Domingo, 20 de febrero de 2011 | Hoy
Anónimo es un grupo anarquista que se ha formado en las entrañas de Internet. Coordina sus operaciones a través de los foros de mensaje de 4chan –donde nadie firma los mensajes y las conversaciones desaparecen a las pocas horas– y en salas de chat donde no se hacen preguntas y todos son seudónimos.
La última aventura, llamada “Operación Egipto”, transcurrió en sistemáticos ataques a los websites del gobierno y varios procedimientos de ayuda para los incomunicados egipcios. Fue esta operación la que motivó que el FBI y otros servicios de seguridad les empezaran a prestar atención.
Aaron Barr, un consultor de seguridad, eligió a Anónimo como su presa. Estaba convencido de que su estructura no era tan caótica como ellos pregonan y que debía haber cabecillas. El consultor empezó su trabajo de investigación entrando en los canales de chat donde se reúnen los forajidos. Fue siguiendo las conversaciones y cotejándolas con cambios de estado en Facebook: Aaron intuyó que si una persona hacía un comentario en el chat y luego, a los pocos segundos, otra lo mencionaba en su Facebook, debía tratarse de la misma persona.
Con ese razonamiento armó su reporte y, pese a que sus jefes en la compañía HBGary no estaban del todo convencidos, dio una nota al Financial Times donde se vanaglorió de haber identificado a los hackers clandestinos. Fue al mismo tiempo un gran momento de su carrera y uno de sus peores errores.
Anónimo es una entidad caprichosa a la que más vale no antagonizar: una gran mayoría son “gente de Sistemas”, en empresas aquí y allá, sin nada mejor que hacer. Otros pueden estar en su casa, como la jovencita de 16 años que ganó acceso al servidor de correo de HBGary. Anónimo estuvo un día entero leyendo los e-mails de la compañía sin que nadie se diera cuenta y luego arrancó la siguiente fase de la “Operación HBGary”: voltearon el sitio web de la compañía, pusieron su archivo entero de correos (50 mil e-mails) a disposición del público de Internet y, como cereza del postre, tomaron control de la cuenta de Twitter del consultor Aaron Barr (@AaronBarr), el que provocó a la bestia.
La compañía destripada estaba a punto de ser vendida: el incidente les costó varios millones. En cuanto al castigado consultor, relató al Financial Times que tuvo que apagar el cable módem en su hogar porque Anónimo estaba a punto de meterse en todas sus computadoras.
Todo esto sucedió hace apenas una semana y la cosa no termina ahí: aquel archivo de 50 mil e-mails fue analizado por Crowdleaks.org, un website amateur de investigación. En el medio del pajar encontraron la aguja: una cadena de mails entre tres compañías de seguridad con un plan de ataque contra Wikileaks. De acuerdo con los documentos, la operación sería financiada por el Bank of America, que está dispuesto a todo para que sus oscurísimos secretos no vean la luz del día.
Resulta difícil distinguir los buenos de los malos, sobre todo cuando Anónimo es patotero en la peor de las formas. Sin embargo, si toda su furia terminó cayendo de casualidad sobre los enemigos de Wikileaks, entonces por esta vez se puede decir que el bien, insólitamente, ha triunfado. Como dice el slogan de Anónimo: “Somos legión. No olvidamos. No perdonamos”.
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