Dom 13.02.2011
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MúSICA > LOS PEYOTES, GARAJE O MUERTE

Los garajes del oficio

Vienen tocando hace años y ya tienen tres discos, pero con el último tendieron un puente entre el rock nacional histórico y un género poco transitado en el país. Así, lograron ser celebrados en Europa, donde son considerados los herederos de las oscuras raíces latinoamericanas de ese género llamado garaje.

› Por Martín Pérez

Un órgano farfisa y fuzz en la guitarra. Sin eso no hay rock de garaje, sostiene muy serio David Peyote, el evangelizador. Así se bautiza entre risas el líder de Los Peyotes, un quinteto que ya sabe de giras por Europa y viajes por México cantando temas como el flamante “Vos no sos mi amigo”, de su feroz tercer opus Garaje o muerte (2010), o el “El humo te hace mal”, de Cavernícola (2007), el álbum con el que comenzaron a hacerse un nombre más allá del Río de la Plata. “No sabés cómo se pone el público europeo cuando arrancamos con ese tema, el simple ya agotó cuatro ediciones”, se entusiasma David, que debió peregrinar por el –para él, al menos– desierto del rock durante una década hasta encontrar los compinches ideales para difundir la palabra –¡los aullidos!– del garaje.

Aunque asegura estar más que satisfecho con la actualidad de su grupo (“¡Ya nos podemos separar!”, bromea), pide que no se devele ni su país de origen ni su actual trabajo ni su edad en este artículo, ya que el misterio alrededor de esas precisiones parece ser indispensable para continuar con la naturaleza de su evangelización rocker (o porque así se puede seguir divirtiendo leyendo lo que fabulan sus fans europeos, lo que es casi lo mismo). Alcance con decir que, de chico, Peyote asegura que –aunque su madre deseaba que fuese contador– siempre quiso ser Elvis. Que para hacer la comunión pidió que le comprasen dos discos, uno de Kiss y uno de Queen. Que se recuerda grabando en cassette los mejores vinilos de su tío poniendo los parlantes del equipo de música frente al micrófono de su grabador, cubriéndolos con una frazada en búsqueda del mayor aislamiento sonoro. Y que por culpa de su trabajo, el primero y único que tuvo en su vida –además de ser un Peyote, pero eso no se puede llamar trabajo–, supo pasarse seis meses de su vida estudiando las particularidades de los ekekos, pequeños muñecos reverenciados como dioses en el Altiplano.

MI GARAJE

Como su hijo David solía perder la llave de casa a menudo, los padres le pusieron un cordón para que se la pudiera colgar del cuello. Por eso es que el ya no tan niño puede recordar ahora que cada vez que entraba a su hogar, una vez que la llave estaba encajada en la cerradura, utilizaba el improvisado collar como imaginario brazo de una hipotética compañera de baile, y practicaba pasos de rock. “Es que yo siempre quise ser Elvis, ya te dije”, se ríe David, que recuerda que su padre solía juguetear con una acústica que heredó y aún conserva. “Le falta una cuerda, pero igual con ella compuse todos los temas de Cavernícola”, revela, y precisa que cuando empezó a estudiar se dio cuenta de que su padre no sabía ni un acorde, pero tocaba igual. Algo de esa pasión debe haber influido para que lo que le llamase la atención de la música que parecía sonar en todos lados fuese la guitarra de Chuck Berry, o todo lo que tuviese vibrato o trémolo.

En esos tiempos pre-Internet e incluso pre-importados era muy difícil reunir información, pero David fue investigando sobre el garaje y difundiendo sus conocimientos entre los integrantes de cada banda que lograba armar. Según explica, el garaje era la música que hacían los grupos norteamericanos que querían imitar a los de la invasión británica. “Pero como eran malos, en vez de un guitarrista tenían tres. O en vez de cantar bonito, gritaban sus letras.” Recuerda haber puesto un aviso en Segundamano buscando músicos para su proyecto, pero como nadie respondió se sumó a una banda que ya estaba armada. Llevó algunos temas, pero todos eran beat y lo suyo era más mod, por así decirlo. Un problema que se repitió cuando empezó a armar sus grupos, porque cuando les grababa discos a sus compañeros, siempre ellos elegían las baladas y no los temas más potentes. “Los Beatles y los Stones se transformaron en palabra prohibida para mí, porque su éxito había tapado a los Who o los Kinks”, explica el fundamentalista, que asegura que no puede tocar otra cosa que no sea garaje. “No me puedo juntar a zapar, yo necesito tirarme al piso y gritar.”

EKEKO ROCK

Al escuchar Garaje o muerte, el ocasional escucha puede sentir que ha ingresado en una curiosa máquina del tiempo. Porque los parámetros musicales pueden ser interpretados como de otra época, pero el sonido suena más contundente que nunca. Y el repertorio no puede ser más preciso: desde una infalible versión en castellano de “96 lágrimas” hasta esa remake garaje de “Rebelde”, el primer tema del rock nacional, pasando por la cumbia “Peyoteando con Ayahuasca”, es casi el disco definitivo del grupo.

Si en el seminal Psychotic Reaction (2002), al que David califica como casi un demo, apenas si había temas cantados, el subsiguiente Cavernícola –producido por Mariano Esaín– alternaba el inglés con el castellano en sus letras. Pero ahora los originales son en este último idioma. “Como no les podemos ganar a los garajeros europeos en la perfección, tenemos que insistir con nuestro look más sucio”, asegura este protagonista de una escena que, acá en Buenos Aires, es más o menos reciente y buen under, y sus protagonistas suelen enfrentarse al indie local. Pero que allá, en Europa, es un universo de reglas bien precisas, que lleva funcionando de manera casi autónoma desde hace un par de décadas. “Nosotros solemos vivir en un raviol, en nuestro mundo, así que medio perdemos perspectiva”, confiesa. “Soy un enfermo que no escucha nada de ahora, pero sé que el garaje te limita como género. Por eso ahora que todos saben que somos rebeldes y salvajes, lo que vamos a hacer es una balada”, no duda en prometer el evangelizador David Peyote, con su cara redonda y su pelo bien negro, latino hasta el tuétano. Ekeko rocker hasta el fin.

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