Hace tiempo ya que el Teatro Ensamble de Banfield funciona los domingos como un paraíso perdido de la escena de jazz local. Lo que empezó como un encuentro casual de músicos buscando un lugar para tocar terminó como todo lo que funciona bien y con sinceridad: en un ritual que alberga su propio Festival anual. Por ahí pasaron Ernesto Jodos, Hernán Merlo, Sebastián Verdinelli, entre tantos otros, que fueron creando una especie de árbol genealógico musical. Flavio Romero es fruto adoptivo de ese, digamos, árbol. Contrabajista formado en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, alumno prodigio de Javier Dragún, Sergio Rivas y Osvaldo Suárez, Romero acaba de sacar su primer disco solista: Umbral.

Ligado a la tradición del hard-bop, o como insisten en llamarlo algunos, post hard-bop, Romero sorprende con su madurez compositiva a pesar de sus 28 años. Parece buscar un lugarcito a los codazos entre la rigurosidad jazzera más académica de Dave Holland y la libertad controlada de un Ron Carter; o bien, usando referencias locales, entre el dogmatismo de un Merlo y la melancólica libertad del Quinteto Urbano. Las composiciones tejen la base armónica ejecutada en piano y teclados por Bruno Delucchi, o como bien lo denomina el título, el umbral de una partida desde donde se disparan las líneas melódicas de sus solistas: Carlos Michelini en saxo alto, y Juan Manuel Alfaro en saxo tenor. La música se abre comandada por la sección rítmica de Romero en contrabajo y bajo eléctrico, y Martín Vicente en batería, y muchas veces encuentra camino en el free hasta reencauzarse nuevamente en una nueva melodía, como es el caso de “Bluezarro”, o bien regresando a la anterior melodía.

Romero se dio el lujo también de convocar a otros hijos adoptivos que asoman de vez en cuando por “El Ensamble”, como el guitarrista Nicolás Amato, el trompetista Alan Rodríguez, y el gran guitarrista Guillermo Capocci.

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