TEATRO > SALOMé DE CHACRA, LA REESCRITURA CRIOLLA DEL MITO CLáSICO POR MAURICIO KARTUN
Tomando en parte la versión para teatro de Oscar Wilde, Mauricio Kartun traslada a la Pampa argentina la historia de la bella Salomé y su capricho de amor por Juan el Bautista, que termina con la cabeza del profeta cortada y sobre una bandeja de plata. Pero en Salomé de chacra, la reescritura atravesada por la cultura de la Pampa, donde reina el asado y la muerte de las vacas, Herodes es un terrateniente, el profeta es un anarquista y la princesa acaba de llegar de Francia, se abren preguntas sobre la propiedad de la carne y de la tierra, sobre la política, el deseo y la poesía.
› Por Mercedes Halfon
La tragedia en el campo arranca in media res. Así es o eso dice el Gringuete, personaje que ocupará diversos roles –comentador, “carifeo”, enamorado y más– en la nueva obra de Mauricio Kartun. La tragedia en el campo arranca in media res y cuando arranca tenemos que estar preparados porque no sobrarán las explicaciones, estamos montados en una historia que como buena tragedia va a avanzar furiosamente hasta el límite, hasta la misma muerte, pero que, como sucede en el campo argentino, será como ocurre con el ganado, sobre superficies planas de pastura, rodeados de un viento pampeano que va trayendo las cenizas y las chispas de fuegos cercanos. Chacinados, matarifes, asados y amor.
El nombre de esta obra es Salomé de chacra. Y es un poco graciosa la historia del título, que es a su vez el origen de la pieza. Así lo cuenta Kartun en un texto que oficia de apostillas a su obra, publicado en la revista del Teatro San Martín: “Andaba una tardecita hace ya unos cuantos años caminando por Villa Giardino, en Córdoba, y pasé por un ranchito sobre una calle de tierra donde vendían productos típicos. Sobre una pared de chapa acanalada alguien había garabateado, entre otras ofertas, ‘Salame de chacra’, pero las letras se ondulaban y leí ‘Salomé de chacra’. En una de esas libretas en las que los autores intentamos atrapar algún chispazo que haga fogata, anoté la ocurrencia”. Pero para que ese título se hiciera carne harían falta tiempo y ensayos.
Salomé de chacra es una reescritura, o una pieza que recrea no demasiado vagamente el mito de Salomé y la versión de tal mito realizada para el teatro por Oscar Wilde. ¿Quién fue Salomé? Una princesa idumea, hija de Herodes Filipo y Herodías. Según relata el Nuevo Testamento, su madre se casó con el hermanastro de su marido, Herodes Antipas. Esto desencadenó la guerra con los nabateos, ya que Herodes Antipas repudió a su anterior esposa. El enlace fue muy criticado por el pueblo, se lo consideró pecaminoso y uno de los que más sobresalieron en su denuncia fue Juan el Bautista, razón por la cual Herodes lo hizo apresar y encerrar en una antigua cisterna. En este punto del relato, Salomé se enamora perdidamente de Juan el Bautista, se entrega, pero él, con su férrea moral, la rechaza. Según la tradición, la hermosa Salomé baila para su padrastro una danza sensual y consigue que él, entusiasmado, se ofrezca a concederle un premio. Siguiendo las instrucciones de su madre y de su corazón herido, Salomé pide la cabeza del Bautista. Y la pide en una bandeja de plata.
Hasta aquí, el mito. Luego, las diversas reescrituras, entre las que se encuentra una versión fílmica muy art déco dirigida por Charles Bryant en 1923, muchísimas pinturas que recrean el motivo, entre ellas el impactante Salomé con la cabeza de Juan el Bautista de Caravaggio en 1607 y la sugerente Salomé que pintó el simbolista Gustave Moreau en 1871. Y tantas más. Hay algo muy potente en este mito de la mujer sensual que enloquece a los hombres, que desde el imperio de la histeria elige al que la rechaza por motivos muy profundos y que genera una carnicería en la que todos, incluso ella misma, terminan pésimamente mal. La palabra “carnicería” no parece casual. Porque, ¿qué de toda esta historia tomó Mauricio Kartun a la hora de situar su acción en nuestras pampas? En principio, y más allá de los roles y la forma en que éstos sean repartidos, el motivo de la carne y la sangre, de la res dividida, carneada, parece singularmente propicia para contar la historia de estos deseos igualmente carnales, de la fiebre producida por el amor y de la muerte sangrienta que se goza como un triunfo. ¿No es eso acaso un asado? ¿La cultura argentina no está atravesada por la vida y muerte de las vacas desde El matadero de Esteban Echeverría hasta hoy?
En Salomé de chacra tenemos a cinco personajes y cuatro actores. La bella princesa es interpretada por Lorena Vega, una intensa morocha de boca sugestiva que paparruchea el francés y es perfecta para la imagen de esa ex chiquita que volvió al país de cursar sus estudios en Europa, y deja a todos pasmados con su oleaje de perfume y glamour. Stella Galazzi hace de su madre, la virulenta Cochonga, mujer de Herodes, que a su vez es representado por Manuel Vicente, propietario rural de voz aguardentosa, que se pavonea por la escena arengando a la peonada y haciendo sonar su abultado llavero de dueño total. Por su parte, Osqui Guzmán encarna al Gringuete que, como dijimos, es utilizado por la pieza de diversos modos: es el gaucho, el peón, la voz del pueblo y por eso no sólo hace de sí mismo sino que encarna otras voces que pululan por la historia, algo medio griego pero versionado a un localismo que lo denomina “carifeo”. Y en el fondo del aljibe está esa otra voz, la Voz sin cuerpo de la historia, pero que tiene la fuerza del pampero, la voz que es todo discurso, pero con consecuencias corpóreas: el anarquista que le soliviantaba la peonada a Herodes. El, también llamado Bautista, arremete desde ahí con todo su caudal de bronca contra la propiedad, contra la familia, contra Dios y lo que va a determinar su destino, contra el amor. Dice: “El discurso del amor burgués es una escritura de propiedad. Un trámite ante el escribano sagrado. La Iglesia es el bufete siniestro del deseo”.
Es particular el cambio de un profeta importante para el cristianismo y otras religiones en la historia original, a un anarquista en ésta. Porque, finalmente, Salomé de chacra, en el fondo de sus capas de escritura, imaginario y mito, tiene bordadas algunas preguntas. ¿Quién es el dueño de la carne? ¿Qué es lo que determina esa pertenencia? ¿Es algo así como la Sociedad Agraria? ¿Es la política? ¿Es el deseo? ¿O la poesía?
Al final de Salomé de chacra hay un texto hermoso que declama el Gringuete, donde aparecen algunos ecos de estos dilemas: “Bufa el viento norte y las brasas hacen de la noche, día. Se ilumina desde abajo el cielo oscuro, las oscuras ramas del ombú, como un sol al revés: no un sol del cielo, no: un sol del Averno, y la cabeza del Bautista refulge en manos de Salomé. El viento hace luz de las brasas y alza la emperatriz la cabeza en alto. Silencio de negros. Nunca una alegría, piensan los negros. El viento hace ahora de las brasas cenizas y va bajando la luz como un teatro. Skené. Algún día conoceré el teatro. Oscurece de asado y emponchados, los gauchos inician una vez más la retirada. Otra retirada más. Llora bajo el poncho más de un gaucho”.
Salomé de chacra. Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530, miércoles, jueves, viernes y sábado a las 21. Domingo a las 20. Entrada: $ 45.
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