PERSONAJES > NICKI MINAJ, LA NUEVA CHICA MALA DEL HIP-HOP, EN UNA ENCRUCIJADA
› Por Javier Alcacer
Que es una insolente. Eso es lo primero que hay que decir de Nicki Minaj. Después, sí, podemos decir que Onika Tanya Maraj nació en 1984 en Trinidad y Tobago, hija de padres indios y africanos. Que a los cinco años su familia la llevó a vivir a Queens. Que sus padres se vivían peleando y ella se inventaba nuevas personalidades para distraerse. Que su padre era un borracho que intentó asesinar a su madre quemando la casa en la que vivían. Que admira a Missy Elliot y a TLC. Que sus rasgos de personaje de animé hacen que sea difícil que pase desapercibida. Que si bien nunca llegará al nivel del vestido de carne (¿quién podría?), suele combinar pelucas flúo con disfraces que pueden ir desde colegiala, nerd, ninja o samurai, o todo eso junto.
En 2007, la chica empezó a grabar y a hacer circular sus mixtapes (grabaciones no del todo profesionales, con un nivel de producción muy básico, de circulación gratuita; la principal manera de difusión que tiene el hip-hop), en cuyas fotos de portada aparecía en posiciones de lo más sugerentes. Hay que reconocerle que avisó: Nicki venía diciendo desde sus primeros mixtapes que iba por más, que era la mejor y que no había nadie como ella, pero, ¿cómo darse cuenta de que hablaba en serio en un género musical en el cual el complejo de superioridad está a la orden del día?¿Qué era lo que la diferenciaba de cualquier chica pulposa que coquetea con ser la encarnación de las fantasías porno masculinas como Lil Kim o Trina? La madurez le llegó en 2009, el año en el que trabajó a la par de dos de las nuevas estrellas del hip-hop: Gucci Mane y Lil Wayne. Ambos participaron en el que hasta ahora es su mejor trabajo, la mixtape Beam Me Up, Scotty (sí, una referencia a Star Trek), en la que también colaboró Busta Rhymes. Acá ya se siente que la chica aprendió dos o tres trucos y sabe usarlos, a saber: un dominio excelente del flow, un talento para la guarrada que puede descolocar al más curtido y una búsqueda de sonidos extraña, que le permiten divagar y cambiar de rumbo cuando nadie se lo espera. A fines de 2009, Minaj se sumó a Young Money, el sello de Lil Wayne y empezó a trabajar en su primer disco, Pink Friday.
Pero volvamos a su insolencia. Algunos lo habrán comprobado hace poco, con la postergadísima edición en el país de My Beautiful Dark Twisted Fantasy, la última obra maestra de Kanye West. La de Nicki es la primera voz que se escucha al poner play: se ocupa del recitado introductorio, en un inglés british inexplicable, de “Dark Fantasy”, el tema que abre el disco. También participa en “Monster”, un tema en el que aparecen dos bestias del hip-hop como Jay-Z y Rick Ross (un ex oficial correccional que ahora jura ser jefe narco y rapero), además del muy indie Bon Iver (!). “Monstruo, monstruo, todos saben que soy un maldito monstruo”, canta West en el estribillo, pero no es hasta que Nicki empieza a rapear que la cosa se desmadra. Es un minuto de locura, en el que la chica entrega una performance salvaje y alucinada, que intercala gruñidos con gritos bien agudos, que va creciendo en intensidad y amenaza con reventar en cualquier momento, mientras muta y demanda –exige– varios cambios de ritmo. Aunque parezca increíble, la novata hace que uno se olvide de Jay-Z.
Hasta aquí, todo iba bien, pero, ay, su disco Pink Friday es una decepción. Se salvan un puñado de canciones, entre ellas “Roman’s Revenge”, un dueto brutal con Eminem, en modo Slim Shady, en el cual debuta Roman Zulanski, alter ego de Nicki que bate records de mal gusto; y “Your Love”, una baladita simpática, en gran parte porque samplea a “No More I Love You”, de Annie Lennox. ¿Pero qué fue lo que salió mal? Que el disco no es lo que debería haber sido. Es como si Universal y Young Money hubieran querido aprovechar para convertir a Nicki una versión cochina de Rihanna (que aparece en uno de los momentos olvidables del álbum), cuando lo suyo no es el pop, y tener que someterse a la estructura de estrofa–estribillo aniquila lo que la hace especial. Tampoco se destaca por tener una gran voz, es obsceno el uso de procesadores de audio para ayudarla a alcanzar notas que no tiene por qué alcanzar. No hubo espacio para el desmadre de Beam Me..., aun así, en los días en los que la industria discográfica atraviesa su crisis terminal, Pink Friday vendió aproximadamente un millón y medio de copias en todo el mundo. Esta semana, Nicki confirmó que acompañará en su tour por Estados Unidos a Britney Spears, la estrella pop que hizo pop y pasó a ser un agujero negro y ahora quiere volver. Un choque de universos del que no se sabe qué podría llegar a salir.
Seguiremos mirando, pero el rumbo musical que tome el próximo disco de Nicki definirá si habrá que hacerlo en mute.
Beam Me Up, Scotty y el resto de las mixtapes de Nicki Minaj pueden conseguirse gratis en www.datpiff.com
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