e hiciera algunos cambios, entre ellos el del final. El costo de estos adicionales fueron, según la información “oficial”, de 4 mil dólares, que se sumaron a los 11 mil que le había costado el rodaje y la posproducción original. Peli filmó varios finales alternativos, hasta que quedó el que puede verse hoy, que fue sugerido por Spielberg y que le agrega un efecto visual mínimo que está bien lejos de aportarle sutileza a su resolución. Existe un tercer final que Peli llegó a proyectar con público en una única ocasión, en el que –y el que no quiera ninguna pista sobre la resolución del film, que salte hasta el próximo párrafo– su protagonista femenina se abre la garganta con un cuchillo.
Una vez agregado el nuevo final, un explosivo conflicto entre Paramount y Dreamworks que tuvo lugar el año pasado retrasó el lanzamiento por meses. Finalmente en manos de Paramount, se decidió estrenarla en septiembre de este año a modo de prueba en varias salas de ciudades universitarias, habilitando simultáneamente un sitio en Internet a través del cual el público podía reclamar que la película llegara hasta su localidad. Si el sitio juntaba un millón de solicitudes, le prometió Paramount a Peli, estrenarían su película a nivel nacional.
La cuestión detrás de toda la historia de la distribución comercial de la película es si, después de todo, vale la pena verla. Si asusta. En lo formal no es nada impactante: ni en crecimiento dramático, ni en actuaciones, y hay varios momentos que parecen un mal chiste. Pero lo más importante acaso sea no el susto que uno se lleva en el cine sino que el que uno se lleva a su casa. Y ahí sí, el impresionable tendrá material para el insomnio. Para quedarse mirando el techo, y, cuando los ojos ya se han acostumbrado a la oscuridad, divisar sombras que parecen (¿o no?) moverse. O encontrar, entre todos esos ruidos nocturnos más o menos cotidianos que proveen las cañerías, el crujir de la madera que se contrae y expande, las corrientes de aire, un sonido cuyo origen no podemos identificar. Ahí es donde uno, el hipotético impresionable, preferiría no haber visto Actividad paranormal en la última función de la noche. Y donde queda claro por qué este tipo de cuentos tan rudimentarios terminan por ser efectivos aunque se encuentren varias categorías debajo de obras maestras como El exorcista o El bebé de Rosemary.
El otro interrogante es qué será de Peli después de Actividad paranormal. Las carreras de Edward Sánchez y Dan Myrick, los artífices de Blair Witch, se desvanecieron casi sin dejar rastros, como los protagonistas de su película. Peli parece estar moviéndose más rápido: ya tiene en posproducción su segundo largo, Area 51, filmado por 5 millones de dólares y con distribución de Paramount asegurada. En otras palabras, está hecho un demonio.
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