MúSICA > ANNA CALVI, LA REVELACIóN DEL 2011
› Por Martín Pérez
“Surrender”, que supo cantar Elvis Presley, acompañada por los dos integrantes de su trío. “Joan of Arc”, de Leonard Cohen en versión instrumental, solita con su eléctrica, todo bucles, hombrito al aire y escote. O si no “Wolf Like Me”, de TV on the Radio, con la luz en la cara, guitarra vibrante y apenas el agregado de un redoblante. Vaya uno a saber cuál de todas las fascinantes Attic Sessions –que incluyen también una versión de Edith Piaf y otra de David Bowie– habrá impactado a Brian Eno en enero del año pasado cuando, luego de la recomendación de un amigo que la acababa de ver tocar en el Luminaire de Londres, se sentó ante su computadora, tipeó el nombre de Anna Calvi, y empezó a cliquear en YouTube. Por entonces, a esta hija de madre suiza y padre italiano, pero criada en el sureste de la capital británica, aún le faltaba un año para la edición de su álbum debut. Pero con lo que vio en internet, a Eno le alcanzó para invitar a almorzar a Calvi, y declararse como su fan. “Hablamos de cómo una buena sesión de grabación es como la comida italiana –le explicó Calvi a la revista Spin–. Sólo unos pocos ingredientes, pero tienen que ser de la mejor calidad.” Calvi ya había impresionado tanto a Bill Ryder-Jones, el guitarrista de The Coral, como para recomendársela a Laurence Bell, el fundador del sello indie Domino. Y luego de la firma del correspondiente contrato, gracias a Domino, había empezado a trabajar con Rob Ellis, baterista de PJ Harvey, en la producción de su futuro disco. Pero fue recién a partir de este nuevo fan de peso, que su nombre empezó a correr de boca en boca. Fue Eno el que la recomendó a Nick Cave, por ejemplo, para que abriese los shows de su grupo Grinderman. “Le mandaba mensajes de texto durante la gira, pidiéndole que me cuidase –confesó la estrella en ascenso–. Y la verdad es que todos se portaron como caballeros.” Celebrada por la prensa musical como la revelación del 2011 aun antes de la edición de su álbum debut y flamante nominada al premio Mercury británico, Anna Calvi reconoce que haber conocido a Eno fue un momento fundamental en su hasta ahora breve carrera musical. “Porque fue la primera persona fuera de mi círculo íntimo que validó lo que venía haciendo. Me mandó un mensaje diciendo que mi música estaba llena de inteligencia, pasión y romance. Fue como beber agua al salir del desierto”, dice esta joven que consiguió que sus padres le comprasen un violín a la edad de seis años, una guitarra a los doce, pero recién empezó a cantar a los veinte. “Porque siempre creía que me faltaba la personalidad necesaria para ser cantante. Soy más bien tímida, no me gusta llamar la atención y que las miradas estén posadas sobre mí”, explica. Pero cuando decidió dedicarse a la música, e ir al conservatorio, también empezó a soltar su voz, escuchando a cantantes como Nina Simone, María Callas y Edith Piaf. “Nos acabábamos de mudar con mis padres, y una tarde estaba sola la casa y empecé a cantar. La voz reverberó en los ambientes semivacíos, y pensé: ‘tal vez pueda hacer esto’.” Cinco años de prácticas en secreto y soledad terminaron dando sus frutos, y la guitarrista que solía tocar ocasionalmente en grupos de jazz y formaba parte de un grupo llamado Cheap Hotel (“Nunca fue nada serio”, se defiende), comenzó lentamente a darle forma a un repertorio propio. Y también a reunir a sus socios musicales, inicialmente sólo su amiga y multiinstrumentista Mally Harpaz en el raro harmonio, algo así como un acordeón horizontal, o piano a fuelle. Pero el dúo alcanzó el actual formato de trío con la inclusión del baterista Daniel Maiden-Wood. “Es muy intuitivo –lo presenta Anna–. Y escucha, lo que no es habitual en los bateristas.” Los tres formaron parte de las Attic Sessions, grabadas cuando el debut –titulado simplemente Anna Calvi (2011)– estaba terminando de tomar forma, aunque su presentación en sociedad fue con el simple “Jezebel”, una poderosa versión de un tema de Edith Piaf no incluida en el disco. A partir de entonces las comparaciones con PJ Harvey se hicieron inevitables, tanto por el tono de voz como por la instrumentación y el ritmo, que Calvi acepta educadamente pero niega. “Toda cantante femenina es comparada con ella –explicó–. Así que es una comparación que no significa nada para mí.” Lo cierto es que, recorriendo el álbum debut, hay temas como “I’ll Be Your Man” que justificarían con creces la comparación. Una mirada más general, sin embargo, tal vez explique el entusiasmo de Brian Eno, que llegó a declarar que Anna Calvi era la aparición femenina más importante en el rock desde Patti Smith. Porque, es cierto, la música de Calvi no tiene tanto blues y sexo como la de Harvey, e incluso parece llegar a tomarse tan en serio como Patti. Pero una comparación más atinada sería decir que, por las cosas que es capaz de hacer con su voz y su variedad de referentes musicales –del rock a la chanson francesa, pasando por la música clásica y llegando incluso a la ópera– Calvi se revela como una suerte de fascinante Jeff Buckley femenina. Así es la nena que tardó dos años en convencer a sus padres de que le comprasen un violín, y cuando lo hicieron recuerda haberse quedado mirándolo embobada. La adolescente que iba para concertista cuando escuchó a David Bowie y decidió pasarse a la guitarra. La rocker de la Telecaster baqueteada porque –confesó– suele golpearla contra la pared cuando se frustra. “Pero eso era antes, ahora soy mucho más tranquila”, asegura Anna, pequeña debajo del escenario, pero enorme ahí arriba, con su instrumento y esa voz que sabe susurrar, y sólo soltar amarras cuando llega el momento. “Escribí las canciones pensando en que sólo yo las escucharía, no me importó ponerme a pensar si les podían o no gustar a los demás”, ha asegurado una y mil veces Calvi, la chica del momento. Que, cantando para ella, canta para todos.
Anna Calvi aún no tiene edición local.
Pero se puede escuchar su música en
myspace.com/annacalvi
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