Un pulso tanático parece latir en el erotismo cinematográfico japonés, como lo habrá comprobado cualquiera que haya visto El imperio de los sentidos (1976): en la célebre y polémica película de Nagisa Oshima, la relación entre los amantes alcanza su clímax en una orgía de estrangulamiento y castración. Los films de Masahiro Shinoda son menos conocidos que los de Oshima entre el público argentino, a pesar de pertenecer ambos a la misma generación de cineastas iniciada en los estudios Shochiku entre fines de los ’50 y principios de los ’60, que conformó el núcleo de la Nueva Ola Japonesa, pero puede rastrearse en Doble suicidio, film de 1969 realizado por Shinoda, una pulsión afín a la del “escandaloso”, explícito y censurado clásico de Oshima. En todo caso, el ciclo de trece películas en fílmico que comienza mañana en la sala Lugones del Teatro San Martín y se extenderá hasta fin de mes y que incluye la proyección de Doble suicidio sanará al menos parcialmente este hueco en la cultura cinéfila local.

Basada en una obra teatral estrenada en 1721, El amor suicida de Amijima, de Monzaemon Chikamatsu, Doble suicidio comienza con una escena que hace referencia al modo en que esta obra es representada tradicionalmente: el estilo bunraku, es decir, con marionetas. La historia se cuenta con actores de carne y hueso, pero Shinoda apuesta a un estilo no realista y una rara variedad de recursos (como el kuroko, una suerte de teatro negro) que la sustraen de su ambientación contemporánea y le dan una sugestiva cualidad abstracta. El relato es el amor fatal del mercader Jihei (Kichiemon Nakamura), que tiene esposa y dos hijos y que, como indica el programa del ciclo de la Lugones, “sacrifica familia y fortuna merced a su obsesión por una prostituta”. Eventualmente, la imposiblidad de hacer su vida juntos los lleva pensar trágicamente en una reunión en el más allá como único camino posible para su pasión. En uno de sus apuestas más provocativas, la cortesana Koharu, dueña de un rostro hipnótico, está interpretada por la misma actriz que compone a la esposa del mercader, Shima Iwashita,(casada en la vida real con Shinoda y protagonista de varios de sus films, así como actriz de dos de los directores más importantes del cine japonés de los años ’60, Kobayashi y Ozu). El gesto de la doble interpretación ha sido interpretado por la crítica Claire Johnston en el ensayo que acompaña la estupenda edición, inconseguible por acá, que hizo el sello Criterion de la película como “una representación de la tensión entre la obligación y la inclinación personal, entre la responsabilidad social y la emoción individual, y un reflejo de la traumática interpretación que han atravesado las mujeres en el Japón de la posguerra. El respeto mutuo que sienten ambas mujeres es subrayado de manera constante, como si ellas no fueran sino dos aspectos conflictivos de la personalidad”.

Nacido en Gifu, Japón, en 1931, formado en teatro en la universidad de Waseda, e iniciado en 1953 como asistente de director del estudio Shochiku (donde trabajó con Ozu), Shinoda debutó en la dirección en 1960, con One-Way Ticket for Love, y pronto se convirtió en uno de los cineastas que mejor plasmó los terremotos culturales y políticos de la época, y la reacción de la juventud, consagrándose como figura central de la mentada Nouvelle Vague nipona, la nuberu vagu. Pero, aunque ha puesto a menudo el foco sobre personajes marginales y más de una vez ha vuelto sobre elementos del teatro antiguo, no hay un único tema o género que atraviese toda su obra, sino que realizó films de yakuza como Flor pálida, y de samuráis como Asesinato, ambas de 1964 e incluidas en el ciclo que empieza mañana. Y del que vale recomendarle a quien no pueda verlas todas, que no deje de ver al menos la fundamental Doble suicidio, cuya última escena de sexo transcurre en un cementerio.

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Masahiro Shinoda: una retrospectiva
Del lunes 18 al sábado 30 de julio en la sala Lugones, Av. Corrientes 1530
Más información: www.teatrosanmartin.com.ar4’; 16mm, 1969) se da el domingo 24 a las 14:30, 17 y 19:30 horas.