Dom 13.01.2013
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CINE > FUERZA ANTI-GANGSTER, LA PRIMERA PELíCULA MODIFICADA POR LA OLA DE VIOLENCIA EN EE.UU.

Gangsta Style

Se iba a estrenar en septiembre del año pasado, poco después de la masacre en el preestreno de Batman, pero sus publicidades incluían una escena en que unos mafiosos acribillaban a los espectadores en un cine y la Warner decidió “hacer unos ajustes” en la película. Ahora, mientras las masacres en las escuelas norteamericanas no se detienen, la película se estrena, la escena voló y la polémica llega al corazón de Hollywood. Las nuevas de Tom Cruise y Tarantino, también estrenadas acá, se suman al debate: ¿cómo debe el cine hacerse responsable por la violencia que exhibe?

› Por Mariano Kairuz

Gangster Squad, la película con que la Warner vuelve al género que hizo propio como ningún otro estudio en los ’30 y ’40, iba a tener su estreno mundial en septiembre del año pasado. Era una fecha firme, como corresponde a un lanzamiento de 75 millones de dólares, y dos meses antes ya podía verse un trailer promocional en unos cuantos cines de Estados Unidos. Pero entonces pasó lo que pasó: un chiflado entró con un bolso lleno de armas al cine de Aurora, Colorado, en el que tenía lugar un preestreno de trasnoche de El caballero de la noche asciende, se presentó (“Soy el Guasón”, dijo) y abrió fuego sobre la platea matando a 12 personas e hiriendo a casi 60. El caballero..., intensa tercera entrada de la saga de Batman a cargo de Christopher Nolan, era el estreno de la Warner para 2012, y los avances de Fuerza Anti-Gangster incluían una escena en la que una banda de mafiosos ametralla a la platea de un cine. Mientras se encendía en los medios norteamericanos la enésima discusión sobre la relación entre la violencia en el cine y la violencia en el mundo real, el estudio retiró los trailers de los cines y pospuso el estreno, en principio sin fecha, anunciando que se llevarían a cabo algunos “ajustes” en la película.

Ahora que finalmente Fuerza Anti-Gangster llega a los cines, la escena de la masacre en la sala ya no está, y en su lugar se filmó y montó otra, literalmente explosiva, en el Barrio Chino de Los Angeles. La película cuenta una historia basada vagamente en hechos históricos, ocurridos en 1949: la arremetida de un grupo parapolicial liderado por dos “agentes de la ley”, veteranos de guerra, sobre el capo mafioso Mickey Cohen, quien pretendió erigir en California su propia Chicago. Sin embargo, su alto nivel de estilización –sus one-liners cancheros emulando a los clásicos de los años de Cagney y Edward G. Robinson– y su premeditada artificiosidad amortiguan la violencia, al punto de que nunca se siente demasiado real: no se parece tanto a lo que vemos en los noticieros; jamás deja de ser representación y puesta en escena. Es, en definitiva, mucho más falsa que la de la sobrecargada El caballero de la noche asciende, cuyos pretendidos nexos con la realidad y las salvajadas del mundo contemporáneo resultan más sugestivos.

Lo cierto es que mientras Gangster Squad era postergada y sometida a revisión, sendos editoriales en los influyentes The New Yorker y The New York Times iniciaban un debate inevitable. En la primera, el crítico Anthony Lane escribió un artículo todo reflejo y sensatez, que vio venir y atinó a atajar las especulaciones más trilladas. “Hemos estado aquí antes, muchas veces. Una de ellas específicamente cuando John Hinckley Jr. se obsesionó con Taxi Driver, que se estrenó cinco años antes de que intentara asesinar a Ronald Reagan. Lo que era verdad entonces sigue siéndolo ahora: ninguna película te hace matar”, dice Lane. Por su parte, en el Times, Michael Cieply hizo un repaso de la larga tradición de films “violentos” de la Warner, que va de los ’30 (con títulos inspirados en los titulares de los diarios de la época), de El enemigo público (uno de los primeros clásicos con Cagney) y Soy un fugitivo, con Paul Muni, a otros posteriores como Bonnie & Clyde, La pandilla salvaje, las Harry el sucio y las infames, presuntas inspiradoras directas de crímenes reales “por imitación”, La naranja mecánica y, ya en los ’90, Asesinos por naturaleza.

Bajo el título “¿Lleva la violencia en el cine hacia una violencia real?”, el crítico Kenneth Turan también editorializó sobre el tema en Los Angeles Times: “Es imposible estar rodeados por la sanguinolenta cultura cinematográfica del siglo XXI y no preguntarnos qué efecto está teniendo sobre nosotros. Ocurre una atrocidad como la de Aurora y la respuesta de la industria del cine es siempre la misma: no nos echen la culpa, la culpa es de otros (...) Pero el problema es tan grande y está tan generalizado que todos, inclusive la industria del cine, tienen que aceptar una parte de la culpa, si queda alguna esperanza de ponerlo bajo control. Si se acepta que se gasten millones de dólares en publicidad bajo la creencia de que ver algo en video puede influir nuestras elecciones y nuestro estilo de vida, entonces hay razón para pensar que toda esta violencia que se está viendo va a afectar a quienes la ven”. Luego arriesga que, “salvo que una teocracia religiosa tome el control de este país, vamos a seguir teniendo violencia en la cultura popular”; en tal caso, “tenemos que dejar de fingir que el hecho de que esté tan fácilmente disponible no tiene consecuencias”.

Las respuestas de Hollywood hasta ahora, a Aurora y en especial a la más reciente masacre en la escuela de Newtown, Connecticut, han sido tímidos intentos de ponerse a resguardo para cuando las críticas arrecien. A la postergación y los cambios de Gangster Squad, se sumaron la cancelación de varias premières, incluidas la de Jack Reacher, la nueva película de acción de Tom Cruise (estrenada acá esta semana, que empieza con un francotirador en un parque), y la de Django sin cadenas, el sanguinario western de Tarantino distribuido en su país por los Weinstein. Justamente los involucrados en esta película fueron los que hicieron las declaraciones de mayor perfil en las últimas semanas. “Creo que tenemos que sentarnos, con los Scorsese, los Tarantino, y con un poco de suerte con todos los que lidiamos con la violencia en el cine, y discutir nuestro rol en casos como el de Aurora”, dijo Harvey Weinstein. Para Jamie Foxx, protagonista de Django, no alcanzaría con deshacerse de todas las armas del país, porque “los síntomas aún seguirían allí. Siempre va a haber algo: un cuchillo, las manos. Lo que hay que hacer es tratar el problema de las personas”. Para Tarantino, es sencillamente absurdo echarle la culpa al cine, pero su actriz, Kerry Washington, hizo una de las distinciones más interesantes de la discusión: “La brutalidad explícita de Django sin cadenas tiene un propósito. Creo que es importante que tengamos la oportunidad de hablar de la violencia y no tratarla simplemente como un entretenimiento, sino conectarla a los desastres, las enfermedades sociales, las injusticias. La brutalidad de la película educa acerca de las atrocidades de la esclavitud”.

Un editorial del sitio techdirt.com argumenta un poco para el lado de Tarantino, señalando que abogar por la censura y la represión implica pensar en el público de manera condescendiente, como una masa irresponsable incapaz de lidiar con “materiales cuestionables”. Sin contar con que además significaría entregar la pelea a una de las organizaciones más inexplicablemente poderosas de Estados Unidos: la NRA, la Asociación Nacional del Rifle, que sólo defiende el derecho presuntamente “inalienable” del ciudadano a poseer armas. La violencia existe en el cine desde siempre –muchas veces con efectos más catárticos que provocativos– pero este tipo de masacres que asuela a EE.UU. no. Si es cierto, como dice Foxx, que quitarles las armas a los alienados de la sociedad no va a solucionar el problema de la alienación social, seguro que tampoco lo hará impedirles ver películas con armas y tiros.

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