Dom 16.01.2011
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PERSONAJES > JESSICA ALBA, HAGA LO QUE HAGA Y AUNQUE LA NOMINEN A PEOR ACTRIZ UNA Y OTRA VEZ

Palito, bombón, helado

› Por Mariano Kairuz

Jessica Alba fue nominada cuatro veces a los Golden Razzie Awards, esa suerte de anti-Oscar a las peores actuaciones del año que ya es toda otra tradición en Hollywood. La primera vez que la distinguieron con ese “honor” fue hace cuatro años, con doble nominación, por Los 4 Fantásticos y Azul profundo. La última vez fue por hacer de violinista ciega (¿?) en la remake de un film de fantasmas hongkonés. En ninguna de estas ocasiones, ningún miembro de la crítica especializada alzó su voz para defenderla, ni para defender alguna de sus películas. Y está bien, probablemente no sea una gran actriz, pero, la verdad: ¿a quién le importa? Vemos, miramos, observamos a Jessica por razones que no tienen que ver con su talento, y ella lo sabe y lo usa a su favor. Y nadie puede decir que no haya hecho un aporte al cine contemporáneo, porque, después de todo, la belleza física es uno de los pocos motivos genuinos por los que todavía pagamos la entrada de un multicine. Además, alguien –un director que trabajó con ella– lo dijo: “No la subestimen. Lo suyo es una estrategia. Hace lo que tiene que hacer para tener una carrera en este negocio. Y cuando se haya cansado de hacer cosas que no le interesan demasiado, estará en posición de hacer otras”. Paciencia.

Y no es necesario hacer demasiada memoria para recordar cómo apareció Jessica en Hollywood: fue hace apenas diez años, cuando James Cameron nos la vendió como un bono a futuro. El director de Titanic la había elegido para interpretar a la heroína cyberpunk multiétnica Max Guevara (¡!) en Dark Angel, un fiasco sci-fi con al menos un concepto claro: el futuro de Norteamérica lleva sangre latina. Sin embargo, lo cierto es que a pesar de que pronto pasó a ser una latin sex bomb para la industria, a diferencia de Salma Hayek (por mencionar un nombre significativo en esas lides), Jessica no habla una palabra de castellano. Nacida hace 29 años en Pomona, California, hija de una mujer rubia de ascendencia danesa y franco–canadiense que “se parecía a Farrah Fawcett” y de un mexicano de tez oscura “que se parecía mucho a Erik Estrada” (los parecidos corren por cuenta de la nena), Jessica viene a ser, se ha dicho por ahí, algo así como una hija tardía del amor sin barreras de los ‘70. Sólo que para cuando ella llegó al mundo, sus antepasados ya habían puesto en marcha un enorme esfuerzo para borrar sus raíces latinas, cosa que ella misma no tiene prurito en contar. Su abuelo mexicano, que en su tiempo fue el único hispano en su universidad, el trabajo y el club, decidió junto a su mujer que harían todo lo necesario para evitar que a sus hijos “los hicieran sentirse diferentes en Norteamérica”. Y empezaron por no hablarles nunca en español.

Eventualmente, Jessica consideró que para abrirse camino en California debía cortar con algunas tradiciones familiares. Por un lado, porque el ambiente católico y conservador en que fue criada estaba reñido, por decir lo menos, con sus planes de sacarle rédito a la calenturienta imagen que ella tenía para ofrecer a los productores de los estudios. Tan mal no le fue, y ahora mismo está en todas las pantallas de todo el mundo junto a Robert De Niro y Ben Stiller en la nada recomendable Los pequeños Focker. (Es un papel decorativo y reiterativo, pero eso no le impide hacer suya una única escena boca abajo que va a ser difícil de olvidar.) Y, en general, tampoco le fue mal haciendo de latina, empezando por todas las tapas de revistas y su ya olvidada nominación a un Globo de Oro que le valió protagonizar la serie de Cameron cuando tenía apenas 20 años. Fue encasillada, por supuesto, pero por cada vez que le ofrecieron ese papel de “María, la hija del portero que sale con los chicos blancos del barrio” (sic), o por ese papelón que fue Honey, donde hizo de bailarina de hip–hop, el mundo ha quedado ampliamente compensado a través de una de sus escenas en Sin City –su bailarina “exótica”, de leather, lazo y sombrero era de verdad para caerse de culo– dirigidas, por supuesto, por Robert Rodriguez, el mercenario tex-mex que sabe investir de latinpower hasta a los cactus, y que volvió a llamarla hace poco para llevarla aún más lejos con Machete. En esta última, Alba interpreta a una agente norteamericana de migraciones forzada a confrontar con la líder revolucionaria interpretada por Michelle Rodríguez, quien la acusa de “traicionar a los suyos”. Ambas están más lindas que nunca en esta película, ambas se acuestan con el feo (y copado) de Danny Trejo, y como recompensa ahora Jessica va a seguir trabajando con Rodriguez (en Mini espías 4 y en la demorada Sin City 2). Y de a poco irá remontando el mal recuerdo de esa comedia llamada Good Luck Chuck, de las malas películas de terror (como Awake, donde, digan lo que quieran, Hayden “Annakin” Christensen está mucho peor que ella) y de esas dos oportunidades en las que, rubia y con lentes de contacto azules, fue Sue Storm, la chica invisible de Los 4 Fantásticos.

Y, vamos, que está claro que si los fans de todos los cachivaches de la Marvel no pusieron el grito en el cielo cuando ella, tan morena, se calzó así sin más a una de las superheroínas más WASP del mundo del comic fue porque el spandex azul le quedaba tan pero tan bien...

Así que sigan nomás, denle todos los Golden Razzies que quieran. A quién le importa.

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