MúSICA > ALVY SINGER PRESENTA EL TIEMPO DEL AMOR
Su verdadero nombre es Jano Seitún, apelativo casi tan curioso como el que elige para su personaje de cantor al frente de la Alvy Singer Big Band. Desde sus comienzos como contrabajista del Teatro Colón, Singer supo abrazar sus diferentes universos musicales, al punto de que hoy parece multiplicarse: es uno de los integrantes de Onda Vaga, toca en Los Campos Magnéticos y en Nacho y los Caracoles, pero sobre todo lidera su Big Band, que acaba de editar y presenta El tiempo del amor, su cuarto disco.
› Por Juan Andrade
Con un hilo de voz, Jano Seitún cuenta que la semana pasada volvió de una intensa pero agotadora gira de Onda Vaga por Brasil, que los llevó por ciudades como San Pablo, Río de Janeiro y Belo Horizonte. Apenas bajó del avión, tuvo que salir disparado desde Ezeiza hacia el Malba junto a Nacho Rodríguez, para tocar con los Campos Magnéticos en el lanzamiento de La Editorial Común, el emprendimiento del historietista Liniers. Un día más tarde llegó el turno de la presentación de El tiempo del amor, el cuarto disco de la Alvy Singer Big Band, en el escenario palermitano de La Oveja Negra. Y ahí nomás la orquesta de corazones solitarios se subió a una combi para llevar su delivery de canciones primero a Mar del Plata y luego a Tandil.
El maratón musical queda condensado en una simple anécdota, que Seitún escribió en el blog del grupo y que ahora repite para la nota, afónico y con visibles restos de cansancio. “En el boliche de Tandil había una habitación, al lado del camarín. ‘Me tiro una horita’, pensé. Y de repente me desperté y había un silencio absoluto. ¡Una pesadilla! Hice dos pasos y empezó a sonar la alarma. Era de día y el piso estaba pegoteado de alcohol, puchos pisoteados, un asco. Y empecé a llamar a los chicos y ninguno atendía. Hasta que por fin uno escuchó el celular y me vinieron a rescatar”, evoca, con una risita apagada.
“Es la primera vez que siento que me gana el cuerpo, por todos los malabarismos que hago entre todos los grupos en los que toco”, confiesa. A los ya mencionados habría que agregar el trío Nacho y Los Caracoles, otro de los proyectos que comparte con Rodríguez. “En cada uno tengo distintos niveles de responsabilidad y cumplo roles diferentes, desde lo musical hasta lo administrativo o emocional”, aclara. Lo cierto es que la última vez que anduvo por las oficinas de la Asociación Argentina de Intérpretes, cayó con una docena de discos en los que había participado y se ganó el odio apenas disimulado de la empleada de turno, que tardó un par de horas en registrar en su computadora su trámite múltiple.
Como sea, el hombre orquesta responde al alias de Alvy Singer. “Es mi sacerdocio, un falso reality de mis experiencias con el amor”, define. La fascinación por el personaje de Woody Allen se remonta a 2002. Por entonces, este ex contrabajista de la Orquesta Académica del Teatro Colón había anclado por una temporada en Barcelona. “Entré a una especie de Arteplex de allá y justo daban Annie Hall. Y me re-pegó”, sintetiza. “Hasta ese momento había sido contrabajista de orquestas de música clásica y de grupos de jazz, tango o música celta. Y tenía miedo a asumir el rol de cantante. El nombre de Alvy Singer me cerró porque ponía la lupa justo donde estaba la falla: en la voz.”
Alvaro El Cantante, como llaman sus amigos a su alter ego, fue para Seitún “una especie de exorcismo”. “Soy cantor, no cantante”, se ataja. Viene de una escuela cuyos próceres son Lou Reed, Tom Waits y Bob Dylan. Y completó su paradigma estético con el imaginario de las big bands de Count Basie, Stan Kenton y otras por el estilo. “En un punto estaba viviendo vidas paralelas: iba al Colón y tocaba en grupos de jazz, pero también grababa canciones en la compu, aunque eso transcurría puertas adentro, como un juego íntimo”, confiesa. Los dos mundos se cruzaron casi sin que se diera cuenta. “De repente, un día salía del ensayo con un músico amigo y le pedí que grabe un violín. Y lo mismo con otros. Fue muy natural, y se me aclaró todo, porque sabía qué pedirle, en qué registro tenía que tocarlo y un montón de cosas que manejaba por mi oficio.”
Con antecedentes como Sergio Pángaro & Baccarat –“fue un referente muy importante para mí”, reconoce–, la Alvy Singer Big Band se lanzó al ruedo casi en simultáneo a la Orquesta de Salón de Pablo Dacal, la Ludwig Van de Pablo Grinjot y el Puchero Misterioso de Tomi Lebrero. “Cada uno con sus timbres y su lenguaje, pero todos empezamos a vestir a las canciones con instrumentos que no eran tan convencionales en 2003 o 2004. Estuvo buenísimo descubrir que había varios colegas que estaban en la misma”, explica. En ese plan, Alvy Singer fue amasando un repertorio propio de letras escritas a corazón abierto, perfumadas con aires de valsecito, bolero, bossa nova, chanson o fox-trot. “No me gusta que escuches un tema nuestro y digas: ‘Ah, es un tango’. Me copan los géneros, pero prefiero que aparezcan mezclados, que cueste identificarlos.”
Después de aquella primera etapa en la que grababa las canciones con colegas de distintos trabajos y una segunda en la que la Big Band recibía el aporte de un elenco rotativo de músicos, Alvy Singer parece haber consolidado una formación en El tiempo del amor. “Mi idea siempre fue armar un grupo estable, pero recién ahora siento que está conformado el septeto. Y se generó algo muy lindo porque, en vez de escribir los arreglos, esta vez sólo hice unos bocetos muy generales. Y los arreglos los fuimos sacando entre todos en los ensayos. Este disco es una consecuencia del trabajo en vivo que hicimos el año pasado en el C.C. Matienzo: fue un ensayo para llegar re-listos al estudio y grabar todo en dos días.”
A esta altura, entonces, ¿quién es Alvy Singer? “Lo más difícil para el ‘cancionero’ es asumir ese juego de rol que implica colgarse una guitarra y decir cosas. ¿Por qué todos creen que cuando alguien canta en primera persona está hablando de su propia vida? Pareciera que es lo más obvio, aunque a veces me distraigo y también me entrego a ese juego. La verdad es que la canción, en cierto modo, también es una ficción. Y me gusta ser consciente de eso, experimentar con esa especie de actuación mezclada con verdad. El punto pasa por decirlo de una manera que sea interesante de escuchar. Porque, en toda la historia del pop, ¿cuántas canciones de amor hay? Millones. Mi desafío es poder decir esas mismas cosas que ya fueron dichas millones de veces, pero de una manera que resulte divertida.”
La Alvy Singer Big Band toca el viernes 17 a las 18.30 en el C.C. Recoleta, en el marco del festival Ciudad Emergente.
El sábado 18, por su parte, se presenta a las 21 en C.C. Islas Malvinas de La Plata.
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