Dom 05.06.2011
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PERSONAJES > KUNG FU PANDA VUELVE PARA QUE LO ORDEñEN EN SEIS PELíCULAS

Que no Panda el cúnico

› Por Mariano Kairuz

Si había una lección importante en Kung Fu Panda (2008), era que no necesitamos otra lección. Es decir: que no necesitamos que las películas de dibujitos animados protagonizadas por animales que caminan en dos patas nos anden propinando grandes enseñanzas de vida. Ni siquiera el propio Po, su encantador y gordinflón protagonista de peluche blanco y negro (con la voz de Jack Black en su idioma original), aprendía gran cosa de su “viaje existencial”: apenas sí una vaga noción de predestinación, que no le impedía seguir comiendo todo lo que le diera la gana ni lo obligaba a plegarse a la férrea y esforzada disciplina de entrenamiento de esos maestros guerreros que son los Cinco Furiosos (voz de Angelina Jolie como la Tigresa, y otros). Entre los comentarios de los usuarios que pueden leerse en la entrada de la película en www.imdb.com, hay uno que llama especialmente la atención, titulado “La película traiciona su propia moral”; en el que un tal psychicgeek escribe: “Kung Fu Panda esgrime la moral de que cualquiera-puede-triunfar-si-lo-intenta, pero al final los cinco guerreros que trabajan juntos y han dedicado sus vidas enteras a entrenarse en Kung Fu se ven superados por el oso que solo ha entrenado una semana y lleva luchando dos días”. Psychicgeek se equivoca: si algo enaltece a Kung Fu Panda es justamente que jamás pierde tiempo en esgrimir esa moral barata. De algún modo, Po viene a ser algo así como el espectador occidental –nosotros– de todas esas películas chinas y hongkonesas de artes marciales, filosofía ancestral y la-violencia-como-último-recurso que consumimos desde hace décadas; un sujeto incapaz de asimilar cabalmente las enseñanzas de los grandes maestros orientales sobre el equilibrio del cuerpo y el alma, la paciencia zen y la paz interior. Y de hecho, de eso es que se trata en parte la película si se la piensa un poco: Po es el mismo nerd ansioso y desordenado que se echa al estómago cualquier cosa y rehúye todo sacrificio personal, tanto al principio como al final de Kung Fu Panda. O en otras palabras: basta de moralejas.

Sin ignorar el renacido interés que hubo de este lado del mundo por los exponentes más elegantes del wuxia a partir de El tigre y el dragón, pero abrevando mucho más directamente en los primeros éxitos del bastante menos pulido cine de artes marciales de fines de los ‘70 y los primeros éxitos de Jackie Chan, con su “maestro borracho” y sus grullas y tigres y dragones furiosos, en 2008 Kung Fu Panda se convirtió inmediatamente en uno de los mayores logros del departamento de animación de DreamWorks, que siempre su ubicó en un incómodo segundo lugar detrás de Pixar. Es muy probable que el secreto de su éxito en este caso se deba justamente a la relajada actitud de segundón de su protagonista; su actitud menos intensa, un poco más berreta y humorística que la de los creadores de Toy Story, Cars y compañía.

Como era inevitable, ahora, tres años y cientos de millones de dólares después, llega la primera de las ¡cinco! secuelas anunciadas por el jefe de DreamWorks Animation, Jeffrey Katzenberg. Y la cosa empieza con un relato de origen en el que, evocando el mito cristiano de la matanza de los primogénitos, un poderoso y maligno Pavo Real (Gary Oldman), atemorizado por una profecía, manda aniquilar a todos los osos pandas de su reino y alrededores. Así que, tras algunas vueltas, esta vez Po sí está destinado a aprender al menos una cosa sobre sí mismo: que su papá, el Sr. Ping –que es un ganso, no un oso panda– no es su padre biológico. Y el resto es kung fu en 3D.

Es probable que, para cuando la sexta y última de las películas de la saga anunciada haya sido completada, ya no quede nada por ordeñarle, como ocurrió con el pobre Shrek, del mismo estudio. Esperemos que al menos las nuevas historias sigan siendo fieles al espíritu que animó las dos primeras películas y que el final encuentre a Po convertido en el mismo oso obeso de siempre, ni un poco más sabio, por ahí más viejo y gordo e inclinado a hibernar y a pasar su tiempo comiendo galletitas, bollos y fideos, echado panza arriba, con algún problema de salud propio de la edad y los abusos cometidos pero feliz con la vida que eligió. Como corresponde a una película que sólo quiere divertir sin enseñarle nada a nadie.

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