ENTREVISTAS > RUBéN RADA HOMENAJEA A LA CANCIóN RIOPLATENSE
Después de un par de discos de canciones propias, Rubén Rada vuelve igual a sí mismo pero siempre distinto. Esta vez con Fan, un asombroso homenaje a la canción rioplatense a ambos lados de las orillas: de Mateo y Fattoruso a Calamaro y Charly. Radar charló con él del mapa que la selección de canciones traza sobre su propia vida, de sus noches en La Cueva con Tanguito y los huevos fritos, los ’70 con Tarantini y las modelos, los ’80 con la democracia y el MAS, los ’90 con Suar y la TV. Y de ese personaje que lo atravesó todo: su otro yo llamado Rubén Rada.
› Por Martín Pérez
Los dedos golpean la mesa. La voz que, en vez de contestar, canta. Y cuando puede, incluso imita. Además de músico, Rubén Rada es un showman. Su carrera podría resumirse en la traicionera dialéctica entre esos dos rostros de un mismo artista, que no tendrían por qué ser contradictorios. Y no lo son ante el grabador de un periodista, al menos. Porque Rada hace ritmo con las manos, entona alguna tema o imita la voz de Spinetta –“Me encanta, nadie canta mis canciones”, dice que comentó cuando le adelantó que iba a versionar un tema suyo... ¡y lo saca perfecto!–, y así cualquier entrevista es un show. Hasta dan ganas de cantar con él cuando entona estrofas de temas viejos, como “La Rada” o “Malísimo”, perlas únicas en una carrera que oculta tesoros similares en cada recodo de un camino muy largo, que supo llevarlo de la pobreza extrema hasta cada una de las privilegiadas cimas que puede alcanzar un músico popular. Un camino que siempre es de ida y vuelta, claro. “Por eso me emocioné cuando supe que cuando se reunió Sui Géneris hace poco, Charly García estaba en la ruina, no tenía ni un mango. Y Pelo Aprile, productor de ese disco, ordenó que le enviasen diez mil dólares, para que no esté mal –comenta Rada–. Y eso me emocionó, porque una persona que tiene dos dedos de frente no puede pensar que Charly no tiene ni un mango. O que Rada no tiene un mango. Pero así somos nosotros, los músicos. Pasa una guitarra, un equipo o una consola, y la compramos, aunque enseguida no sirva para nada.” Si Rada habla de Charly es porque acaba de grabar uno de sus temas en su nuevo disco, en el que homenajea a músicos uruguayos y argentinos. Su elegido es “No voy en tren”, un tema que marca más a la época que al compositor. Pero Rada asegura que la grabó con un amor increíble. “La canté porque tiene que ver conmigo. Me gusta lo que dice Charly. Y le agregué una frase: Yo no me copo con nadie. Que para mí era lo que le faltaba a esa canción”, dice el músico en lucha permanente con el showman que hay en él. Y viceversa. Pero que no se copa con nadie. Así es Rubén Rada. El hombre que siempre responde cantando.
Así se lee el título de su último álbum, un generoso disco de versiones, cuando en realidad al que deberían versionarlo es a él. “Todo el mundo festeja sus 20 años de tal cosa, 40 de tal otra, y yo llevo 56 años en esto”, bromea Rada, que hace poco dijo que se retiraba de la música. “Pero si me paso un año sin trabajar, voy preso”, apunta con una sonrisa. Subtitulado Pa’ los amigos, ese disco en el que Rada hace temas tanto de Fernando Cabrera y de Mateo como de Páez y Calamaro, es en realidad un muestrario de sus gustos musicales y amistades personales, con un pie en cada orilla del Río de la Plata. Como siempre ha sido su vida. “Quería grabar temas de autores argentinos que son populares en Uruguay, y al mismo que los argentinos conocieran la música uruguaya. Por eso del Uruguay busqué canciones no tan comerciales.” Fan es un disco que llega después de Bailongo, un disco bien negro (“Pero al que nadie le dio bola”, apunta Rubén, encogiéndose de hombros) y de Varsovia, un doble en vivo junto a Malosetti, quien eligió sus temas preferidos del repertorio de Rada, y es casi el homenaje que el mundo de la música rioplatense aún no se decide a hacerle. “Me lo hicieron este verano en Alemania, donde llevé un repertorio impresionante. Tocamos temas como ‘Biafra’, ‘Dedos’, ‘Martuán’. Y ‘Montevideo’, que es un tema que hace tiempo que no toco, porque no llego con el falsete. Hice cantar a todos los alemanes. Terminamos en la calle, con quince tambores de unos uruguayos que tienen una murga allá. Al final los músicos lloraban de emoción. Me decían: ‘Al fin, Radita. Tenemos que tocar siempre esto’. Y yo les respondía: ‘Pero si tocamos esto en las fiestas, no vivimos’”, se resigna Rada, que se ríe de su propia respuesta, revelando así lo que el encogimiento de hombros escondía al hablar de la indiferencia ante un disco como Bailongo. Porque Rada sabe que, más allá –o más acá– de la música, el show debe seguir. O al menos entiende que eso es lo que le piden. “Gané tres premios Gardel: uno por Alegre Caballero, como pop latino. Otro como Rubenrá, en el rubro para niños. Y un tercero como revelación, como Richie Silver. Pero ninguno como lo que soy yo, con discos como los dos Montevideo, Black o Candombe Jazz Tour. Con ninguno de esos gané nada.”
Algo que se puede leer en la elección de temas para Fan es dónde era que estaba –y qué escuchaba– Rada en cada época de su carrera. Durante los ’60 y ’70, del otro lado del charco. En los ’80, de éste, ya que todos los temas argentinos son de ese período. Y en los ’90, otra vez allá. “Puede ser”, acepta, ante la contundencia de la lista de temas. “Pero yo viví en todas las épocas en Argentina. Vine por primera vez a los 10 años, con Gloria Marín y Adolfo Stray en El Nacional. Cantaba un candombe, ‘Soy un negrito de San Telmo’. Me aburrí de ver tetas y culos. Bah, en realidad no me dejaban dormir, daba vueltas toda la noche. Vivíamos en la cancha de Huracán”, recuerda Rada, al que nunca se le terminan los recuerdos. Asegura que en los ’60 vino como Aros Rada, y supo frecuentar La Cueva, donde se cruzaba con Los Mockers, Los Búhos, Los Vips, Los Gatos, Los Shakers, Sandro y Los de Fuego y Tanguito.
¿Qué te acordás de Tanguito?
–Que venía y te mojaba el huevo frito.
¿Cómo?
–Sí. Estabas comiendo, y él venía con un pan y te mojaba el huevo frito, que es lo más odioso que puede haber. Pero yo recuerdo de él lo que recuerda Ricardo Lew, un músico al que conozco desde entonces. Y cuando lo llamó Fernán Mirás, antes de filmar Tango Feroz, para que se juntaran a charlar de Tanguito, Lew le dijo que no hacía falta que se reúnan, que Tanguito nunca hizo nada, que era apenas un rompebolas, un mito que creó la gente. Y la verdad que no tengo ningún recuerdo de Tanguito cantando y rompiendo todo. Sí, agarraba la guitarrita y tocaba un temita. Y todos lo queríamos. Pero no más que eso.
Puesto a recordar, es difícil detener a Rada. Cuenta entonces sobre su salida de Los Shakers, donde al comienzo tocaba la batería. “Porque ellos imitaban a Los Beatles y, cuando los agarró un productor porteño, el negrito no daba ni en pedo, y se quedó afuera”, se ríe. También se acuerda de haber tocado en la inauguración del Sheraton con un grupo llamado SOS, o sacar entrada para la película Socorro con los integrantes del Con’s Combo, y ver cómo la gente salía de las peluquerías que había en aquel entonces en calle Lavalle para gritarles de todo por llevar el pelo largo. “Tampoco me olvido de las chanchitas, de las que bajaban los milicos y te rapaban de oreja a oreja. Te dejaban una raya y tenías que ir a cortarte el pelo. Yo viví eso.” Rada también disfrutó de la buena vida, gastando en Recoleta el dinero bien ganado en Europa, hacia fines de los ’70, junto al trompetista Benny Izaguirre. “Parábamos en el bar La Rambla, entre los boliches Bwana y Africa. Nos patinamos toda la guita que trajimos”, explica.
No debía ser una buena época para andar por Buenos Aires...
–Pero nosotros estábamos con Tarantini y las modelos. Y para los milicos, los negros no tienen cabeza. Era lo mismo en Uruguay. Si sos negro, sos ignorante. Eso piensan. No se imaginan que podés ser de izquierda a muerte. Con el grupo Tótem fuimos los creadores del Frente Amplio. Y acá, cuando muchos rockeros estaban tocando en el Obelisco para Alfonsín, yo estaba en el bar La Paz tocando para el MAS.
La rueda de recuerdos se detiene con la llegada de lo que Rada denomina las ambiciones. “Que llegaron porque tenía que criar a mis hijos”, asegura. Y explica que a mediados de los ’90, cuando llegó de México –donde se había ido con una mano atrás y otra adelante luego del fracaso de su carrera en Argentina–, tuvo que decidirse a levantar el teléfono y ponerse a trabajar. ¿De qué? De Rada. “Porque yo tengo un personaje, como lo tiene China Zorrilla, que es muy querido –revela–. Me acuerdo de que cuando Suar me llamó para Gasoleros, le dije que yo no era actor. ‘Hacé de Rada’, me dijo. Y eso lo puedo hacer, porque es lo que hice toda mi vida.” En esta última época de su carrera –o de sus recuerdos– también logró ser un gran vendedor de discos. “Algo que nunca había hecho antes, y por eso tenía el berretín.” Fue de la mano de Cachorro López, cuándo no. “Me dijo: ‘¿Querés vender discos? Dame las canciones y no vengas al estudio, quedate en tu casa’”, se ríe Rada. “Muy capaz el tipo, cuando le mostré ‘Cha Cha Muchacha’ me dijo enseguida: ‘Ese es el hit’”. Después vino otro hit: ‘Adorable Caballero’. Y con esos dos éxitos, asegura Rada, laburó como loco. “Sin embargo, cuando viajo al lado de los Fattoruso no dejo de pensar: ‘¿Y si armamos otra vez Opa?’. Sería maravilloso”, fabula Rada, que tiene planes para regrabar todos sus candombes en un disco, y ya está grabando un segundo álbum como Richie Silver. “Lo que pasa es que yo soy simpático y amargado, qué querés que le haga –se disculpa–. En las Flores de Bach, mi mujer dice que soy agrimony: el tipo que quiere que todo el mundo esté feliz, pero en el fondo es un tipo triste. Y yo vengo de la tuberculosis, y de cagarme de hambre, así que tengo esa dicotomía”, dice el hombre que canta para los amigos. Y que se confiesa feliz de ver a tantos músicos uruguayos triunfando más allá de las fronteras del paisito. “Es algo que me da mucha alegría. Como que me hayan invitado los chicos de No Te Va Gustar. Me siento como Drácula: ¡Sangre nueva!”, bromea Rada, siempre cómodo en su dicotomía.
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