CINE > AMATEUR, EL NUEVO DOCUMENTAL DE NéSTOR FRENKEL
Hace unos años, Néstor Frenkel filmó un documental sobre Federación, la ciudad de Entre Ríos que la dictadura de Videla mandó inundar para construir Salto Grande. Cuando buscaba imágenes de los años ’70 de la ciudad desaparecida, encontró en Concordia a Jorge N. Mario, odontólogo, coleccionista, cineasta amateur que no sólo tenía imágenes de Federación, sino películas propias en Súper 8, desde westerns hasta largos sobre su casamiento pasando por películas de espionaje. Y a partir de conocer a Jorge Mario surgió Amateur, un documental único que va del mundo del cine casero a un personaje entrañable e increíble.
› Por Mariano Kairuz
Odontólogo con 43 años de profesión, cineasta con 23 películas realizadas en Súper 8, fundador del club social y deportivo Halcones (“¡cuatro veces campeones!”), campeón entrerriano de tiro, coleccionista con 312 afiches de cine, 96 latas de cerveza, 757 etiquetas de vino (además de tarjetas de subte, cajas de fósforos y otras cosas), cinéfilo con 13.986 películas vistas (y catalogadas en su archivo personal), cronista con 19 años al frente de un programa radial, y cinco en la televisión local, y dueño de, entre muchos otros objetos, una carabina 22 de 50 metros. El hombre y sus números, muchos hombres en uno: ése es Jorge N. Mario, el protagonista de Amateur, la nueva película de Néstor Frenkel, que desde esta semana, poco después de su paso por la competencia argentina del Bafici, llega a los cines Malba y Cosmos-UBA.
Personaje excéntrico, por momentos incluso marciano, Jorge Mario era el hombre que introducía la historia del documental anterior de Frenkel, Construcción de una ciudad, con fragmentos de su propia película en Súper 8, en la que se alcanzaban a ver imágenes de la vieja ciudad de Federación, esa que la dictadura hizo desaparecer bajo las aguas para erigir una represa en su lugar, desarraigando a toda una población a la fuerza. Para cuando Frenkel terminó y estrenó aquella película, ya se había obsesionado con la figura rara, apasionada, expansiva de Mario. “Amateur es hija de Construcción de una ciudad por dos lados”, le cuenta el director a Radar. “Investigando para la película, busqué material de los ’70, porque necesitaba imágenes de la ciudad desaparecida y me interesaba especialmente la mirada en primera persona. Averigüé quién había filmado la vieja ciudad; en aquella época sólo había Súper 8, y encontré a cinco o seis personas que habían guardado sus películas. Por supuesto, la gente me daba bolsitas con lo que encontraba, no es que tuviera sus rollos rotulados, así que me puse a revisar el material. Y ahí estaban las vacaciones, los cumpleaños; y también el día que alucinaban con que les iban a tirar la casa abajo. Mirando todo eso empecé a ver que en esos rollos había un mundo, un mundo que creo que no estaba contado. Originalmente había pensado en contar algo de esto en Construcción de una ciudad, pero hubiera sido meterlo a presión, así que sólo usé las imágenes más informativas y le di un toquecito con imágenes de un corto familiar sobre El increíble Hulk, que servía para mostrar un poco la locura del encierro.”
La idea de armar una historia con ese material casero, dice, quedó boyando. “En medio de la investigación me dijeron: en Concordia hay un tipo que hizo un documental sobre Federación, tenés que ubicarlo, es dentista. Y ahí fui; lo busqué en la guía y ya por teléfono Mario me cayó muy bien. Luego lo fuimos a ver a su casa con mi mujer (la productora de la película, Sofía Mora) y nos enamoró. El estaba como loco: treinta años después de que hubiera filmado sus películas amateur, que un ‘cineasta nacional’ –dicho así: en el interior todo se cataloga dentro de lo municipal, lo provincial y lo nacional– viniera a pedirle su película para incluirla en un largometraje que iba a terminar en la pantalla grande, era como que El Cine hubiera llamado a su puerta. Nos impresionaron su energía, su casa, las cosas que contaba; estaba claro que había mucho más para descubrir que su afición por el Súper 8. Estas dos vertientes, el Súper 8 y la historia de Mario, convergieron en la película, en la que voy de lo general a lo particular: del mundo del cine casero a un personaje increíble.”
En Amateur, Jorge Mario recuerda que uno de los momentos epifánicos de su vida tuvo lugar en 1951, cuando a Concordia llegaron el director Jacques Tourneur (Retorno al pasado) y los actores Rory Calhoun y Gene Tierney, para filmar la producción de la Fox The Way of a Gaucho, suerte de western criollo con robo descarado al Martín Fierro. Según cuenta Diego Curubeto en su libro Babilonia Gaucha, este producto absurdo habría nacido de una disposición por la que Perón congeló la salida al exterior de capitales, con lo cual la 20th Century Fox decidió filmar cualquier cosa para poner en acción los más de dos millones de dólares que sus películas habían recaudado en Argentina. Esto permitió, entre muchas otras cosas, que el pequeño Mario hiciera una excursión al set de filmación junto con amigos y vecinos, y que en la cercanía del luz-cámara-acción sintiera por primera vez que el cine era lo suyo. Veinte años más tarde, con un grupo de amigos concordienses e inspirado en infinidad de spaghetti westerns, Mario filmó su obra magna en Súper 8: Winchester Martín (1971), una historia de bandoleros, que abusan de la mujer del héroe, y de su venganza. Durante la producción de su película, Frenkel acercó a Mario a la edición argentina del Home Movie Day, “El día de las películas familiares”, la celebración internacional que se realiza anualmente desde hace poco menos de una década y a la que la gente concurre con sus películas caseras en Súper 8 para proyectarlas en público. Allí, en la sala del Centro Rojas, el creador de Winchester Martín compartió su western con espectadores nuevos y salió encantado de la experiencia. Pero la filmografía de Mario no se agota en ese film ni en su remake de poco después: Amateur rescata fragmentos de varias de sus otras obras, desde la iniciática Se armó el casorio, en el que, alentado por un amigo en 1970, registró su boda y su viaje a Brasil; y luego ficciones como Kidnapping, fórmula para ganar, en el que interpretó a un agente de Interpol que llega en misión secreta a Concordia (sic); o Zodíaco Operación Secuestro, que eventualmente transcribió para convertirlo en su “primera novela, de 145 páginas”. El sueño del aficionado duró poco más de una década: “En 1982 –recuerda Mario– venían decayendo los trabajos en Súper 8; estaba desapareciendo de los comercios el material, venía avanzando el video a paso galopante. Yo había dicho que el video no iba a matar al Súper 8 y finalmente lo mató, y me quedé allí nomás: cuando murió el Súper 8, terminó mi vida de realizador amateur”.
Amateur está contada con un ritmo vital, imparable, que explota en innumerables recursos visuales, sonoros y de montaje. Como en Construcción de una ciudad, Frenkel camina con su eléctrico sentido del humor por la delgada línea que separa la mirada divertida de la burla despiadada, pero lo hace con tal equilibrio que consigue no caer nunca del lado de la crueldad. El humor es su arma esencial desde su primer documental, Buscando a Reynolds, sobre la banda integrada por Tomasín, el baterista con síndrome Down, donde la inclusión de testimonios de iconos bizarros como el Doctor Socolinsky y Jazzy Mel rompía con algunas rigideces del género. Frenkel es consciente de que su estilo no genera las mismas reacciones en todos los públicos. “En Construcción... yo me había propuesto contar la locura de esta gente a la que le partieron la vida, que a los 50, 60 años llevaba vividas ya tres vidas –la de la vieja ciudad, la adaptación, y luego la Nueva Federación convertida en un polo turístico por sus aguas termales–. La historia tenía una carga de absurdo terrible; el humor estaba ahí, y me ayudaban los 30 años transcurridos desde los sucesos más dramáticos y el hecho de que hoy el paisaje son unos jubilados caminando en bata, viviendo muy tranquilos y con plata en el bolsillo; hay un clima de al fin y al cabo está todo bien, que abría un espacio para la comedia.” Pero no era una comedia lo que esperaban los habitantes de la ciudad. “Cuando se proyectó allá, algunos se quedaron fríos. Hay que entender que es un lugar sin cine y lo que imaginaban era un documental clásico, donde se narran hechos, se ilustra con imágenes y punto, o una película melancólica con música triste. Después me enteré de que se había abierto un enorme diálogo en el público que duró semanas y semanas, pero que luego decantó y funcionó como una catarsis, provocada por el hecho de ver proyectada la propia historia contada por un ajeno. Más tarde volvieron a invitarme para una proyección en pantalla gigante en el anfiteatro y fue muy emocionante, porque vi que la película había servido a esa catarsis.”
Al acercarse a un personaje como Jorge Mario estaba claro de entrada que, con sus obsesiones, con sus modos de hablar tan extemporáneos, y también con esa convicción y ese apasionamiento por los que a veces parece no registrar el mundo exterior, en más de una escena el protagonista estaba destinado a provocar la risa del público. “Pero Mario es un tipo feliz”, dice Frenkel. “Sí, podemos verlo como un chiflado, pero hay algo en él propio de un artista sin velos, en carne viva, con una necesidad de mostrarse, de ser aceptado, querido; y no es sólo un artista: es un constructor de universos y él vive ahí adentro, en ese estado de felicidad. Es como un niño: no tiene arrugas ni canas a los 70; está dispuesto a disfrazarse y con cada una de sus ocupaciones me daba una información visual increíble: ahora está vestido de tirador, mañana de boy scout, de odontólogo; a todo lo que hace le pone una energía inagotable. Es, después de todo, el director del Colegio de Odontólogos, y si bien ahora sus campamentos de boy scouts tienen pocos chicos, hay filmaciones que muestran que 25 años atrás 200 familias le entregaban a sus niños para que se los llevara de excursión. Al hacer mis documentales no me pongo límites, pero porque me tengo fe: sé que no voy a burlarme de Mario. Tampoco soy inocente, y como con Construcción, sé que estoy yendo hacia un límite. Si algo no me huele bien, lo arreglamos en el montaje, pero no para ocultar lo que hice, sino para que no parezca que hice algo que no hice. El humor es lo natural; para mí, amor y humor están muy cerca; por ahí es por eso que son palabras que se parecen.”
“Dice la Biblia que Dios creó al Hombre en el sexto día, a su imagen y semejanza. Unos días después el Hombre creó la cámara de cine, y empezó a filmar ...pero fue recién a mediados del siglo XX, con la difusión masiva del formato Súper 8, que llegó por primera vez la posibilidad de hacer cine en casa.” Con este texto arranca el prólogo que Frenkel le dio a su película: un paneo por ese documento insuficientemente explorado que el cine casero dejó de los ’60 y ’70. A través de un montaje de imágenes encontradas que deja sin aliento, Amateur nos sumerge en un universo cercano e infinitamente lejano a la vez. “El primer impulso fue intentar atrapar el paso del tiempo y eternizar los momentos felices”, continúa el texto: encuentros familiares, niños, mascotas, cumpleaños, navidades, picnics. “Cine hecho en casa, sin rigor académico ni conciencia de su propio valor. Sin ningún tipo de expectativa económica o de reconocimiento público.” Las imágenes rescatadas tienen a menudo una elocuencia increíble que la voz en off remarca con ironía: “(Son documentos de) una época en la que para hacer deporte era obligatorio vestirse de blanco, en la que el cigarrillo no les hacía mal a los niños, ni el sol a las mujeres; no se sabía mucho qué era eso de los derechos de los animales, y a los mellizos se los vestía iguales...”
“Entre los materiales que vi había algunas excentricidades, pero me gusta mucho más ver los balcones con la ropa colgando, los chicos jugando en livings, un arbolito de Navidad, quince personas a la mesa: esos cortos en los que la clase media se mira a sí misma. Una clase media que era la de Jorge Mario, la que viajó en auto a Brasil. En el prólogo traté de contar un poco eso: qué hace una persona cuando tiene una cámara en la mano: filma fiestas o se tira de una montaña rusa con la cámara prendida, o sale a hacer una de cowboys.”
Como corresponde a estas historias que nacen en un western y cabalgan hacia otro –en el último tramo, Mario se ilusiona con la idea de filmar una tercera versión de Winchester Martín–, Amateur cobra, sin perder el humor, un tono elegíaco: está presente en esos planos en los que Mario recorre las calles de Concordia, buscando a sus viejos amigos para reclutarlos su nueva aventura, y en los acordes a lo Morricone que lo acompañan. Al terminar la película Mario ha revelado infinitos perfiles pero aún lo rodea cierto misterio. Y sabemos que es un torbellino de hiperactividad pero no sabemos casi nada sobre su entorno social, sobre sus hijos ni sobre su esposa, esa mujer tranquila que asiente en silencio, que escucha paciente, que le plancha las camisas. “Yo creo que Mario representa un montón de cosas que están dejando de existir”, dice Frenkel. “El tiene una obsesión con la muerte: con los actores que se murieron, con los actores de The Way of a Gaucho que se murieron, con el ombú que aparecía en la película y que él no quiere que se muera; con la muerte del Súper 8, la de su carrera como súper-ochista, la muerte del VHS, y la de los compañeros que filmaron con él Winchester Martín. El representa todo eso, toda una época que se va: el scoutismo, la filatelia, la mecanografía; y dentro de todo eso, ese modelo de pareja, el de un hombre expansivo y una mujer silenciosa que le plancha la camisa, también es algo que está pasando a mejor vida. Amateur busca contar eso que se está yendo y que Jorge Mario encarna como nadie. Nunca quiso filmar en video, y dice: finalmente el video mató al Súper 8. Y él se quedó ahí, firme junto a su cámara, como si fuera su Winchester.”
Amateur se da todos los viernes de mayo a las 22 y domingos a las 21.30, en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415. Hoy, domingo 8 a las 20 y jueves 12, viernes 13, sábado 14 y domingo 15 a las 20; y jueves 19, viernes 20, sábado 21 y domingo 22 a las 18, en el Cosmos-UBA, Av. Corrientes 2046.
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