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Domingo, 24 de enero de 2010

ACONTECIMIENTOS > MICKEY MUTA

El lado oscuro

El Ratón Mickey seguramente es el personaje que más y mejor ha conquistado otras culturas, aunque ni siquiera su creador sabía muy bien por qué. Correcto, mandón, entusiasta y de una sonrisa exasperante, a los 82 años sigue facturando billones y sosteniendo un imperio. Sin embargo, sus dueños descubrieron que la aceptación bajaba entre las nuevas generaciones, crecidas a la luz de Pixar, Nickelodeon y Los Simpson. Por eso, decidieron acometer la operación más compleja de la industria del entretenimiento desde el cambio de sabor de la Coca-Cola: cambiarle el carácter a Mickey y hacerlo abrazar el lado oscuro. A partir de septiembre, el nuevo Mickey mostrará las orejas y los dientes en el juego de consola Epic Mickey. Acá, un anticipo.

 Por Rodrigo Fresán

A no confundirse, a no dejarse engañar por maniobras de distracción como la llegada de una negra al rebaño de las princesas marca Disney o la polémica en foros y aledaños en cuanto a que la Avatar de James Cameron no es más que un calco de la Pocahontas de los descendientes del King Walt. Pequeñeces, minucias, intrascendencias.

La verdad –lo importante– está ahí adentro. Y semanas atrás leí en The New York Times que los hombres de negro con sombreritos de orejas circulares se habían reunido en algún bunker subterráneo de Futureland para discutir el Expediente M. Y top-secret y classified y –paren las rotativas y suenen las alarmas– se viene uno de los movimientos inesperados y más revolucionarios y transgresores en toda la historia del asunto: cambiar, por fin, el insoportable carácter y personalidad del personaje más célebre e importado y asimilado por todas las culturas en toda la historia de la humanidad. Seguro que lo conocen: un roedor de 82 años de edad universalmente conocido como Mickey Mouse.

TIRON DE OREJAS

“Todo está en las orejas”, se rindió sin resistencia John Updike en su prólogo a The Art of Mickey Mouse, donde se recopilaban visiones alternativas –de Warhol & Co.– de aquello que se sabía iconográficamente redondo, dos veces redondo, perfecto.

Lo demás –el resto– es otra cosa.

Y, sí, Mickey Mouse siempre fue molesto ya desde su voz. Pero lo que siempre irritó más que nada fueron su corrección, su constante buen humor, su equilibrio mental (en contraposición a la eterna neurosis psicótica de Donald y la evidente falta de luces de Goofy), su compulsión de perfecto mouse-scout (indignarse con su entusiasmo todo-terreno en cualquier episodio de La casa de Mickey Mouse cualquier día de estos en el Disney Channel) y sus aires dictatoriales apenas disfrazados de un servilismo de pasivo-agresivo.

Se sabe: en todos estos años Mickey apenas se había permitido el pecado de una sola desobediencia en el que paradójicamente tal vez haya sido su más grande momento, en el corto “El aprendiz de brujo” incluido en el film sinfónico Fantasía, de 1940. Y todo parece indicar que los que se preguntan dónde está mi queso cortesía del rendidor ratón (Mickey produce unos cinco billones de dólares al año en merchandising) han comprendido que a los niños les gusta que sus héroes sean un poco más... malitos.

De ahí que la cosa se manejara con extrema delicadeza porque no hay material más sensible que un clásico a manipular. Y si se equivoca la fórmula perfecta a alterar –recuérdenlo– puede suceder lo que sucedió en su momento con aquella New Coke: la chispa de la vida se convirtió en el chisporroteo de la muerte y, vamos, rápido, volver a poner todo como estaba y aquí no ha pasado nada, por favor, olvídenlo.

EL MICKEY QUE TE PARIO

Recordar aquello que grita Fredo Corleone en El Padrino II justificando su traición al capo y hermano Michael Corleone: “¡Envíen a Fredo a hacer esto o a hacer aquello! ¡Hagamos que Fredo se haga cargo de algún clubcito Mickey Mouse en alguna parte!”.

Y a principios de los años ‘80, Margaret Thatcher se refirió al para ella ineficiente parlamento europeo como “Club de Mickey Mouse”.

Y las fuerzas armadas norteamericanas se refieren a las tareas más humillantes –como limpiar baños y cubiertas y hacer camas– como “trabajitos de Mickey Mouse”.

Y en las elecciones norteamericanas, en las boletas de voto, cuando se trata de manifestar la disconformidad con todos los candidatos, se suele pedirles a los electores que marquen una casilla donde aparece, sí, el nombre de Mickey Mouse.

Y, de acuerdo, siempre hubo revisiones y bestializaciones del ratón que fueron desde un Mickey negro ya en 1930 pasando por Mickeys drogadictos y luchando en Vietnam en los ‘70 hasta ese episodio de South Park en el que M.M. aparece como un despótico jefe de estudio cinematográfico. Pero nunca hasta la fecha se habían planteado modificaciones al plan original de 1928 trazado por Walt Disney y por un tal Ub Iwerks (a quien sólo recuerdan los especialistas) con la única diferencia de un nombre que empezó siendo Steamboat Willie, después y sólo en conversaciones Mortimer, y finalmente, Mickey en Plane Crazy (1928) donde, seamos sinceros, su comportamiento no era del todo ejemplar.

Desde entonces, unos cuantos retoques gráficos como ponerse sus característicos guantes en 1929.

Y poco más.

Ahora, la cosa cambia. Ahora Mickey –como Henry Jekyll, como Frodo Baggins, como Anakin Skywalker– abraza el lado oscuro.

EL RATON Y EL MOUSE

Y el primer resplandor de esta nueva oscuridad lo vislumbraremos el próximo septiembre cuando salga al mercado el video-game más esperado en mucho tiempo: Epic Mickey. Y ya se han colado dibujos del New Mickey a prensa e Internet (verlas en Google Images) y lo cierto es que la cosa pinta bien: un Mickey más retro y que muestra los dientes como disparo de partida para una movida que –coincidiendo con la apertura de un parque temático en Shanghai luego de dos décadas de negociaciones– incluirá la puesta al día de los DisneyWorlds ya existentes convirtiéndolos en lugares un poquito más siniestros.

¿Las motivaciones para todo esto? Los ejecutivos descubrieron que apenas el 20% de las multimillonarias ganancias de Mickey provienen de bolsillos norteamericanos. ¿Por qué? Las nuevas generaciones de chicos y no tan chicos Made in USA han crecido bajo las radiaciones de Pixar y canales como Nickelodeon con productos subversivos como Bob Esponja & Co.

Así, el ratón y su casi patológica corrección política ya no les resulta especialmente atractivo o interesante del mismo modo en que no les interesa tomarse la sopa, irse a la cama temprano o preocuparse por sacar buenas notas. De ahí, de pronto, un Mickey con algunas gotas de sangre amarilla de Bart.

Así, en Epic Mickey –cuya creación arrancó en el 2004– el ratón es más bien rata. Y, aunque no vaya matando gente por ahí o transmitiendo la peste bubónica a diestra y siniestra, Mickey aparece más bien travieso e irresponsable.

Y, sí, también es el héroe.

Porque algunas cosas no cambian nunca.

En Epic Mickey -–primer juego de una trilogía diseñada para la consola Wii de Nintendo por el afamado Warren “Deus Ex” Spector y los Junction Point Studios– vuelve a explotarse un filón narrativo que siempre funciona. Una veta que ya había sido detectada por largometrajes como ¿Quién engañó a Roger Rabbit? de Robert Zemeckis (de 1988, donde un detective privado viajaba a la enloquecida Toonland) y Cool World de Ralph Bashki (de 1992 y donde Brad Pitt interactuaba con una Kim Basinger de dibujo animado). A saber: los entintados rencores de quienes sólo quieren dejar su papel en el papel para sentir los placeres de la carne.

Siguiento estas líneas, en Epic Mickey, el Gran Ratón –armado con un pincel a modo de Excalibur– viaja a una Cartoon Wasteland a la que van a dar los dibujitos olvidados. Una tierra baldía que no es otra cosa que una versión lóbrega y steam-punk de Disneylandia donde –en los diferentes stages– Mickey entrará en una mansión embrujada, se perderá en una encarnación bizarra y aterrorizante de la atracción It’s a Small World donde las cantarinas muñecas internacionales se parecen demasiado a Chucky, se cruzará con un Donald mitad robot y mitad zombi y, por fin, se enfrentará al enemigo que lo ha odiado apasionadamente a lo largo de tantos años: Oswald, The Lucky Rabbit.

CORRER EL CONEJO

Porque Oswald es el Rey de la Cartoon Wasteland. Una suerte de Mickey Mouse de esa Zona Muerta. Y hagamos memoria: Oswald fue el primer personaje creado por Walt Disney en 1927 y que –por una cuestión de derechos y falta de presupuesto; la Disney recién lo recuperaría en el 2006– acabó siendo propiedad de los Universal Studios y relegado a papel de eterno y no demasiado exitoso segundón. Desde entonces –nos enteramos en Epic Mickey– Oswald sólo quiere vengarse de aquel a quien considera un usurpador de su legítimo trono. Y con la accidental creación de Phantom Blot o la Mancha Fantasma –la culpa es de Mickey, quien derrama un frasco de aguarrás sobre los planos de la Cartón Wasteland dibujados por el brujo Yen Sid– Oswald siente que su oportunidad ha llegado. Phantom Blot llevará a Mickey –a través del espejo– a la Cartoon Wasteland y la cosa pasa por si Mickey conseguirá que el resentido Oswald (quien ha comenzado a ser tímidamente introducido en el merchandising de Disney pero –aunque en Japón sea todo un ídolo y esté en todas partes– no se lo suele ver caminando por las calles de DisneyWorld) le ayude a volver a casa. O a no volver.

EL OTRO, EL DOBLE

En 1978, a propósito de su medio siglo de vida, Mickey Mouse fue el primer personaje animado en recibir su estrella en la Walk of Fame. Pisarla a la altura del 6925 de Hollywood Boulevard.

Y fue Mickey Mouse quien ha competido ferozmente con otro conejo –Bugs Bunny– por ver quién es el más popular de los dos llegando a firmar contrato, en la ya mencionada ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, donde se estipulaba que uno y otro recibirían exactamente el mismo tiempo en pantalla.

Ahora –solucionados sus problemas de competencia con Bugs Bunny y con ganas de volver a lo más alto o subir más alto todavía– Mickey se dispone a enfrentarse al más grande rival con que jamás se haya batido: él mismo.

Interrogado en 1930 acerca del ya entonces inexplicable atractivo de Mickey, Disney teorizó: “No lo entiendo. Intento comprenderlo pero nunca llego a una conclusión cierta y definitiva. Es un personajito simpático que nunca le hace mal a nadie, que se mete en líos que no ocasiona, y que siempre sale de allí sonriendo. Hay mucho de este ratón en mí y de mí en este ratón”.

Puede ser.

Recordar que Walt Disney –quien prestó su voz a Mickey a lo largo de veinte años– colaboró con el FBI y delató a comunistas, dibujó negritos serviles, se rió descaradamente y caricaturizó con crueldad en sus películas a los países tercermundistas y a sus habitantes, puso a pastorear vacas sin ubres, condenó la huelga de los estudios de 1940, explotó alegremente a sus empleados y, dicen, nació en realidad en España, bautizado como José Guirao Zamora, dado en adopción a una pareja de norteamericanos que pasaba por allí, y vivió y murió obsesionado por encontrar a sus verdaderos padres.

Mickey Mouse siempre supo de dónde venía y a dónde iba.

Walt Disney -–contrario a lo que afirma la leyenda urbana– jamás fue congelado justo después de morir.

Mickey Mouse, en cambio, fue congelado en vida.

Ahora alguien desenchufa la heladera y, pronto, encenderá la consola y abrirá la pantalla para ir a jugar.

Play.

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Las nuevas generaciones de chicos y no tan chicos han crecido bajo las radiaciones de Pixar y canales como Nickelodeon con productos subversivos como Bob Esponja & Co. y la casi patológica corrección política de Mickey ya no les resulta especialmente atractiva. De ahí un Mickey con algunas gotas de sangre amarilla de Bart.
 
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