MúSICA > LLOYD COLE EDITA UN DISCO FINANCIADO POR SUS FANS
El gran Lloyd Cole, inspirado cantautor del corazón roto, el cuello del saco levantado y la sonrisa torcida, les pidió a sus fans si podían colaborar con la producción de su nuevo disco. Mil le respondieron y el disco salió. Y no hay ni uno defraudado.
› Por Rodrigo Fresán
Sólo alguien como el eximio songwriter Lloyd Cole se atreve a citar en una de sus nuevas canciones al escritor Henry Green. Y, por supuesto, así le va, así le fue, y así le seguirá yendo: éxito en su debut de moda (el formidable Rattlesnakes junto a su banda The Commotions, en 1984 y donde ya había guiños a Norman Mailer, Marcel Proust, Simone de Beauvoir, Joan Didion y Truman Capote) y, casi desde entonces, adorado auteur de culto por una sólida hueste de fans que nunca lo dejarán solo ni a solas. Me incluyo allí y de ahí que cuando –meses atrás– recibiera un email del mismísimo Lloyd solicitando contribución de 45 dólares para adquirir por anticipado (y así poder financiar la grabación) de su próximo disco, no me lo pensara dos veces. Cole contaba en su despacho que no tenía estudio, ni banda (sus últimos discos habían sido en vivo y con la sola compañía de su guitarra y la del commotion Neil Clark para su autogestionada serie Folksinger o la instantánea revisión de varios de sus clásicos, capturada en 24 horas, junto a su “Little Ensemble”), ni discográfica. Y pedía ayuda porque andaba con ganas de volver a armar grupo (su última banda había sido la efímera y juvenil y neoyorquina The Negatives, que dejaría un solo álbum a principios de milenio) para registrar sus últimas composiciones tema: “corazón roto, sonrisa torcida”. Y para eso está PayPal y para eso están los amigos. A cambio del favor, Cole prometía enviar a cada uno de sus contribuyentes (que acabaron siendo 1000) espécimen especial y exclusiva para colaboradores de su siguiente obra maestra dentro de una cajita incluyendo poster y segundo cd con demos y maquetas de sus nuevas pero instantáneamente eternas canciones y, ¡¡¡Mamá, soy co-productor del nuevo disco de Lloyd Cole!!!
¿Y adivinen qué me trajo el cartero el otro día?
Exquisita edición y diseño, un “Rodrigo, Yours, Lloyd Cole” en letra de marcador plateado en su portada, y aquí está Broken Record –con su título tan lloydcoleano– y por supuesto la inversión anticipada ha valido la pena y, ah, el orgullo de ser uno de aquellos –”1000 Thanks” se lee allí– a los que Cole agradece en el librillo. Y –suele ocurrir– el periodismo especializado llena páginas y suma estrellas y puntos pretendiendo descubrir al largamente descubierto y celebrar el retorno de quien nunca se fue.
En Broken Record, Cole –luego de varios discos low-fi y de vaciar los cajones de su pasado con la robusta cajita cuádruple de rarezas y lados-B Cleaning Out the Ashtrays– vuelve a sonar en banda, con aires de country squire autoexiliado con esposa e hijos en Massachusetts y gracia del preciso golfista que se sabe es (se sabe que Cole suele escoger o descartar el sitio de sus conciertos de acuerdo a la proximidad o no de algún verde y esperanzador campo donde desenfundar sus palos). Un dandy feliz adicto a la fabricación de versos y tonadas tristes. La contracara heterosexual de Morrissey en fondo y forma y estilo, si se lo piensa un poco. Así, en Broken Record cada uno de los tracks encuentra su hoyo con el golpe de la primera escucha pero merecen destacarse las muy dolidas y amorosas “Like a Broken Record” y “If I Were a Song” (de las que cabe pensar que Leonard Cohen vendería su alma por firmarlas) y la cáustica “Writers Retreat!” (ver el lindo y sencillo y efectivo video-clip en YouTube) donde una pareja de chicos cultos descubre que, a la hora de la verdad, tanta cita literaria no es más que cita ciega. Pero, otra vez, en general, lo que se impone por encima del ingenio y la acidez es la enorme clase y elegancia de este inglés universal formado en la Glasgow University. Y muy bien acompañado: miembros de Joan As a Police Woman que incluyen a Joan Wasser, el baterista Fred Maher, el commotion Blair Cowan, y Bob Hoffner de Crash Test Dummies, entre otros, acompañan a alguien que arranca, en la mansa pero curtida “Like a Broken Record”, con esa voz inconfundible afirmando que “No es que a esta altura me quede demasiada dignidad” y cierra, diez capítulos y casi treinta y cinco minutos después, con la delicada electricidad de “Double Happiness”, concluyendo que “Viviendo y amando y yendo a fiestas / Llorando y riendo y riendo y llorando / ¿A dónde ir desde aquí?”.
Buena pregunta y obvia respuesta: a componer en privado y a tocar en público un nuevo puñado de melodías y versos inolvidables.
Rápido, por favor.
¿Cuánto te hace falta?
Aquí estoy, aquí estamos.
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