Dom 18.07.2010
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TEATRO > EL FENóMENO PIZARNIK: TRES OBRAS INSPIRADAS EN SU OBRA

Las amantes del viento

Alejandra Pizarnik es –junto con Julio Cortázar– uno de los autores iniciáticos en la literatura argentina. Pero con la misma devoción con que se la lee, cae en un injusto olvido a medias. Si a eso se suma la complejidad, el surrealismo y la concisión de su poesía, resulta difícil de imaginar una adaptación de su obra al teatro. Sin embargo, por estos días no hay una sino tres en cartel, que llevan de maneras diferentes pero asombrosamente inspiradas esas palabras al escenario.

› Por Mercedes Halfon

Para alguien que se inicia en la poesía, es muy probable que caminando por la calle Corrientes caiga en sus manos un ejemplar de los poemas de Alejandra Pizarnik. Es la poeta local que más se lee en la primera juventud, y a la vez la que más se olvida. Una característica que comparte con otra súper estrella de nuestra literatura: Julio Cortázar. Ambos son escritores iniciáticos, responsables del despertar literario de muchos, pero luego su causa es sostenida por muy pocos. No es lo único que Pizarnik comparte con Cortázar: también existe el mito que dice que la Maga, hermosa y estrafalaria creación de Julio Cortázar en Rayuela, estaba inspirada, justamente, en Alejandra Pizarnik.

Pero si se camina por Corrientes hoy, se esté o no cerca de la adolescencia, es posible que caiga en las manos de una otra cosa relacionada con la mítica poeta: un volante de una de las dos obras que la tienen como protagonista. Las dos están en las inmediaciones de la calle de las librerías: Tapiz Pizarnik, dirigida por Nora Lezano y actuada por Fabiana Rey en el Centro Cultural de la Cooperación, y Mujeres terribles dirigida por Lía Jelín en el Centro Cultural San Martín. No es la primera vez que la poeta es llevada al teatro, pero llama la atención la coincidencia geográfica y temporal de poner en escena un material no sólo no teatral sino hasta resistente a adentrarse en ese terreno. Además de esto y para completar el advenimiento de Pizarnik al teatro, se estrenó Cristal negro, dirigida por Eleonora Mónaco. Adaptación de prosas y poemas de Pizarnik, no tan cerca del Obelisco, pero sí de ese imaginario poético suyo, negro, romántico, fatal.

Declamar o poetizar

Llevar la poesía al teatro no es fácil, o mejor dicho no es fácil hacerlo sin caer en la solemnidad de la declamación, o en el regodeo en la pura sonoridad de las palabras bellas. Pizarnik, además, parece particularmente compleja de teatralizar por dos motivos. El primero, la economía de palabras que practicó. La suya es una poesía de la contracción que huyó de la narración o de cualquier forma convencional del relato como de la peste bubónica. Segundo: Pizarnik trabajó deliberadamente en un imaginario surrealista ubicado, como es de suponer, en los antípodas de cualquier realismo (el género por excelencia del teatro). La única concesión que hizo en este sentido fue ponerse como protagonista de sus poemas a través de la construcción de personajes que funcionaban como metáforas para nombrarse, como por ejemplo cuando dice “la viajera”, o “la que ama el viento”, o “la sonámbula”. César Aira, en el ensayo sobre Pizarnik editado por Beatriz Viterbo, llamó a esto su “metáfora autobiográfica”, y es a partir de esta clave que nacen muchas de las confusiones con relación a la vida y obra de esta poeta.

Pero, más allá de esos debates, la pregunta es: ¿cómo volver imagen teatral, relato, escena, este universo? Con ese desafío se encontraron estas producciones y cada una lo abordó desde una propuesta diferente. Mujeres terribles es en realidad un diálogo entre dos autoras, Pizarnik y Silvina Ocampo. Es sabida la relación que existió entre las escritoras, y es sobre esta particularísima amistad, este amor entre opuestos, o choque de universos paralelos, que la obra se detiene. El espectáculo de Lía Jelín, que cuenta con la minuciosa dramaturgia de Marisé Monteiro y Virginia Uriarte, se apoya en la biografía con un rigor exhaustivo. Unieron diarios, cartas, entrevistas y textos de las autoras, logrando una fluidez, una “conversación” sorprendente. No hay palabra que se pronuncie en escena que no haya sido literalmente dicha por ellas o esté profundamente inscripta en la leyenda que las envuelve.

La acción se desarrolla entre los años 1967 y 1972. Ese fue el período en que las poetas se frecuentaron, luego de conocerse en la casa de la fotógrafa Sara Facio, poco después de haber aparecido en la revista Sur una elogiosa crítica de un libro de Silvina, firmada por Pizarnik. Pero después de un breve momento de “fascinación inicial” nos encontramos en la etapa final de Pizarnik, que en el ‘72 tomó las ya célebres 50 pastillas de Seconal. Es por esto que el tono de Mujeres terribles es más bien terrible. En alcobas de escritoras, iluminadas por proyecciones violáceas, estos dos intensos corazones dejan correr sus dramas. Sin ningún pudor hacia la referencialidad y la biografía, las actrices, caracterizadas como Ocampo y Pizarnik, encarnan cada una su mito.

Las palabras hablaran por vos

Tanto Cristal negro como Tapiz Pizarnik se basan únicamente en la obra poética de la autora. La distancia con la biografía es tan amplia, que en el caso de la obra de Eleonora Mónaco ni siquiera se trata de un monólogo –un yo que emite poemas, igual a ese yo que los escribió– sino de un dúo. Dos actrices que mixturan situaciones líricas con otras cotidianas. Cuenta Mónaco sobre su trabajo: “Desde un comienzo el objetivo fue llevar la palabra a la escena, no representarla. Utilizar los textos como primer estímulo para la asociación en la acción teatral; por eso empecé por probar con dos actrices que compartían el gusto por los textos poéticos y particularmente por Pizarnik, que los comprendían desde un lugar sensible y no únicamente racional. Tomamos algunos textos muy memorizados con los cuales improvisábamos situaciones cotidianas que obligaran a accionar”.

Este intento se emparienta con el de Tapiz Pizarnik. Despegar los poemas de su impronta mortuoria y pesada, pero sobre todo despegarlos del aura que los rodea y que no tiene que ver con lo estrictamente escrito en ellos sino, más bien, con el triste final de quien los escribió. En Tapiz... estamos lejos de la Pizarnik oscura, romántica y suicida.

Fabiana Rey, protagonista de esta puesta, cuenta: “En el año ‘98, yo estaba tomando clases con Alberto Segado, y me acuerdo de que vi a una compañera realizar un poema de Girondo con un vestuario y elementos que no eran los que se mencionaban en el texto sino otros, oníricamente bellos: un balde lleno de agua con un trapo de piso. Se escuchaba cómo escurría el trapo antes de decir ‘Llorar a lágrima viva’. Eso me disparó miles de imágenes en tan sólo cinco minutos. Y allí empezó todo, me compré todos los libros posibles de poetas latinoamericanas, empecé con las mujeres. Pizarnik fue la primera que me impactó, pero para ese entonces era demasiado profunda para abordarla”. Por eso Rey comenzó trabajando con textos de Olga Orozco. Primero sola y luego ya en colaboración con Nora Lezano en la puesta en escena. Un día, en una charla de bar con Ivonne Bordelois, la escritora le preguntó cuándo iba a animarse finalmente a hacer a Pizarnik. Rey volvió a su casa, tomó su ejemplar de Poesías completas, y leyó sus subrayados. Ahí, en sus marquitas de fan con lápiz tembloroso, estaba la obra.

Y al ver Tapiz Pizarnik aparece una dimensión nueva de esta poeta. Una forma libre de prejuicios para representar sus poemas, los renueva por completo. Rey tiene su largo pelo negro suelto y un vestidito de flores gris, que nada tienen que ver con la masculinidad dark con la que se capturó a Pizarnik como única imagen posible. Pasto movido por el viento, un trencito que gira en círculos, agua, montañas de libros como accidentes geográficos, invisten al poema de extraños y luminosos atributos.

Una forma adecuada de rescatar a Pizarnik. Y no del olvido sino paradójicamente del edulcorado y marmóreo recuerdo que impedía escuchar a esta enorme poeta en su dimensión real.


Tapiz Pizarnik se puede ver los viernes a las 20.15, en la Sala Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543. Entrada: $ 35.


Mujeres terribles se puede ver los miércoles a las 20, en la Sala Muiño del Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551 4º piso. Entrada: $ 30.


Cristal negro se puede ver domingos a las 21 en Espacio Pata de Ganso, Pasaje Zelaya 3122. Entrada: $ 30.

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