Domingo, 24 de abril de 2011 | Hoy
MúSICA >THE DECEMBERISTS PRESENTA SU NUEVO DISCO, THE KING IS DEAD
Después de diez años de carrera, The Decemberists acaba de editar su disco más sencillo, con influencias de R.E.M y Neil Young, The King Is Dead, que desde el título homenajea a otra de sus bandas fetiche, The Smiths. Y, de alguna manera, el disco es una despedida: con letras extraordinariamente literarias, canciones con aires de campiña inglesa, country progresivo y álbumes conceptuales, la carrera del grupo de Portland, Oregon, entra en una pausa, por lo menos hasta que encuentren algo nuevo que decir. Buen momento para repasar, entonces, sus seis fascinantes discos anteriores.
Por Martín Pérez
Con Paul Westerberg cantándole en una oreja y Morrissey en la otra. Así es como asegura haber crecido Colin Meloy, el líder de The Decemberists, quinteto indie afincado en Portland que, a comienzos de este año, llegó a tomar por asalto de manera inesperada el primer puesto en las ventas de discos en Norteamérica, aun cuando más de la mitad de ese número se calcule incluyendo descargas digitales legales. Como para compensar, seguramente, el nuevo disco de The Decemberists –el tercero para una multinacional– también se puede comprar como una edición de super lujo, con polaroids y libro incluido. “Me parece que las discográficas están aprendiendo a la fuerza”, ha dicho Meloy, al que le preocupa el hecho de que la música valga cada vez menos, porque imagina que una generación de posibles talentos no tendrá el tiempo –ni el estímulo– necesario para dedicarse a pulir su arte. Pero que también reconoce que no puede quejarse demasiado de la costumbre de compartir discos de manera digital, ya que eso siempre le ha jugado a favor a su banda. “Si cuando firmamos con Capitol, hace cinco años, hubiésemos dicho que queríamos editar una edición de super lujo de nuestros discos, se nos hubiesen reído en la cara. Pero ahora han sido ellos los que han venido con la idea, si no queríamos ofrecer algo especial para nuestros fans”, cuenta el líder de un grupo bautizado con el nombre de unos revolucionarios rusos del 1800, cuyo exitoso sexto opus –en una historia de diez años que se completa con diversos EP, uno de ellos dedicado a una leyenda irlandesa del siglo XVII–- lleva por nombre The King is Dead, un evidente homenaje a la obra magna de The Smiths, The Queen is Dead. “Nunca hemos ocultado nuestras influencias. Es más, siempre las llevamos en la solapa”, asegura orgulloso Colin, que ha puesto poco de su veta Morrissey en un disco luminoso, que en realidad parece haber sido compuesto con Harvest de Neil Young sonando en una oreja y Reckoning de R.E.M. en la otra. “Compuse muchas canciones después de haberme sentado a escuchar la edición remasterizada de Reckoning”, confiesa Meloy, que asegura haber hecho eso muchas veces cuando recién empezaba en la música. Ahora, claro, se puede dar el lujo de, en vez de intentar esconder esas influencias, invitar al mismísimo Peter Buck a hacer de sí mismo en el disco. “Me preguntó, antes de grabar: ‘¿qué tan parecido a mí querés que suene?’”, se divierte el líder de The Decemberists, contando intimidades de la grabación. “Todo mi sonido se lo robé a Roger McGuinn, de The Byrds. Así que nada es de nadie. O, mejor dicho, todo es de todos –ha asegurado Buck, fanático confeso del grupo–. Esta es una banda que siempre se ha sentido segura de sí misma. Podrían haber hecho un disco como este mucho antes, pero había otras cosas que querían hacer. Creo que este álbum es una bisagra. A partir de ahora pueden hacer cualquier cosa e ir donde quieran.”
Sin embargo, hay quienes no opinan igual que Peter Buck. Para empezar, el propio Colin, que asegura a quien quiera escucharlo que, a pesar de que con este disco el grupo llegó al número uno en ventas, ya es hora de tomarse un respiro. “Fueron diez años haciendo esto, y hay otras cosas que me encantaría probar”, asegura Meloy, que hace tiempo que está intentando escribir un musical –junto a su amigo Michael Mayer, el director de American Idiot en Broadway– y también tiene un contrato para editar una serie de libros para adolescentes con dibujos de su mujer, Carson Ellis. El primero se titula Wildwood y tiene fecha de edición en septiembre. “Hace tiempo que queremos hacer algo así”, cuenta orgulloso Colin. “Nuestro primer intento fue algo impublicable, en el que una adolescente quedaba embarazada y daba a luz a un conejo. Pero hemos ido mejorando”, bromea, aun cuando una Alicia en el País de las Maravillas en reversa sea justamente lo que uno puede esperar de alguien como Meloy. Nacido hace 36 años en el pueblo de Helena, en Montana, Meloy ha contado gran parte de su iniciación musical en esa suerte de memoir disfrazada de ensayo sobre Let it be, disco emblemático de The Replacements, para la admirable colección 33 1/3. Allí recuerda que fue un tío que vivía en la más rocker Eugene, del estado de Oregon, quien cambió su vida cuando le envió un cassette incluyendo los temas “I Will Dare”, de The Replacements; una versión de “Superman” del grupo Clique por R. E. M.; “Hardly Getting Over It”, de Hüsker Dü y “The Queen Is Dead”, de The Smiths. “Y algún tema del grupo Guadalcanal Diary, pero no recuerdo cuál”, agrega Meloy, completando su particular magdalena indie, a partir del cual comienza una vida musical que, una vez recibido y mudado a Portland para estudiar escritura creativa, se transformó en las extraordinariamente literarias canciones con aires de campiña inglesa de The Decemberists, que devinieron conceptuales para The Crane Wife (2005), su primer disco para una multinacional, doblando la apuesta para el increíble country progresivo de Hazards Of Love (2009). Por eso la sorpresa ante los temas pastorales y directos de The King Is Dead, su disco más sencillo y accesible desde su debut, primero con el EP 5 songs (2001) y luego con el álbum Castaways And Cutouts (2002). “Cada vez que terminábamos de hacer nuestros complicados últimos discos nos decíamos: ‘El próximo lo hacemos en dos semanas y en un establo’. Y esta vez lo hicimos –explica Chris Funk, guitarrista y columna vertebral del grupo–. Claro que no nos tomó sólo dos semanas.”
Así como cuando dejó la costera Montana para instalarse en la costa de Portland el mar no dejó de aparecer en sus canciones, haberse alejado del centro de la ciudad para vivir en medio del campo inspiró los temas fundamentales del The King Is Dead, el más confesional de los discos de Meloy, una suerte de Stephin Merritt del alt-country, que siempre parece pensar demasiado sus canciones, y esta vez recolectó las sencillas, que habían quedado afuera de sus últimos discos. Con la extraordinaria voz de Gillian Welch en coros durante casi todo el disco, el sexto opus de The Decemberists ha sido criticado por ciertos críticos por ser demasiado mimético con sus influencias. Y por haber abandonado de alguna manera el atrevido camino que señalaban sus discos precedentes. Pero a Meloy le divierte más que nada el hecho de que en todas las entrevistas le mencionen el alivio ante un disco más sencillo que los anteriores. “Es como cuando nadie habla mal de una novia en la familia, pero apenas es reemplazada por otra todos empiezan a mencionar lo que no les gustaba de ella”, bromeó varias veces el cantante en las entrevistas para presentar un disco ideal para ser tocado en vivo, paradójicamente justo lo que más detesta Meloy de esto de dedicarse a la música. “Sé que a muchos es lo que más les gusta, pero yo odio las giras”, asegura el cantante, que ahora dispondrá de tiempo de sobra para encerrarse en su casa. “Con el disco anterior habíamos llegado al límite en la complejidad de las canciones, y creo que después de este me sería difícil volver a esa clase de composiciones”, ha dicho Meloy, cuyas canciones más simples también invitan a perderse en los puntos más ambiciosos de su discografía. “Eso es lo bueno de haber decidido parar antes de la edición del disco. Ahora se que sólo voy a volver a grabar cuando aparezca una voz nueva.”
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