Dom 22.05.2011
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COMIC > EL MANGA DE LOS ’80 SOBRE LOS DESASTRES NUCLEARES COMO EL DE FUKUSHIMA

La memoria de las catástrofes del futuro

A fines de los ’80, en pleno auge del manga y de la energía nuclear que empujaba el crecimiento de Japón como potencia económica mundial, una autora aterrada por el accidente en Chernobyl reescribió un mito griego para advertir sobre los peligros que se cernían sobre la isla y la humanidad. Después de veinte años y un accidente atroz como el que preveía, Phaethon vuelve a tener miles de lectores, esta vez en Internet.

› Por Damian Huergo

Primero hubo una explosión. Al rato otra, más fuerte. Los temblores y estruendos llegaron en simultáneo. Movieron el piso y las paredes de la casa. Por el impacto, la chica de ojos saltones quedó tiesa, con un zumbido molesto en los oídos. Como en tantas casas vecinas a esa hora, debió interrumpir la tradicional ceremonia del té. Luego reaccionó. Y buscó respuestas en el diario, en libros y consultando a amigos y familiares por teléfono. Algunos le hablaron de una fuente de luz parecida a la que usan los manuales escolares para explicar –científicamente– el origen del mundo. Otros nombraron una columna de humo como el hongo de la muerte de Chernobyl. Por último, la televisión le confirmó lo que –a su pesar– esperaba: las explosiones se originaron en los reactores de la planta nuclear de su ciudad. Los expertos se esforzaban –sin resultados– en controlar el incendio. El material radiactivo ya estaba en la atmósfera que respiraba.

Lo dicho podría ser la crónica de cualquier ciudadana japonesa que, tras el terremoto y el posterior tsunami del 11 de marzo, tuvo que aprender a convivir con los peligros nucleares. Sin embargo, los temores de la chica de ojos saltones no corresponden al accidente de Fukushima sino que pertenecen a las primeras viñetas del manga Phaethon, dibujado por Ryoko Yamagishi en 1988, veintitrés años antes de que la espada nuclear de Damocles vuelva a pendular en la frente del “progreso energético”.

A fines de la década del ’80 –al tiempo que Japón se acomodaba como protagonista en la nueva geopolítica mundial–, las revistas de manga tuvieron su época de gloria dentro y fuera de la tierra nipona. Por un lado, el formato empezó a instalarse en el mercado occidental por medio de la versión cinematográfica de Akira, basada en el manga moderno del dibujante Katshuiro Otomo. Por el otro, el fenómeno creció puertas adentro al incorporar recursos de otros géneros, tanto de la sátira como del erotismo o –en menor medida– de la crítica social. Los números de la industria gráfica de esos años atestiguan el furor: el 39 por ciento de las publicaciones eran revistas o libros de mangas. Dentro de ese porcentaje figuraba Phaethon, de la mangaka (así se llama a los escritores o dibujantes de mangas) Ryoko Yamagishi.

El libro lleva explícito, de un modo cuasi pedagógico, un mensaje antinuclear. En su momento –según la cantidad de ejemplares vendidos–, al menos 70 mil personas recibieron la advertencia. Sin embargo, en pleno ascenso de Japón como potencia mundial a dieta de energía atómica, sus viñetas apocalípticas estaban más cerca de la fantasía que hizo de Godzilla una mascota nacional que de las explosiones en la central de Fukushima.

EL LIBRO DE LA BUENA MEMORIA

Phaethon, en la mitología griega, era el hijo de Helios, el dios del sol. Al igual que tantos adolescentes de las actuales sociedades falocéntricas, se jactaba ante sus amigos de las virtudes y pertenencias de su padre. Algunos le creían y otros no. Caprichoso y arrogante, Phaethon, para lucirse y despejar dudas, le pidió prestado a papá su carruaje único modelo: el sol. Helios, por una extraña promesa que había hecho, debía ceder a los antojos que su hijo dispusiera como si fuese un padre culposo. No obstante, presintiendo el peligro que se aproximaba, intentó disuadirlo. Pero los pataleos de Phaethon pudieron más. Así fue como el niño mimado se subió al carro de sol empujado por caballos blancos. Sin embargo, su aventura no duró mucho. A los pocos metros perdió el control del carruaje y puso en jaque al planeta, creando desiertos con su paso de fuego cuando se acercaba a la superficie de la Tierra y enfriando zonas cuando se alejaba. La pesadilla terminó cuando Zeus paralizó el carro con un rayo y detuvo su andar destructivo.

A sólo dos años de lo sucedido en Chernobyl, mientras empezaban a develarse los efectos tardíos de las radiaciones, la experimentada Yamagishi –nacida en 1947– percibió que la ambición energética de los hombres que dirigían su país era similar a los caprichos de Phaethon. Frente a su mirada lúcida, los reactores nucleares eran como carros brillantes y radiactivos yendo a toda velocidad a aniquilar al planeta. Agravado, además, por la certeza escéptica de que no existen dioses como Zeus interesados en salvarnos.

Ryoko Yamagishi reversionó el mito de Phaethon en clave contemporánea e instructiva. A lo largo de las 46 páginas en blanco y negro, la mangaka señala las –posibles– consecuencias fatales de jugar con energía nuclear. Para ello dibujó expertos con escafandras alterados ante el derrame radiactivo, seguido de fantasmales apariciones de la muerte. A la vez, como si fuese un panfleto de denuncia, Yamagishi arroja un dato detrás de otro. En su misión didáctica utiliza ilustraciones de la anatomía humana para señalar cómo afectan las radiaciones en hombres y mujeres. Por último incluye un mapa de Japón para indicar las ciudades donde hay centrales nucleares, como si fuese una maestra clavando chinches en el pizarrón de un aula.

Leído en retrospectiva, Phaethon, al mezclar ficción y datos duros, parece inaugurar el subgénero de ficciones ambientalistas que años más tarde retomará Annie Leonard, en su famoso The Story of Stuff. Ambas autoras fundamentan historias trágicas con la sapiencia de dos madrazas que nos enseñan una receta de cocina. En sus trabajos diseccionan los elementos –naturales y artificiales– que constituyen el planeta y nos muestran las secuelas ecológicas del abuso del hombre. Al fin y al cabo, ambas nos recuerdan que el futuro está en nuestras manos. Y también la posibilidad de hacerlo pelota.

EL FUTURO YA LLEGO

“La advertencia de mi comic no sirvió para nada. Estaba muy triste”, dijo Ryoko Yamagishi en una breve entrevista al diario español El País luego del 11-M nipón. Triste pero no inmovilizada, le faltó decir a la autora. Apenas se enteró de que por la central de Fukushima había pasado el carro conducido por Phaethon, llamó a su editor Tatsuya Kitagawa, de la editorial Ushio, y le pidió que haga circular el manga, liberándolo de los derechos de autor. Su editor lo colgó gratis en la red. Y, como sabemos, en algunos casos Internet puede funcionar como el milagro que multiplica los panes: en menos de dos meses Phaethon tuvo –aproximadamente– el triple de visitas de las copias que vendió desde su publicación.

Fiel a la máxima panfletaria que dice que toda crítica debe llevar una solución, Yamagishi no baja los brazos y recomienda “cerrar los reactores nucleares uno a uno y reemplazarlos por energía solar, hidráulica y geotérmica”. Otra vez (¿será la vencida?) sale al ruedo como el relámpago que advierte la tormenta; nuclear, claro está.


Phaethon puede verse en:

usio.feliseed.net/paetone/_SWF_Window.html

Lamentablemente, sólo está en japonés.

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