Domingo, 14 de agosto de 2011 | Hoy
En octubre de 1981, un grupo de fotógrafos decidió montar la primera muestra colectiva de fotoperiodismo argentino, una iniciativa aún muy peligrosa en los estertores de la dictadura. Fueron 70 fotógrafos y 200 imágenes, muchas censuradas o inéditas: las vieron cinco mil personas que hicieron cola en la calle. Ahora, cuando se cumplen treinta años de aquella muestra fundacional, Argra le hace justicia con un homenaje que rescata buena parte de sus imágenes, autores, contexto, y forma parte de la ya tradicional muestra anual en el Palais de Glace.
Por Angel Berlanga
“No sabíamos qué iba a pasar, muchos creíamos que todo el material fotográfico iba a terminar incendiado”, dice Aldo Amura en la sede de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina. Este fotógrafo veterano, que trabajó en Primera Plana y en el diario Noticias, está recordando cómo fue que se armó, en plena dictadura, la primera muestra colectiva de fotoperiodismo que abrió grietas en una censura cívico-militar que uniformaba a casi todos los medios de la época. Los del oficio tenían muy claro el peligro que implicaba: sin ir más lejos, a Osvaldo Jauretche, que había sido jefe de fotografía en El Descamisado, lo secuestraron quince días después de la reunión inicial para encarar esta muestra y zafó por las gestiones que hizo Jacobo Timerman desde Estados Unidos, ya exiliado, después de haber sobrevivido a las torturas. Jauretche también tuvo que exiliarse pero Amura, junto a Carlos Pesce (por entonces en Siete Días), Bécquer Casaballe (Clarín) y otros colegas que formaban parte del núcleo duro de la iniciativa, siguieron adelante a pesar de los riesgos. Se cumplen ahora treinta años de aquella muestra fundacional y Argra le hace justicia en su significado histórico con un homenaje que rescata buena parte de sus imágenes, autores, contexto, y forma parte de la ya tradicional muestra anual que se monta en el Palais de Glace.
El temor a que les quemen las fotos tenía un antecedente rotundo: dos meses antes de la inauguración había sido incendiado El Picadero, la sala donde se venía montando Teatro Abierto.
“En ese momento la situación era de asfixia, no se podía publicar nada”, dice Amura. “Yo, como tantos otros, trabajaba freelanceando, picoteando en distintos medios. Solíamos encontrarnos, los fotógrafos, en el bar La Paz. Cuando se produjo la caída del avión de los muchachos de Crónica tomamos ese suceso para hacerles un homenaje y, de paso, pegarle al sistema por el lado de la fotografía periodística, pero teniendo cuidado, porque estábamos en la lupa. Y además, bueno, en ese momento si un jefe de redacción te acusaba de pertenecer a cualquier cosa extraña, no volvías. Yo tenía un laboratorio y decidimos hacer una convocatoria. Llamamos a diez o quince, y aparecieron como cien. Evidentemente, habíamos artillado una demanda que estaba en la cabeza de todos, aunque no supiéramos cómo instrumentarla hasta entonces.”
Sergio Goya, ex vicepresidente de Argra y uno de los principales organizadores de esta muestra homenaje, acerca “el catálogo” de aquella primera exposición: un tríptico muy sencillo con los nombres de los 70 fotógrafos que participaron para mostrar 200 imágenes, muchas de ellas inéditas hasta entonces. “El periodismo gráfico argentino”, se tituló, y como organizador aparecía el Grupo de Reporteros Gráficos. “De hecho, este sector estaba en disidencia con la conducción institucional de ese momento en Argra”, dice Goya. El ilustrador Horacio Cardo hizo, como emblema, un búho con ojos de lentes de cámara en plena obturación. La muestra se inauguró el 3 de octubre de 1981 y pudo visitarse hasta el 16 de ese mes. “Pudimos conseguir una galería que no era tal, el local de la Asociación de Residentes Azuleños, en Balcarce al 700, en San Telmo”, evoca Amura. Cinco mil personas vieron la muestra, cuenta. “El primer fin de semana llegó a haber dos cuadras de cola, imaginate lo que fue para nosotros”, dice. Adolfo Pérez Esquivel y Víctor Heredia, entre otros, pasaron por allí.
La amplitud de la convocatoria para exponer también cumplió su rol como paraguas: “Si poníamos exclusivamente el material censurado íbamos a estar muy expuestos, así que había de todo”, dice Amura. La dedicatoria a Víctor Hugo Hernández, Alberto Rodríguez y Nemesio Sánchez, los tres fotógrafos de Crónica que murieron el 14 de septiembre de 1980, cuando el avión en el que viajaban cayó al Río de la Plata, fue un homenaje que funcionó también como cobertura y argumento contundente para justificar la muestra. “El material en los medios era totalmente censurado, era la época en que los fusilamientos se disfrazaban de enfrentamientos, y la gente en general no sabía cómo era el tema de los desaparecidos, ni qué estaba pasando”, dice Amura. “En las notas, en la calle, a nosotros nos molían a palos, perdíamos siempre. De algún modo los fotógrafos les dimos forma física a las Madres de Plaza de Mayo, cuando todavía no usaban pañuelos: nuestra presencia ahí evitaba que las molieran a palos a ellas, y muchas veces la ligábamos nosotros. Eramos su soporte de seguridad en el momento en el que los medios no les daban ni la hora. De ahí viene la gran fusión y el afecto que los organismos de derechos humanos les tienen a los reporteros gráficos.”
En efecto, entre las fotos de aquella primera muestra hay dos de Mario Manusia que muestra a las Madres en plena calle Florida: en una tironean a un servicio para que no se chupen a alguien –la culata de un revólver asomando en la cintura de un matón–, y en otra marchan portando carteles que dicen “Tengo un hijo desaparecido”. En otras queda en evidencia la marginalidad y la miseria, en franco crecimiento por esos años. Algunas otras dan cuenta de la represión: una imagen de Francisco Pizarro, por ejemplo, registra a un grupo de jóvenes tirados boca abajo en medio de la calle, de noche, rodeados de policías. Algunos desnudos, que en esa época podían llevar a la hoguera. E imágenes tan rotundas como las de los soldados que asoman desde la ventanilla de un tren ya de regreso, a salvo de la fallida guerra que la dictadura craneó para enfrentarse a Chile por el Canal de Beagle.
“Como cada fotógrafo se llevó sus fotos luego de la exposición, la muestra no se conservó como tal”, cuenta Goya. “Nosotros hicimos una pequeña convocatoria con los autores, pero muchos no se acordaban qué habían mandado, o habían perdido el material. Así que, en rigor, esto es un homenaje, no una reconstrucción. Al recabar información vimos que, quizá para no relacionar directamente al autor con la foto, las imágenes estaban numeradas, sin título, y luego había que remitirse a una lista.” La muestra homenaje consta de varios paneles en los que se reproducen las imágenes y, además, otros en los que se da cuenta de la repercusión en la prensa. También está el texto de la convocatoria a participar y algunas tomas de la inauguración. “En una pantalla podrán verse, adicionalmente, las fotos que formaron parte de las siguientes muestras, las de 1982 y 1983, que contienen imágenes mucho más contundentes e icónicas de lo que fue el Proceso”, agrega Goya.
Amura, autor del texto que acompaña a la muestra, está conmovido con el reconocimiento. “A mí me alegra y me da una enorme satisfacción que estos muchachos hayan tomado esto como una bandera”, dice. Y recuerda lo que le dijo en la aquella inauguración a Daniel García, otro de los impulsores de la muestra, el veterano fotógrafo de Crónica Pichi Martínez: “Hoy nacimos”. De eso se cumplen, ahora, treinta años.
Fotoperiodismo argentino-XXII Muestra Anual de Argra. Inaugura el 16 de agosto a las 19. Hasta el 11 de septiembre. Entrada libre y gratuita.
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