Santiago Segura creció en una familia trabajadora de Madrid, con un padre fabricante de tornillos. Con los años, no se resignó a la vida que sus padres querían para él: después de una temporada como dibujante de comics, empezó a dirigir cortos, se hizo amigo de Alex de la Iglesia, protagonizó El día de la bestia y en 1998, como director, consiguió un éxito sin precedentes para el cine español con Torrente, el brazo tonto de la ley, la primera de la saga del policía facho, gordo, bestia. La cuarta entrega, Torrente 4 3D, es la sexta película más vista ¡de la historia! en el día de su estreno y, aunque la crítica sigue algo ofendida por sus guarradas, Segura ya trabaja en Hollywood y Sacha Baron Cohen le prometió adaptar Torrente al inglés. De paso por Buenos Aires a propósito del estreno local, habla de su criatura, su complicada amistad con Alex de la Iglesia, la descarga de películas digitales y cómo es eso de tener un presupuesto y de ser un héroe en países donde sus películas ni siquiera se han estrenado en DVD.
› Por Mariano Kairuz
De pie frente a la tumba de José Luis Cantero –alias El Fary, su ídolo musical y sosías–, José Luis Torrente, el detective menos sensible del mundo, llora. Llora de pena porque el mundo en el que vivió sus años de gloria –una gloria extraña, alucinada, solipsista y deforme, pero gloria al fin– se está desintegrando. Desesperado, Torrente despliega su personal puesta al día de cómo la España y el mundo de La Crisis (la crisis de los mercados, del desempleo, de todas esas cosas que todavía llaman la atención un poco en el primer mundo) han perdido el rumbo. “Esto ya no es lo mismo, Fary”, dice frente a la pétrea figura que se erige en el cementerio. “El mundo entero se ha echado a perder. Los maricones ahora se casan. Los socialistas han arruinado al país por completo. Y en la Casa Blanca han puesto a un negro. Pero no para limpiar: ¡de presidente! Parece un chiste, ¿qué va a ser lo próximo, una tía? Eso sí, ganamos el Mundial, pero no cuenta: la mayoría del equipo eran del Barça, ¿qué te parece?” Así, casi sin respirar, el detective madrileño se despacha con un discurso que lo reafirma como uno de los personajes más homofóbicos, racistas y fascistas del cine contemporáneo, y todavía no van diez minutos de su nueva película. Lo que se dice, una eficiencia brutal.
Con este torrente de agravios arranca Torrente 4, que acaba de llegar a los cines promocionada como la primera comedia en 3D, y habrá que preguntarse qué dimensión podría agregarle el formato estereoscópico de moda a las guarradas de este firme competidor de los Farrelly o de Borat, y la respuesta no tarda en soplar en los escatológicos vientos del personaje: “Un ojete tridimensional”. Esto es literal: Santiago Segura pone en escena un culo en plano detalle, encuadrado para su máximo “aprovechamiento”, para una puesta en escena hiperrealista, a través de los anteojitos polarizados del RealD. Eso mismo, ni más ni menos, dice Segura, su creador y protagonista, director de las cuatro películas del personaje, durante su visita a Buenos Aires para el estreno del que ha resultado uno de los mayores éxitos comerciales del cine español en los últimos años. Segura también estuvo presente en el Bafici, donde tras una función preestreno de su película accedió a charlar con el público, en lo que resultó un show divertido y tan deforme como su personaje, entre preguntas de lo más freak y expresiones locales de un fanatismo insospechado por el comediante.
“Hasta hace dos días no sabía que había gente que conocía a Torrente en la Argentina”, le decía Segura a Radar días atrás, porque aunque él mismo había estado acá rodando la tercera parte de la saga unos años atrás, Torrente 3 no se estrenó comercialmente entre nosotros, como tampoco se había estrenado Torrente 2: Misión en Marbella. Ambas películas salieron por estos días en DVD, por primera vez, aprovechando el envión del estreno en cines del nuevo capítulo. De todos modos, en lo que hace a la respuesta del público fuera de su casa, Segura se declara curtido: “Ya hace unos años, cuando fui a Budapest para rodar un cameo amiguetil en Hellboy 2, y básicamente para visitar a mi amigo Guillermo del Toro, cuando llegué, Guillermo me dijo: ‘Gordo cabrón, eres un héroe aquí’. Y luego me encontré con el DVD de Torrente doblado en húngaro”.
El público ha abrazado al policía más despreciable del mundo en varios países, pero en su propia casa la crítica de cine ha tomado sus películas, desde sus inicios, como expresiones de un salvaje mal gusto. Sin embargo, el éxito desmesurado de la primera Torrente, el brazo tonto de la ley, en 1998, tiene para él sus riesgos: en una entrevista que le realizó doce años atrás el periodista Alfredo García y que fue reproducida por Radar en su momento –mientras se preparaba para rodar Torrente 2–, Segura hablaba del “doble filo del carisma que su personaje ejerce sobre los españoles”. “Hombre, yo soy una persona muy optimista, así que siempre trabajo para el éxito”, declaraba Segura. “Lo que no pensé nunca es que fuera a tener tanto. Es que creo que la gente hizo varias lecturas de la película. O sea, en principio quería ser una crítica muy fuerte contra un tipo muy concreto de español, el facho, y resulta que a los propios españoles fachos les pareció que Torrente era un héroe. A veces me subo a un taxi y el conductor me dice: ‘¡Bravo, Torrente!’, y tal. Fue sorprendente que hubiera gente que se riera de aquello y otra que lo leyera sin ningún tipo de ironía.”
Aplastado por la crisis, en su nueva película Torrente vuelve a aprovecharse de minusválidos y desafortunados, pero además hace colas para obtener comida, se pelea con un grupo de chicos harapientos por los restos de un tacho de basura (“¡Cuánto pobre, joder! Parece la posguerra”), subalquila su habitación a treinta inmigrantes y, justo cuando ya se disponía a dejar de lado los pocos escrúpulos que le quedaban, se dispone a trabajar de asesino a sueldo, cuando le tienden una cama y termina preso. Una vez tras las rejas, Torrente 4 parodia algunos de los lugares comunes del género carcelario y en particular el clásico Escape a la victoria, en el que Stallone, Pelé, Ardiles, entre otros, le daban a la pelota como parte de un plan de fuga de un campo nazi en 1941. A pesar de los chistes de mocos y pedos y el desfile de siliconas, la crítica, dice Segura, esta vez no lo trató tan mal. “Una periodista en España me dijo: ‘Creo que ya has vencido. Ahora está demodé criticar a Torrente’. Siguen estando los críticos de Cahiers, que son un par de abuelos cuya ceguera les impide ver más allá y siguen haciendo el mismo tipo de crítica que podrían haber hecho para la 1, la 2 y la 3. Yo creo que la tienen en un cajón, cada tanto la sacan, le cambian el número y la ponen. Pero cuando esta vez la crítica fue en general positiva empecé a sudar frío. Me dije: ‘Uh, no le va a gustar a nadie’. Pero luego fue la sexta película más vista en el planeta en su estreno.”
Lo cierto también es que después de los chorros de escatología (por no decir los chorros de mierda, que queda poco fino) regados por programas como South Park o los films de los hermanos Farrelly –de los que Segura es fanático, con Tonto y retonto y Kingpin a la cabeza– a lo largo de la última década y pico, atemperaron la potencia para el escándalo que tenían las secreciones corporales y los chistes racistas antes de, por ejemplo, Ren & Stimpy y Sacha Baron Cohen. “Trece años atrás, cuando estrené la primera Torrente, me entrevistó un periodista que me dijo: ‘Su película es fascista y usted también’. Yo le dije: ‘A ver, te voy a explicar, yo no soy fascista y mi película, tampoco’.” Es posible leer por ahí una cita a Berlanga en la que el director de clásicos del humor negro como El verdugo parece refrendar los logros de Torrente como retrato de lo peor de cierto personaje típico español. “La (primera) película contiene un gag genial que define a la perfección el carácter español: acodado en la barra del bar, Torrente se hurga los dientes con un palillo... que vuelve a dejar en el palillero.” Las guarradas de Torrente tienen finalmente, dice Segura, una función catártica: “Las suyas son todas las actitudes que provocan vergüenza ajena, todo lo que en la vida es muy desagradable. Ponerlo en la pantalla es como un exorcismo: cuanto más desagradable es Torrente, más disfruta la gente. Su génesis fue hace como veinte años. Yo estaba en un restaurante chino y había un tipo que le decía a la camarera oriental: ‘Ey, chinita, chinita –como lo hace Torrente en una recordada escena de la primera película–, pero, ¿cómo vamos a pagar los cafés? No los podemos pagar porque hemos consumido mucho, ¿verdad?’. Y ahí estaban su mujer y sus dos hijos, que miraban como diciendo: ‘Pero, ¿por qué tengo este padre?’. Y yo estaba con un amigo y nos fascinaba el tipo, y a la vez que nos daba vergüenza ajena, nos daba también mucha risa. Y yo pensé: ‘Si yo puedo extrapolar esto a la pantalla y conseguir esa cosa catártica que sería llevar a este imbécil a un sitio donde no moleste a su familia, ni a la camarera oriental, ni a nadie, sólo que esté ahí para que se rían de él, tengo una película’”.
Si todo el mundo sabe desde la primera película que Torrente es fan a muerte del Aleti –el Atlético de Madrid–, la verdad es que no tiene sentido preguntarle a Segura por sus preferencias futboleras. “Mi relación con el fútbol es inexistente. Es incluso una de odio”, dice, y es que el fanatismo por el fútbol está estrechamente vinculado –de manera negativa– con los inicios de su cinefilia. “Tiene que ver con algo de mi infancia. Cuando yo era chico echaban todos los partidos de Liga en la primera cadena de televisión de España, mientras que en la segunda cadena, a la misma hora, echaban Cineclub. Teníamos nuestra tele en blanco y negro y yo escuchaba a través de la pared la música, el titiriti de la cortina del programa Cineclub, que venía de la tele del vecino, y sabía que la película que me estaba perdiendo para que mi padre y mi hermano vieran una mierda de encuentro era por ahí una de Truffaut. ”
En todo caso, lo que Segura siempre supo fue que quería dedicarse a alguna actividad creativa, aunque no supiera si iba a ser el cine o los comics o qué. “Quedé alucinado cuando mis padres me llevaron a ver Mary Poppins al cine. Me sacaron sorprendidos, no había pedido agua ni hacer pis, las dos horas y cuarto de la película me las comí con patatas, todavía me acuerdo de cosas concretas de aquella función, y tenía sólo tres años. Había sido una de las cosas más fascinantes que pudiera imaginar: compartir con cientos de desconocidos esta experiencia. Pero creo además que tuve la gran suerte de que en la televisión española antes, a pesar de estar viviendo en una dictadura, se daban muchos ciclos de cine clásico. Ahora mismo en España hay el triple de canales y rara vez programan una en blanco y negro; yo creo que era más fácil ser cinéfilo antes. Finalmente, si hay una película que hizo que yo pensara ‘esto es lo que quiero hacer’, esa película fue El verdugo, de Luis García Berlanga. El verdugo es una película muy cabrona, muy negra, pero muy graciosa: es la historia de un verdugo que está por jubilarse y que, como ocurría en la España franquista, podía traspasar su trabajo a su hijo. Pero como no tenía un hijo, piensa pasárselo a su yerno, que no quiere y no quiere y lo van enredando en la trama. Al final, en esta escena inolvidable, llevan a rastras al tipo al que van a ejecutar, y también lo llevan a rastras al verdugo, que va a hacer su primera ejecución. Con esta película descubrí que me hacía gracia que pudiera reírme viendo el sufrimiento de los demás.”
Pero antes de pasar de un lado al otro del cine como realizador, lo suyo fue el comic: Santiago Segura comenzó a dibujar desde muy chico. “La primera vez que publiqué fue cuando estaba en la Facultad de Bellas Artes, en la Universidad Complutense de Madrid (de donde se graduó). Me junté con un amigo e hicimos unos comics pornográficos sobre colegialas que se llamaban Pequeñas viciosas; y para convencer a los de la revista El Víbora de que nos los publicaran, decidimos decirles que lo hacían dos chicas, y les mandamos una foto de la prima de mi amigo y de una amiga de ella, y nos hicimos pasar por Mónica y Bea. Es que si tú lees unas historias así firmadas por dos tíos, lo que piensas es: ‘Pero se trata de un par de pajilleros como yo’. Pero si parece que lo hicieron dos tías es otra cosa, y así salieron las historias y mucha gente hoy en día cree que estaban escritas por Mónica y Bea.” A todo esto, los padres de Segura hubieran preferido que su hijo pusiera los pies en la tierra, como les había enseñado el trabajo como fabricante de tornillos de su padre, y en general la vida en un barrio popular como el Carabanchel Bajo, en Madrid, que es donde se crió. No veían para nada bien que su hijo se dedicara a estas pavadas del arte. “Mis padres estaban aterrorizados, para ellos lo mío era una desgracia. ‘¿Dónde acabará este muchacho?’, se preguntaban. No lo supieron hasta que me dieron mi primer Goya por el corto Perturbado, de 1993, e incluso así pasé un largo tiempo de un lado para otro: antes de hacer mi primer largo a los 33, ya había protagonizado El día de la bestia, había hecho cosas de teatro, era figurante, escribía relatos para revistas, ganaba dinero yendo a los programas de debates y concursos de la televisión, por lo que mis padres insistían: ‘Quien mucho abarca poco aprieta; hay que concentrarse’. Y yo les contestaba: ‘Prefiero estar disperso e ir cogiendo lo que salga’.”
Finalmente, al joven Segura las cosas no le salieron mal. Conoció a Alex de la Iglesia en un Festival de Cine Joven de Valencia, adonde ambos habían concurrido con tempranos cortos, y allí iniciaron una fructífera pero despareja sociedad creativa, que se extendió por cuatro películas y se enfrió cuando Segura se convirtió en el director más taquillero de su país con Torrente. Lo cierto es que este tremendo éxito le costó y le sigue costando lo suyo a Segura, que cada vez que vuelve a calzarse el personaje debe engordar unos 20 kilos (la parte fácil para alguien con tendencia a la obesidad, dice, el problema es perderlos después), con lo cual no es que le disputa un lugar mítico a Robert De Niro, dice, sino que ya le ganó. “El lo hizo dos veces, yo cuatro. Cuando tengo que engordar para Torrente, me abandono totalmente. No voy a un nutricionista o a un endocrinólogo porque, si lo hiciera, llamarían a la policía. Hay que hacerlo bien y lentamente, y yo lo hago rápido y un poco a lo bestia. Estoy seguro de que esto me está restando años de vida. Sé por ejemplo que hay que comer hidratos, y que los hidratos podrían ser de los buenos, como patatas y brócoli, pero yo en cambio tomo litros de helado, dulce de leche: todo lo que tenga más colesterol, lo meto. Por eso, De Niro ya no es el referente, soy yo. Mi cuerpo ha quedado destruido; está todo descolgado, hay estrías por todas partes, el deterioro es muy terrible, pero es todo por mi cine: me he entregado a mi público.”
De no haber sido así, no hubiera sido posible el impresionante éxito de una saga que al final de su último episodio promete una quinta parte para 2017 y que, finalmente, parece que sí será adaptada por Hollywood, donde ya hay un guión escrito y el compromiso de Sacha Baron Cohen para protagonizarlo. “¿Si es imaginable un Torrente norteamericano? La verdad es que pensando en Borat y en Brüno, sí que me lo imagino; Baron Cohen es muy cabrón, un tipo con un humor muy negro, yo creo que él cogería toda la podredumbre de Torrente.” Además, Segura acaba de filmar una comedia con Adam Sandler, titulada Jack y Jill. “Mira este friqui”, parece que dijo el director y habitual colaborador de Sandler, Dennis Dugan, quien lo convocó para su película: “Estamos buscando un gigoló español que intenta conquistar a Adam Sandler. Sandler hace dos hermanos gemelos: un chico y una chica, y la chica es también Sandler con peluca. Yo tengo que conquistarlo en versión chica, es muy grotesco y creo que se han quedado contentos, así que me pueden volver a llamar. Además, en la película sale Al Pacino: yo no he coincidido nunca, pero sale, así que puedo decir que he trabajado prácticamente con la elite de Hollywood”.
En la charla con el público que mantuvo el lunes pasado en el Abasto, en el marco del Bafici, Segura montó un divertido show unipersonal a partir de las a veces delirantes preguntas de los concurrentes. Allí, cada tanto sus chistes volvían sobre el hecho de que este evento se daba dentro de un festival de cine independiente, y qué tiene que ver la carísima Torrente 4 –10 millones de euros–, que forma parte de una franquicia comercial exitosa, con el resto de la programación del festival. Y la respuesta quedó clara, pero a lo Torrente, y de vuelta al asunto del culo en 3D. Y es que, casi para su desconcierto, Segura ya goza de una libertad absoluta para hacer sus películas. Independencia a su manera. “Es cierto que, si hay cinco salas, competimos con los tres o cuatro blockbusters que ocupan las otras cuatro, y nosotros hemos gastado todo lo que pudimos, pero no tenemos los 180 millones de Piratas del Caribe, o sea que hay que darle a la gente corazón y alma, que es lo que les falta a muchas películas, porque en general hay muchas cabezas pensantes opinando y aquí sólo hay una. No es pensante porque es la mía, pero es una gran cabeza y un gran corazón, haciendo una obra. Esa es mi gran suerte sobre Hollywood: que nadie me ha tocado los cojones. Las mías son las películas de un gamberro con gran presupuesto”.
“¿Alguna vez, mientras escribías un guión, pensaste: ‘No, esto es demasiado’?”, le preguntaron en el auditorio. “Pues, yo creo que soy uno de los pocos de la historia del cine de España en que los inversores no han pedido ni leer el guión. Firmaron el contrato diciendo: ‘¡Es Torrente 4, sí!’. Pero, ¡que alguien me pare! A veces me pregunto por qué he rodado esto, por qué nadie me ha dicho: ‘No hagas esto’. Alguna vez, en Torrente 2, Fernando Trueba me ha sugerido que cortara una escena, y yo le dije: ‘Fernando, yo te quiero, te aprecio, te admiro, ¡pero es que esta escena me gusta!’. Son cosas de las que me río yo solo; estoy a la noche en casa pensando... Un ojete gigante en 3D, y cojo y lo hago. Después me acuerdo de que el culo lleva además dos huevos y es terrible, un asco. Pero bueno... ¿Alguien tiene alguna pregunta seria para hacerme?”
Torrente 4 - 3D se estrenó esta semana en 40 salas argentinas.
Torrente 2: Misión en Marbella (2001) y Torrente 3: El protector (2005), que nunca pasaron por los cines locales, acaban de salir en DVD por primera vez, editadas por el sello SBP.
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