TERRITORIOS > ARTEBA: ENTRE FACEBOOK Y EL MERCADO BURSáTIL
Como todos los años, arteBA abre y cierra en menos de una semana, pero la expectativa de los galeristas, la efervescencia sponsoreada por espumantes, la ilusión de los debutantes en el Barrio Joven, y esa cualidad de anuario y muestreo que las ferias de arte arrebataron a las revistas, causan revuelo y excitación en todo el mundillo. Entre los negocios y el entre nos, la feria sirve de radiografía, termómetro y rompecabezas de cómo funciona el mercado del arte contemporáneo argentino.
› Por Claudio Iglesias
La tesis cosmológica según la cual el Universo es bidimensional y la realidad que habitamos es una suerte de proyección holográfica, encuentra una paráfrasis módica en la feria de arte: un mundo de 3 metros de altura que define, a la sazón, el presente del medio artístico, antes dominado por esquemas susceptibles de crítica como el de la institución-arte, el objeto, el sistema de géneros, etcétera. El lector metropolitano tiene entonces una buena razón para aventurarse hacia Palermo y trocar el sol del domingo por la iluminación artificial de los pabellones de arteBA 2012: si quiere saber qué ocurre y qué se dice en el arte, tiene que ir a la feria. Puede acompañar la experiencia alguna charla sin rumbo, si se encuentra con conocidos, o un poco de distorsión perceptiva si se queda el tiempo necesario. En este sentido, puede decirse que hasta cierto punto las ferias sustituyeron a las revistas: mezcla de exhibición y anuario gráfico de “lo que acontece”, la feria abre sus puertas cada vez con su potpourri de galerías apelmazadas, sus secciones especiales, sus esfuerzos curatoriales de ocasión y su nutrido programa de conferencias y charlas.
Este año, la oferta incluye la presencia de algunas interesantes galerías de Europa en la sección titulada U-Turn, con una imperdible serie de cuadros de Katharina Grosse (representada por Johann Konig) que debería resultar un motivo más que suficiente para navegar entre los terabytes de panelería multitudinaria. Grosse experimenta actualmente un pico de popularidad y es cliente estable de plataformas informativas como Contemporary Art Daily. En la misma sección, un poco sobrecargada de conceptualismo corporativo, Alberto Sendros se las ingenió para que Diego Bianchi y Sofía Bohtlingk sumaran esfuerzos desde la escultura y la pintura, respectivamente, en un mismo stand. Dejando de lado la prédica vana sobre el arte abstracto hoy, lo cierto es que el fuerte componente gestual de la pintura de Bohtlingk canaliza las diversiones iconoclastas de Bianchi al terreno bidimensional del agujero y el atentado. En la sección central, Sendros tiene uno de los stands más grandes, subdivididos y comentados de la feria, cuya característica es que cada artista no cuelga una obra sino que diseña una pequeña exhibición. Además, aprovechando la duración inusual de la feria porteña (siete días que tienen a maltraer a las galeristas extranjeras que están todo el día de pie y con tacos), Sendros hace una cambiadita el fin de semana y renueva la planta de artistas en exhibición. A partir del sábado podrán verse los trabajos de Vicente Grondona y Cecilia Szalkowicz, cuya muestra titulada Intuición y método es una reversión de un trabajo presentado en la última edición de ARCO, la feria madrileña.
A diferencia de otras ferias que, a la manera de la revista Art Forum, traen dossiers temático-geográficos (basados en preguntas como “¿cuáles son las galerías importantes de Rusia?”, “¿qué pasa en Los Angeles?”), arteBA cuenta con una especie de suplemento Tejen: el inefable Barrio Joven, especialmente diseñado para que cualquier grupo de personas con un proyecto artístico y energía se convierta en galería de arte con una inversión previa de varios miles de dólares y la expectativa siempre lúcida de “vivir de la propia obra”. El pacto fáustico se completa si sabemos que lo que significaba en los ’90 salir en la agenda del Sí! para una banda del conurbano, para los colectivos de jóvenes en la Argentina es el Barrio Joven: estar es existir, y no estar es no existir. Entre los proyectos que sobrevivieron a este dilema, Mite (Marina Alessio y Nicolás Barraza) exhibe una serie de fotografías y un objeto de Marcela Sinclair y parte de la muestra de Guillermo Faivovich, Pinturas y Fotografías.
Considerando la autoestima a ras del piso del sector institucional en la Argentina, una de las partes históricamente más deprimentes de arteBA fue aquella consagrada a los museos locales, y que se parecía a esas secciones en penumbras de los saunas que constan exclusivamente de reposeras para entristecerse en silencio. Hileras de ploteos, promotores con cara de pocos amigos, soledad y desnutrición emocional con sensación de naufragio. Nadie imaginaría ver allí a un grupo de personas cortando fruta y compartiendo tragos de color naranja. El Nuevo Museo Energía de Arte Contemporáneo inició así su colección con la adquisición de Fuente Tropical, del artista puertorriqueño Radamés “Juni” Figueroa, la cual consta de una palangana con alguna versión caribeña de destornillador que brota de una hilera de frutas cortadas en formas graciosas por la misma directora de la institución, Marina Reyes Franco. La Fuente, cariñosamente donada por el artista para contribuir a la causa, es lo que le pasaría a un dispenser de oficina si lo tocara el espíritu de Johnny Pacheco en la forma de un rayo libidinal y, como se anticipa para el resto de la colección, consta exclusivamente de información, instrucciones y documentos. (Además es una de las pocas obras coleccionables que puede continuarse en una fuerte migraña.)
La escala de trabajo del museo y el rango de precios del ron con el que se instaló la pieza de Figueroa contrastaban, en la inauguración, con el ejército de muchachos con aspecto de marineros del etílico sponsor de la feria, operando tras largas mesas con una batería de botellas de vino espumante y copas de plástico. Es que la feria es, casi por definición, la pérdida de escala humana en el arte. Como observó Gastón Pérsico, “es como el casamiento de alguien que no querés ver”. La feria, en singular, porque si dejamos de lado las obvias diferencias de escala e idiosincrasia, encontramos rápidamente el mismo rostro en todas las ferias de arte habidas y por haber: la misma euforia que hoy explota tenuemente en Buenos Aires puede montarse la semana que viene en Japón y el próximo mes en Alemania. Googlear imágenes de ferias, de hecho, equivale a indexar la aventura cultural de lo siempre-igual: tomas casi cenitales de panelería recubierta de objetos, formando la esfinge indescifrable del arte del presente. La información puede cambiar, pero la pregunta que se trata de responder es la misma: ¿qué es hoy el arte? Lo que esas imágenes no capturan es el aspecto moral del asunto: la efervescencia del networking y los negocios presentes y futuros con clima de revolcada confusa y promisoria. Pues una característica central de la feria es su cercanía con el futuro: buena parte de lo que van a exhibir y hacer las instituciones, los curadores y las galerías alrededor del mundo se cocina efectivamente en las ferias. Por definición, sucede mucho (se vende mucho) y se promete mucho más: se hacen contactos, se estipulan proyectos, se cambian sonrisas y aumenta exponencialmente el contador de amigos de Facebook de todos los involucrados. Si la materia visible de la circulación es notoria y puede medirse en dólares, la materia intangible de la promesa y los proyectos se respira en el frenesí, los empujones, los toqueteos y otras demostraciones de nerviosismo. Una cultura angustiada por su propio deseo de permanencia encuentra entonces un formato, bastante parecido a un mercado financiero, para reproducirse y desplegar su necesidad de embriaguez.
arteBA está abierto hasta el 22 de mayo, de 13 a 21, en los pabellones Azul y Verde de La Rural.
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