DESPEDIDAS > MURIó SHOMEI TOMATSU (1930-2012), EL HOMBRE QUE RETRATó LA POSGUERRA JAPONESA
Reconocido en Japón como uno de los padres de la fotografía de autor, Shomei Tomatsu fue un artista que creó sutilmente el paradigma para los fotógrafos por venir. Crítico de la occidentalización, que retrató como nadie, registró con elegancia y compasión –y con sentido poético– los cambios inexorables de su sociedad: creador de iconografías, no sólo fue enormemente influyente en su país sino uno de los mejores fotógrafos del siglo XX.
› Por Romina Resuche
En la posguerra japonesa, lo que más llamó la atención de la fotografía en Japón fue cómo los usos y costumbres del mundo occidental influían en su cultura; cómo la derrota y la ocupación lo cambiaban todo y cómo esos cambios eran claramente visibles. Entre los que empezaron a registrar el entorno con su cámara –apenas se expresaron las primeras huellas de la ocupación estadounidense en su país– estaba un estudiante de economía nacido en Nagoya llamado Shomei Tomatsu, un fotógrafo autodidacta que a principios de la década del ‘50 mostró la americanización japonesa con un encuadre tan crítico, íntimo, atemporal y pacífico que logró liberar al documento del realismo puro. Tomatsu tenía quince años cuando la ocupación y veinte cuando se unió al staff de la prestigiosa revista Iwanami Shashin Bunko; pero no se quedó allí mucho tiempo y, a la vez que se hacía freelance, inventaba en Japón la noción de fotógrafo-autor y se convertía en el hombre sobre quien Ken Domon dijo: “Es uno de los padres: creó la iconografía, el estilo y el método frente al cual los fotógrafos japoneses más jóvenes midieron sus propias identidades”.
Tomatsu lo documentó todo: las bases militares y las duras calles lindantes, llenas de publicidades de Coca-Cola y prostitutas japonesas. Una mujer hermosa en Nagasaki, que mira a la cámara con el rostro cubierto de cicatrices queloides y botellas tan grotescamente derretidas que parecen fetos humanos. Pero también registró el tan de moda barrio de Shinjuku, que emergió de un área peligrosa de Tokio, y otras escenas de urbanidad, desde bares hasta protestas de estudiantes pasando por los nuevos centros comerciales.
El momento de quiebre en la carrera de Tomatsu fue la exhibición Eyes of Ten en 1957, realizada en Tokio: marcó un nuevo camino guiado por un grupo de diez fotógrafos japoneses, que alejaron de su arte lo impersonal y abrazaron lo expresivo. Pero fue unos pocos años más tarde que un revés definió nuevos formatos en torno de la foto en Japón, también de la mano de Tomatsu. Su unión con Eikoh Hosoe, Ikkô Narahara y otros tres fotógrafos lo llevó a formar el grupo Vivo. Compartían su idea sobre la importancia de quién estaba detrás de la cámara, pero estaban lejos de actuar como colectivo de artistas. Juntos alquilaron un departamento en Tokio, que servía de oficina y de cuarto oscuro fotográfico, desde el cual fomentaban sus particulares visiones del mundo y distribuían su obra sin necesidad de agentes.
Otros jóvenes de la misma edad y afinidad estética sumaron su mirada a la tendencia marcada por Tomatsu. Algunos fueron los fotógrafos Daido Moriyama y Takuma Nakahira, quien fundó en 1968 la revista Provoke: fundamento de una generación que dejó atrás las convenciones de quietud y solemnidad de la fotografía nipona. El valor de esta publicación trascendió el mundo del arte y hoy es un objeto inconseguible, altamente valuado y que ejemplifica los primeros rasgos del foto-libro (todas sus ediciones fueron republicadas como The Japanese Box, a un valor de 2000 dólares la colección completa). Con la intervención del crítico y filósofo Koji Taki, Provoke investigaba la relación entre texto e imagen y fue a su vez la influencia directa de otros artistas posteriores, como el desmesurado Nobuyoshi Araki.
A mediados del mes pasado, Shomei Tomatsu, murió a los 82 años, en Naha. La noticia se anunció a los medios casi un mes después, este lunes 7 de enero. La suavidad y firmeza con la que este artista tocó la fotografía resultó en imágenes de la bohemia, los objetos olvidados, los seres perdidos y el dolor –en público y en privado– enfocado sin penurias, silencioso. Fue referente de una ola impresionista que con estilo y contenido entregó a una sociedad moldeada, invadida, a ratos invisible, algunos fragmentos de memoria colectiva.
Dejó series completas que retrataron muchos “día después”, los de la bomba atómica o los del tifón que arrasó su ciudad de nacimiento. Y otras cuestiones que tocaron su vida y a su tierra –el boom económico de los ochenta y las protestas por la guerra de Vietnam– a partir de la influencia de Occidente en su cultura oriental. Pero quizá lo que Tomatsu nunca dejó de revelar en sus fotogramas fue aquello que lo marcó para siempre: la sombra de la guerra.
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