TELEVISIóN > TERMINó BOTINERAS
Arrancó prometiendo ser la gran tira sobre el mundo del fútbol. Pero, en pleno auge mundialista, entre Valientes y Bailando por un sueño tuvo que dar un brusco golpe de timón. Y en vez de hundirse, llegó a buen puerto, convirtiéndose en un policial que dejó la pelota de lado para dedicarse a la mafia de los representantes, los negociados y los malos muy psicópatas.
› Por Juan Pablo Bertazza
Seguramente no se trate de algo nuevo ni mucho menos. Pero no por reiterativa, la cantinela deja de ser cierta: el fútbol se rige por un exitismo feroz.
Botineras –que emitió su capítulo doble y final el jueves pasado con picos de rating de 29.1, alcanzando así su máximo puntaje– intentó meterse de lleno, durante ciento cincuenta capítulos y nueve meses, en el mundo de la pelota. Y el resultado es reservado: aunque pueden destacarse varios puntos a favor, da la sensación de que la serie pudo haber sido mucho más importante de lo que terminó siendo.
A mediados de noviembre del año pasado salía a la cancha con demasiadas expectativas en la espalda: emitido en un canal líder, con un tema que llevaba todas las de ganar –la ficcionalización de los distintos submundos del fútbol– y un elenco que daba para ilusionarse: Florencia Peña (que abandonó el ciclo), Nicolás Cabré, Romina Gaetani, Roberto Carnaghi, Isabel Macedo y Damián De Santo, entre otros. Sin embargo, los resultados no se dieron, o tardaron en llegar. Las razones son diversas y muchas hablan de viejos defectos de la televisión argentina: en primer lugar porque, por entonces, los dueños de la pelota eran los muchachos de Valientes. La otra razón tiene que ver con cierta enemistad que parece haber entre el fútbol y la televisión: haciendo excepción de RRDT, las ficciones basadas en deportes que mejor funcionaron en los últimos años fueron Campeones y Carola Cassini, series basadas, extrañamente, en deportes más oblicuos que el fútbol como el box y el automovilismo. Por otro lado, ya sea por razones políticas, o mediáticas, muchos de los actores –como Florencia Peña y Nicolás Cabré– contaban con fuertes resistencias periodísticas. Pero con bastante calma para lo que suelen ser los tiempos de la televisión, la tira fue bancada, aunque ajustando piezas y hasta modificando el plantel de guionistas. Así, Botineras incorporó una modificación en la trama que le sentó muy bien a Laura Posse, la policía interpretada por Romina Gaetani, cuya misión inicial era hacerse pasar por botinera para esclarecer un supuesto asesinato cometido por el Chiqui Flores (Nicolás Cabré), un roce que redundaría en otro tipo de roce entre ambos. El cambio en cuestión fue un volantazo argumental: desde la comedia ratonesca sobre jugadores y botineras, hacia la oscuridad de las mafias, traiciones y tejemanejes que puede propiciar la adrenalina del fútbol fuera de la cancha. Por eso crecieron las figuras de los malos muy malos, psicópatas no carentes de encanto, como los interpretados por Damián De Santo (Tato Marín) y Gonzalo Valenzuela (Nino Paredes).
Así, el programa producido por Underground fue tomando un color más interesante, no tantas veces explorado en ficciones. Es decir, que empezó a funcionar cuanto más se alejó de las canchas, y el único momento en que mostró un partido el resultado fue bastante pobre. Sin embargo, este mismo vuelco positivo reprodujo otro vicio endémico de la televisión: la inverosimilitud a la hora de contar el funcionamiento del mundo policial (problema que va desde Comodines hasta Contrafuego, el inclasificable experimento de Baby Etchecopar). Es casi insólito que la TV no haya encontrado todavía la manera de hacer más o menos creíble (sin pedir demasiado) la policía que, en rigor, se muestra más crudamente en Policías en acción.
En su último capítulo, el esperado enfrentamiento entre Laura Posse y Nino finalmente no se resolvió cuerpo a cuerpo sino a través de la Justicia (quedaron tras las rejas Nino y Marga, y es momento de destacar aquí la labor de Isabel Macedo, probablemente la gran revelación de la tira), mientras que Laura ascendió a comisario y Tato quedó libre y con trabajo, en Paraguay. En el terreno de los amores, el final tampoco tuvo un clásico final de perdices: la única pareja que llegó al Registro Civil fue la de Mercedes y Anguila (Tomás Fonzi); es decir, hubo para siempres, despedidas, hallazgos (la concreción entre la Riganti de Rita Cortese y el Arregui de Roberto Carnaghi) y un “tal vez” tan atractivo como atípico para las telenovelas como el que protagonizaron los personajes de Gaetani y Cabré.
En definitiva, Botineras tuvo sus altibajos: pudo llegar a ser mucho mejor –o más importante– pero también es cierto que logró superarse a sí mismo en los momentos difíciles: todo lo que generó aquel beso entre Lalo (Ezequiel Castaño) y el “Flaco” Riveiro (Christian Sancho), en sintonía con lo que luego sería la aprobación de la ley de matrimonio igualitario, por ejemplo, no tuvo su merecida continuidad; lo cual puede verse en varios aspectos de la serie, como si le hubiera dado miedo ir más a fondo. Botineras no fue Campeones a pesar de contar con el más popular de los deportes. Pero le faltó un poco de garra, bastante de pueblo y corazón, huevo huevo huevo como debió haber gritado una hinchada que, paradójicamente, brilló por su ausencia.
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