TELEVISIóN >PARTY DOWN, LA MEJOR SITCOM DEL MOMENTO
Mientras reina en la televisión norteamericana la serie de una hora, de la mano del éxito de Lost, 24 o Dr. House, las comedias de treinta minutos fueron quedando en un segundo plano. Pero, en ese relativo paso al costado, a veces se encuentra lo mejor de la pantalla. Como Party Down, que estrena su segunda temporada en el cable local, sobre un grupo de jóvenes que se mudaron a California para triunfar en Hollywood pero, mientras tanto, trabajan en una empresa de catering.
› Por Mariano Kairuz
Si la vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes, a los protagonistas de Party Down –la extraordinaria comedia que acaba de empezar su segunda temporada en I.Sat– eso que pasa parece estar pasándoles por arriba como un tren. Sus otros planes tienen que ver con triunfar en la industria del espectáculo; lo que les sucede mientras tanto es que tienen que trabajar de otra cosa. Como le pasa a tanta gente. Y en particular, como les pasa a tantos que, como ellos, llegan a California para convertirse en estrellas de cine y mientras tanto trabajan en el servicio gastronómico, como empleados de una compañía de catering llamada, justamente, Party Down. Producida por el canal de cable norteamericano Starz desde el año pasado –condición que le habilita cierta libertad para la incorrección política que, en general, está restringida en las series hechas por las cadenas de televisión abierta–, Party Down echa una mirada impiadosa pero casi nunca cínica sobre las ambiciones, frustraciones, mezquindades, resignaciones y resentimientos de sus protagonistas, riéndose alternativamente de y con ellos.
No es poca cosa; y ahora que, con Lost, 24 y la estela que dejaron a sus espaldas, sigue quedando claro que este momento televisivo pertenece a la serie dramática de una hora (como los ‘90 fueron de la comedia de 30 minutos), Party Down se ha ido instalando con un perfil bajo, discretísimamente, como la mejor y más atípica sitcom de la actualidad.
Y no deja de ser sugestivo que para dedicarse a Party Down el productor y guionista John Enbom hiciera una jugada arriesgada, al menos en términos “profesionales”: dejó de lado uno de esos programas nacidos del “reinado” de la serie dramática y de aventuras, la irritantemente mala Las crónicas de Sarah Connor, eslabón menor e incoherente de la saga Terminator. Enbom cambió la aventura por la desventura junto con sus coguionistas Dan Etheridge, Rob Thomas y el actor Paul Rudd; y si bien el nombre de este último (Rudd) parece clave por su lugar central en la nueva comedia norteamericana (la del productor Judd Apatow, la de compañeros generacionales muchas veces salidos de Saturday Night Live, como Adam Sandler), las desventuras de Party Down parecen abrevar también en el esquema de algunas de las mejores comedias televisivas inglesas de los últimos años. Lo que equivale a decir The Office y Extras, las dos grandes creaciones de Ricky Gervais.
Los parecidos se hacen evidentes desde el minuto uno del primer episodio, cuando conocemos a Ron (el actor Ken Marino, de Veronica Mars, pero todavía un desconocido por acá), el motivado, forzadamente entusiasta team leader de la compañía. Ron se toma demasiado en serio un trabajo que cada uno de sus subalternos padece como una condena, con una capacidad tal para caer sistemáticamente en el ridículo, una torpeza a la hora de tratar de granjearse confianzas y complicidades que recuerda automáticamente al inolvidable David Brent que componía Gervais en The Office, uno de los personajes catódicos más insoportablemente incómodos de todos los tiempos. Sin embargo, el sueño que abriga Ron es el más terrenal de todos: a fuerza de una abnegación patética, ha reunido parte de los ahorros necesarios para adquirir la franquicia de una cadena de comidas rápidas, presunto trampolín al empresariado millonario y más allá.
A Marino lo acompaña un reparto sólido y parejo como pocos: la encantadora Lizzy Caplan es la perseverante aspirante a stand-up comedian que no se arredra ante los infinitos rechazos acumulados; Ryan Hansen es el galán descerebrado y despreocupado; Martin Starr (de la malograda pero imperdible serie Freaks & Geeks, y revelación de Adventureland) es el anteojudo nerd que espera que Hollywood descubra sus guiones de ciencia ficción y finalmente retribuya su genio; y Adam Scott es el ex actor cuya suerte quedó sellada (para mal) cuando su cara se vió pegada a un popular slogan publicitario. Henry es el único que ya abandonó toda esperanza; el único del grupo que no dice que “en realidad yo no soy camarero, yo soy actor”. El único que ya no tiene otros planes. El reparto estaba originalmente coronado por la presencia de ese prodigio todavía no suficientemente descubierto que es Jane Lynch, lunática comediante de varias de las películas de Christopher Guest, mujer de una estatura imponente que por estos días cumple 50 y que en los primeros episodios de Party Down interpretó a Constante Carmell, secundaria y extra veterana de cientos de series y películas que, a pesar de todas las pruebas a la vista, se caracteriza por un buen humor y un espíritu imbatibles. La mala noticia es que Jane Lynch abandonó la serie antes de terminar su primera temporada, porque su popularidad un poco under y de culto le garantizó un lugar (seguramente más duradero y mejor pago) en otra comedia, Glee, y las limitaciones de producción de Party Down no les permitió a sus responsables asegurarse la permanencia del elenco. En eso, tal vez a la fuerza, también se emparienta con una de las más saludables características de The Office y otras comedias inglesas: su brevedad. Cada uno de los dos programas de Gervais marcó un hito a nivel internacional, con apenas una docena de episodios distribuidos en dos temporadas. Party Down cuenta con diez en su primer año y diez en el segundo, el que ahora se estrena acá y esta noche termina en Estados Unidos. La fórmula perfecta para combatir ese desgaste que aniquila a casi todas las series norteamericanas.
La inteligencia de los guiones de Party Down también arroja esa mirada irónica que les dedica a los personajes principales sobre sus clientes. Que cambian en cada capítulo y en general son gente rica de California, a veces miembros de esa industria a la que los atribulados camareros quieren pertenecer. Pueden ser abúlicos y habitantes snobs de la vida suburbana, o empresarios que abren las puertas de sus mansiones en busca de inversores, o productores de cine porno, o ancianos vitalistas reunidos tras la consigna de una sospechosa gurú de la juventud eterna, o una excéntrica boda gay de Hollywood, o un congreso republicano de muchachos triunfadores. Toda esa gente a la que Roman (Starr) desprecia por su burguesa decadencia, mientras Henry empieza a verlos con un poco de sana envidia, pensando que después de todo tal vez no esté tan mal la idea de abandonar sus absurdas ambiciones artísticas y abrazar la comodidad de las profesiones liberales de ingresos estables. De empezar a ajustar un poco los planes para que se parezcan a todo eso que nos pasa por encima mientras estamos ocupados planificando.
Party Down se da los lunes a las 23 por I.Sat.
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