CASOS > LAS MISERIAS ALREDEDOR DEL SUPUESTO VIDEO DE ALEXANDRA LARSSON
› Por Soledad Barruti
Ser una fantasía en este país no es fácil. Mucho menos si hay que serlo a través del programa de televisión que desde hace veinte años dirige como ningún otro los parámetros bajo los cuales se mueve la libido nacional. Como un riguroso manual de estilo que se reescribe año tras año, desde ShowMatch se trazan los límites que marcan hasta dónde se puede jugar con el homoerotismo, calentarse o no con ciertas discapacidades, permitirse disfrutar de caricias entre hermanas. Encuadrados en ese concurso de baile lleno de disfraces, caños, agua y sudor, se ven mujeres chorreadas en leche y pintura roja, semierecciones de profesionales del strip, posiciones de todo tipo, besos, lamidas, chirlos, fustazos y hasta vaginas que se escapan en un descuido. Pero, claro, nada sucede de verdad. Como Hugh Heffner en su Mansión Playboy, ahí está nuestro Marcelo Tinelli en su estudio camaleónico, no sólo como anfitrión de una fiesta donde los sueños húmedos parecieran cobrar vida, sino largando su risa a tiempo: un baldazo de agua helada que impide que nada más se moje.
En ShowMatch no hay animales sueltos sino licencias dentro de un todo mucho más Apto Todo Público. Por eso, porque no sólo de erotismo se trata, en sus noches cada tanto Marcelo elige nuevos temas sobre los que posar la mirada: contrafiguras como el patovica que no puede ni hablar, los ricos que vienen de lejos y no entienden nada, o el empleado humillable, Navarrete. En ese fragmento, un día, hace unos pocos días, apareció La Sueca. Miembro del staff oficial de bailarinas, La Sueca parece una muñequita rubia de ojos de cristal, es delgadísima como las mujeres que le gustan a Tinelli y tiene esa delicadeza salvaje y fría de los países nórdicos que revive el morbo que llegaba entre películas y revistas importadas a fines de los ’60. Si bien hace tres años que está en el país y tiene en su CV participaciones en el programa de Nicolás Repetto, publicidades de Axe y desde principios de 2012 hace de enfermera sexy de Jorge Lanata, La Sueca recién se volvió visible para el gran público cuando, en medio de su programa, Marcelo la invitó en vivo a jugar al fútbol. Y encima lo hizo bien.
Desde entonces (y todo hace menos de un mes) La Sueca pasó a tener nombre, Alexandra Larsson. Y la vimos una y otra vez en notas y más notas en programas de televisión, portfolios sensuales en revistas y en sitios de Internet. “Quiero hacerle una propuesta –le dijo Marcelo inesperadamente–. ¿Quiere formar parte del Bailando 2012?” Fue hace quince días. Alexandra lloró y saltó de la alegría, cortó con su novio futbolista y hasta rompió un contrato de teatro que la tenía abrochada por pocos pesos para hacer temporada en Mar del Plata. Tocada por la varita mágica de Marcelo, en un abrir y cerrar de ojos la calabaza se convirtió en carruaje y ella pasó de decorado a electrodancer y bailarina para un híper promocionado baile en el caño.
Pero el encanto duró poco. “¿Qué pasó con la chica del momento?”, se preguntaban esta semana los programas de chimentos mientras, impedidos de hablar directamente del asunto por una serie de rápidas cartas documento, ponían imágenes de cuerpos borroneados en diferentes poses sexuales. “¿Será cierto?”, deslizaban haciendo suponer inmediatamente que sí, que había un video prohibido de La Sueca, con imágenes más prohibidas que todas las que se vieron de famosas antes.
El video de La Sueca no se parecía a la sesión de sexo oral que Wanda Nara le hizo a su pareja del momento mirando a cámara, tampoco a la performance de Silvina Luna con su novio en un viñedo, ni mucho menos a la foto de Silvina Escudero con la cara manchada de semen. Aunque es dudoso pensar que le hubieran perdonado alguna de esas cosas, el video era más perturbador: se trataba de esta chica hermosa, inocente y alegre, aparentemente frágil y suave, enfiestándose no con uno sino con tres hombres.
Si bien el video no se vio nunca (el material borroneado que se usó para ilustrar los informes no tenía nada que ver con la realidad), y ni siquiera queda muy claro si alguna vez salió del disco rígido de la computadora del que lo filmó, la sola idea de que esta fantasía luminosa encarnada hubiera sido parte de una orgía fue suficiente para que se desatara el escándalo. Un escándalo insoportable que inmediatamente fue revestido de la siguiente explicación. Un día, cuatro años atrás, cuando sólo tenía veintiún años, Alexandra va a un boliche donde se agarra una tremenda borrachera. En esas circunstancias, más inconsciente que fuera de sí, su novio le propone ir a su casa con dos amigos. Y hasta ahí lo que recuerda. El resto es la mañana siguiente otra vez en la cama con su novio y nada más. “En definitiva, lo que ella pudo inferir es que en esa situación pueden haber abusado en un estado de inconsciencia los amigos y el mismo novio de ella que ahora extorsiona a su mánager pidiéndole cien mil pesos”, explicó su abogado en los medios.
Con la inquisición echada a rodar, y todos ya dispuestos a juzgar lo que había hecho o no la chica, desde el Show se reforzó la idea de víctima abusada (¿de qué otro modo una mujer haría algo así?) subiendo al sitio web de Canal 13 una entrevista donde La Sueca, con la voz entrecortada, la mirada ojerosa y llena de vergüenza, agarra como puede las palabras de este idioma que todavía no maneja, y trata de reforzar la idea de que nadie en el mundo querría pasar por esa situación.
“Yo también tengo un video de los ’90”, dijo Marcelo Tinelli el jueves, haciendo de cuenta que le restaba importancia a todo el asunto y le guiñaba el ojo a La Sueca, que el viernes, después del cierre de Radar, tendrá que bailar en el caño. Pero las cámaras captaban otra cosa: sentada más atrás que de costumbre, la muñequita rubia cubierta por su manto de sospecha era invisibilidad pura dejando muchas preguntas sin respuesta. Entre ellas: si la chica fue emborrachada, drogada, obligada a tener sexo, ¿no habría correspondido un repudio público no sólo de su jefe sino de toda la televisión? Y si no hubiera tenido sexo contra su voluntad, ¿no es un delito exponer los actos de la vida privada de una persona? Y callar o apañar ese delito, ¿no es un poco ser cómplice?
Ojalá el relato del abuso no sea una mala coartada para preservar el trazado de ese delgado límite que marca qué está permitido y qué no según la moralina de turno. Ligar el sexo a la clandestinidad y al sometimiento de un modo tan liviano en un país donde muchos se desinhiben en prostíbulos con mujeres esclavizadas sería injustificable.
Como sea, esta semana la cobertura del asunto fue un bochorno: los programas de chimentos (noticieros incluidos) se dividieron entre los que hicieron un análisis escabroso acentuando la dificultad que iba a haber en probar el hecho y la extorsión que estaba haciendo el dueño del video, y los que cerraron con sorna los informes, llevando a La Sueca tácitamente al borde de la culpabilidad. En ambos casos, se trataba de los mismos canales que incluían en su agenda la condena a los tres hombres que en General Villegas tuvieron sexo con una menor, la filmaron y difundieron un video del hecho (caso en el que la ilegalidad de la exposición fue bien explícita).
Mientras tanto, con tantos abogados e intereses que la exceden es claro que la imagen de Alexandra en este momento a ella no le pertenece (¿no es eso denigrante?). En manos de productores y agentes y sometida a una cobertura infame, ella se sienta, baila, y hace de cuenta que sonríe mientras desde sus ojos se nota que sólo espera que todos se olviden, o que nada de esto haya sido verdad y que Tinelli vuelva a coronarla en el lugar de casta fantasía.
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