CASOS > MR BRAINWASH, EL HOMBRE QUE SE COLó CON EL STREET ART EN EL MUNDO DEL ARTE
Durante toda su vida fue un tipo cuya única relación con el arte callejero era alguna ocasional pintada en la persiana de su local de ropa vintage en Los Angeles. Hasta que un día, Thierry Guetta se buscó un alias, salió a pintar y hoy, con el nombre de Mr Brainwash, le hace la tapa del disco a Madonna, le vende sus cuadros a medio Los Angeles y se hace rico e icónico mientras todos los artistas callejeros le retiraron el saludo y maldicen haberle abierto la puerta.
› Por Agustina Muñoz
Thierry Guetta era un francés que vivía en Los Angeles, un tipo simple, casi simplón diríamos, de camisa floreada y conversación banal, tenía un negocio de ropa vintage, dos hijos, y filmaba compulsivamente todo lo que pasaba por delante suyo. No hacía nada con ese material, simplemente lo archivaba en cajas en un sótano y nunca más lo volvía a ver. Un día, visitando a su familia en París, filmó a su primo, el famoso artista callejero Invader –el creador de los mosaicos de colores que están por toda la Ciudad Luz– mientras pegaba clandestinamente su obra en las paredes. Era mediados del 2000 y Guetta se enteraba así de la pujante e intensa existencia del arte callejero, que se había vuelto un movimiento político en las ciudades de todo el mundo. No sabemos si de verdad atraído o simplemente aburrido de su vida familiar en L.A., Thierry decidió comenzar un registro de la práctica del street art; salía con los artistas en sus recorridas nocturnas, se trepaba a los techos para filmarlos trabajando, salía corriendo cámara en mano si llegaba la policía y se dormía de madrugada habiendo dejado atrás una obra que la ciudad descubriría a la salida del sol. Consiguió tener registro de los más famosos, aquellos que tenían discurso en su obra, que habían logrado crear un símbolo identificable repetido por millones en las paredes de las ciudades del mundo. Cuando ya no le quedaba nadie por filmar (y su mujer reclamaba su presencia en la casa de una buena vez), se empecinó en que tenía que conseguir a la figurita imposible: Banksy, al que nadie, nunca, había logrado filmar ni fotografiar. Nadie tenía su teléfono y si lo tenían, nunca lo iban a entregar. Guetta, que ya veremos que es, sobre todo, perseverante, siguió buscándolo durante meses hasta que por un golpe de suerte o destino, alguien lo llama y le da una dirección donde –le dicen– se encontraría con Banksy. Guetta va, ansioso como niño en Navidad, y parece que le cae bien a Banksy, quien estaba necesitando hacer un registro de la época y de su trabajo. Y es así como este francés se convierte en el único que logra filmarlo en su estudio/bunker (con capucha y cara tapada, eso sí). Finalmente, después de meses de seguirlo por varias ciudades, Banksy le pide que edite las cientos de horas filmadas y que haga su documental sobre el street art. Guetta nunca había intentado hacer algo con lo que filmaba, nunca había siquiera revisado las cintas. Después de pasarse semanas encerrado trabajando por primera vez en su vida en la edición de un material, entrega un collage espantoso, insufrible y pretencioso, sin sentido y con el ritmo de una lobotomía. Ahí todos se dan cuenta de que tal vez Thierry no sepa hacer películas.
Es ahí cuando Banksy le pide el crudo y le da una tarea: que salga él a hacer su propio arte en la paredes con todo lo que aprendió de filmarlos a ellos. Guetta se toma en serio la propuesta (“Soy como Forrest Gump, si me dice que corra, corro”, diría más tarde) y antes siquiera de empezar, crea un alias con el que firma sus trabajos: Mr Brainwash. Menudo seudónimo que anticiparía el ímpetu con el que comenzó su nueva actividad. El documental que hizo Banksy con el material de Thierry se llama Exit through the gift shop (nominado al Oscar como mejor documental), donde terminó contando cómo un vendedor de ropa vintage con aparentes pocas luces se convirtió inesperadamente en Mr Brainwash, el artista más famoso del street art actual, hasta llegar a diseñar la tapa del greatest hits de Madonna y vender sus obras en Sotheby’s en varios miles de dólares en la misma sección que Andy Warhol y Richard Prince. Del entusiasta y cándido Thierry Guetta al insoportablemente pujante Mr Brainwash en pocas semanas.
Guetta llegó tarde al street art y conocía perfectamente sus posibilidades comerciales (después de todo, él era un vendedor de ropa): Banksy ya le vendía sus cuadros a Angelina Jolie y todos los artistas callejeros famosos tenían galerías de arte que mostraban sus obras entre Hockneys, Murakamis y Picassos. Ninguno de los artistas a los que Thierry filmó con supuesta ingenuidad de fan esperaba que saliera de él esa ambición tremenda y esa capacidad envidiable para entender el negocio y convertirse en artista famoso. Después del desafío que le hizo Banksy, se pasó unas semanas empapelando las calles de Los Angeles con un stencil de él con una cámara en mano (su primera obra), pero al poco tiempo decidió que ya era hora de tener un estudio y asistentes. Llamó a jóvenes talentosos que llevaban a cabo las ideas que él tenía; en tiempo record definió su estética: una mezcla entre el blanco y negro de Banksy con el pop de Warhol. Ahí empezaron a aparecer Los Beatles con pañuelos de colores tapándoles la boca y la nariz como guerrilleros pop, Britney Spears como en el cuadro que hizo Warhol de Marilyn pero con media cabeza rapada, Elvis sosteniendo un arma de juguete, La Mona Lisa en camisa de jean o la Reina Isabel de Inglaterra llevando un aerosol para hacer graffiti. Prolífico y errático, la obra de Mr Brainwash puede abarcarlo todo, como si no hubiera filtro entre lo que se le cruza por la cabeza y lo que convierte en obra. Del mismo modo que antes filmaba a su familia y a sus amigos: sin reflexión ni orden alguno. Así, su producción se cuenta de a miles. “Todo lo que hago me lo tomo en serio. Cuando tuve la oportunidad de hacer algo, fue como un enfermo mental que va por primera vez al psiquiatra: vomité todo lo que tenía adentro”, dice Guetta para defenderse de los desconfiados que se preguntan de dónde le vino semejante necesidad de expresión. Un par de meses después del inicio de su carrera, a mediados de 2011, hipotecó su casa y definió un lugar para su primera exposición, un espacio de más de 400 metros cuadrados en el centro de Los Angeles. El taller de Mr Brainwash se convirtió en una prolífica usina, no sólo había que crear obra para llenar el espacio: había que crear al artista. Más de veinte personas trabajaban para él todos los días de la semana, los cuadros y esculturas se acumulaban de a cientos mientras se empapelaba la ciudad con publicidad. Sabía que tenía que hacer que la gente fuera a ver la muestra y, sobre todo, tenía que hacer que la prensa escribiera sobre él, un artista al que nadie conocía. Sabía que todos esperaban que fracasara y él no se lo podía permitir, demasiada plata y ego invertidos. La estrategia de autobombo fue impresionante: varias semanas antes de la inauguración, puso un enorme cartel en la puerta del lugar: “Mr Brainwash es una fuerza de la naturaleza, un fenómeno. Y no quiero decir que eso sea algo bueno”, firmaba Banksy, quien supuestamente no sabía del uso publicitario que Guetta le daría a la frase. No importaba que no fuera precisamente un elogio, lo decía Banksy y eso hizo que toda la ciudad pusiera los ojos sobre este nuevo artista. De ahí en más, la voz empezó a correr y la inauguración se convirtió rápidamente en el evento del momento. Además, se prometieron doscientos Brainwash originales a los primeros doscientos asistentes. La estrategia funcionó: el día de la inauguración, cuando todavía no estaban colgados los cuadros, había cola de gente esperando afuera. En el documental de Banksy se ve cómo un asistente viene a preguntarle a Guetta por la ubicación de un cuadro mientras él le da una entrevista a una joven y atractiva periodista. El asistente le dice que es urgente pero Guetta prefiere seguir con la nota, embelesado con sus palabras y con la chica. El documental muestra cómo los asistentes terminan decidiendo el lugar de las obras en el espacio, “curando” ellos mismos la muestra y hablando pestes del jefe mientras Guetta daba notas afuera del lugar. Resulta increíble escucharlo hablar del sentido del arte, de la potencia de su obra, de su búsqueda como si lo hubiera estado haciendo toda la vida. La noche inaugural en la que el mundo conoció al antes ignoto Mr Brainwash fue un éxito: siete mil personas visitaron la muestra en el día de la inauguración, los diarios escribieron sobre una obra “furiosa, inteligente y arriesgada” y Guetta fue nombrado como “el artista controversial del momento”. En una semana había vendido un millón de dólares en obras, y la muestra permaneció dos meses abierta cuando el contrato inicial era por cinco días. “Está Warhol, y después estoy yo”, dijo Guetta en un exabrupto de la noche.
De la nada a todo en cuatro meses. Rápidamente vinieron shows en París, Pekín y Londres (ciudad en la que, durante agosto de 2012, un importante coleccionista compró la mitad de la obra en una muestra que contaba con cientos de piezas). En este momento, la cotización de la obra está en pleno ascenso, suma fans de a millones y su figura ya es un icono pop, con su barba y los anteojos Ray-Ban que casi no se saca. El estreno del documental de Banksy el año pasado no hizo más que agrandar su aura de celebridad. En la entrega de los Oscar, Banksy, por supuesto, fue el gran ausente, pero Guetta estuvo ahí para sacarse fotos con todos los famosos (muchos de los cuales se acercaban por su cuenta a saludarlo). Algunos especialistas en arte se indignan y otros prefieren pensar que Brainwash es una obra de Banksy, una nueva burla al sistema mostrando cómo cualquiera con un poco de prensa y carisma puede estafar al núcleo mismo del arte contemporáneo. ¿Será Guetta una gran obra viviente que se burla del mundo del arte y el show business? ¿Puede ser esto cierto o huele demasiado a teoría conspirativa que eleva una vez más a Banksy a la categoría de semidiós? Por su lado, Guetta ironiza y dice: “Es cierto, soy la mejor obra de Banksy” y agradece, de paso, que al artista británico se le haya ocurrido proponerle salir a pintar y cambiar su vida y la de sus finanzas. Guetta se defiende y dice que le den tiempo, que va a demostrar que es un verdadero artista. Pero ya pasaron casi tres años desde que salió a pintar por primera vez y su obra sigue siendo una larga (larguísima) lista de recursos ingeniosos que parecen la obra de un publicista o un diseñador gráfico más que de un verdadero artista. Las piezas están cada vez mejor hechas y son más sofisticadas gracias a un equipo de asistentes talentosos y laboriosos que cada vez son más y terminan en semanas lo que llevaría meses de trabajo. Mr Brainwash se da el lujo de hacer un robot de treinta metros de alto, caballos de tamaño real pintados con graffiti o un aerosol gigante cuya etiqueta dice Campbell’s (éste es su último guiño a Warhol y el leitmotiv de su última serie). Pero si su obra se siente muy inconsistente, peor es su discurso. Así como Banksy o Shepard Fairey (uno de los más interesantes del momento) siguen teniendo una fuerte carga política y continúan –a pesar de vender sus obras en galerías– trepando por los techos y esparciendo su mensaje antisistema, Guetta tiene una retórica de un optimismo exasperante: “seguir el sueño”, “el arte salva”, “todos podemos ser creativos”, “hay que hacer las cosas desde el corazón”, “la vida es hermosa”, “el arte no tiene límites”. Es que Guetta se muestra como una persona insoportablemente optimista y agradecida con la vida, como si el mundo del arte fuera un jardín y él un chico que juega y lleva alegría y hace reflexionar a la gente.
Guetta es, de algún modo, un traidor para los artistas callejeros. Vaciado el arte callejero de discurso político, Brainwash lleva al graffiti y el stencil a la dimensión del entretenimiento y la moda –a pesar de que cada tanto diga que su obra es anticapitalista y de denuncia–. “Si quiero hacer pis sobre una tela y mostrarla como obra de arte, lo hago”, dice confiado en que esa tela se venderá porque lleva su firma. Guetta entendió perfecto las bases del arte callejero: irreverencia, colores y figuras impactantes y crítica al poder, pero como no tiene la mente filosa y sensible de Banksy ni la oscura inteligencia de Fairey, todo se vuelve un gesto adolescente. “Dicen que me copio de Banksy, pero Duchamp también copiaba y está bien. Para eso, puedo decir que Banksy se parece a Magritte.” Su primo Invader ya no le habla, Fairey dice que su obra es indignante y vacía y que se siente responsable de haberlo dejado entrar. Banksy declaró que nunca más va a dejar que alguien haga un documental sobre el street art. Las revistas de arte serias no escriben sobre él, pero los coleccionistas lo compran y las grandes casas de venta de arte comercian con su obra. Una verdadera estrella pop. La muestra de que el mundo del arte puede cumplir el sueño de gente así. La mejor noticia sería que fuera, de verdad, un invento de Banksy. Sería una obra monumental y Guetta, un gran actor. Pero si Mr Brainwash es real, resulta un caso increíble de cómo alguien sin demasiado para dar, aprendió el manual de la fama y pegó el batacazo.
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