Dom 27.07.2003
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MúSICA

Desde el hondo bajo fondo

Fue descubierto por Daniel Melingo, está apadrinado por Gustavo Santaolalla y forma parte del proyecto electrónico Bajofondo Tango Club, pero esconde en la manga una propuesta totalmente opuesta: con sólo 24 años, Cristóbal Repetto es dueño de un sorprendente registro vocal que parece salir de un gramófono, y su repertorio, acompañado por tres guitarras, recupera tangos perdidos en el tiempo.

POR MARTIN PÉREZ

Ahí está, sentado y con el micrófono en mano, esperando el momento de empezar a cantar. Cuando lo haga, sin levantarse de su silla, quien lo escuche por primera vez no podrá reprimir algún gesto de incredulidad. Tal vez incluso aflore en sus labios una sonrisa. Porque el particular registro del cantante refugiado en su asiento le hará recordar instintivamente el sonido de un viejo disco de pasta, de una sonoridad que hasta le llegará a parecer el resultado de algún efecto sonoro. Pero no. Porque ésa es efectivamente la voz de Cristóbal Repetto, un joven cantante de un registro naturalmente agudo que, gracias a una cierta impostación, recupera lo que él llama “una tímbrica perdida”. La de los viejos cantantes de tango, justamente.
Cuando Cristóbal canta, sabe que lo primero que convoca es la sorpresa y la duda. Pero también sabe que, cuando el público se entrega a su canto, se da cuenta de que lo suyo no es una impostura. No hay en su propuesta ni un solo atisbo de ironía. Su estilo no trabaja sobre la construcción de un estereotipo, ni mucho menos sobre la parodia. Porque para Repetto el tango no es el del funyi, el pañuelo y el farolito de la esquina.
“Para mí el tango no es algo vinculado sólo al reviente, a la tristeza, al olvido y a la desesperación, sino que es una mezcla de todo tipo de sentimientos, incluso el de la alegría”, explica Cristóbal. “Porque es un estilo que va en busca de lo más profundo y su interpretación no tiene necesariamente que ver con los gritos o ese stacatto que se suele escuchar, casi deportivo”, se abalanza Repetto, que asegura que por la elección de su estilo varias veces se siente como un cantante sufrido. “Porque me cuenta mucho que la gente me crea”, se queja. “Pero todos los cantantes tienen su impostación, desde Vicentico hasta Shakira. A nadie le llama la atención que haya quienes canten imitando las impostaciones de Edmundo Rivero, el Polaco Goyeneche o Julio Sosa. Con ellos nunca se sorprenden ni se duda. Pero por ahí cuando alguien me va a ver a mí, lo primero que hace es reírse. Después, sí, cuando se da cuenta de que lo que hago es en serio, tal vez se emociona”, dice este sorprendente cantante de veinticuatro años, que supo ser descubierto por Daniel Melingo unos tres años atrás. Y que, luego de participar del proyecto electrónico Bajofondo Tango Club, está a punto de grabar su primer disco con la producción artística de Gustavo Santaolalla, el gurú del rock latino desde Divididos a Café Tacuba, pero que supo trabajar también con León Gieco, Jaime Torres y el Kronos Quartet, y acaba de crear allá, en Los Angeles, donde está afincado desde hace décadas, no uno sino dos subsellos dedicados al tango.

DE MAIPU A CORSINI
Uno de los recuerdos más antiguos de Cristóbal Repetto vinculado con la música es un mueble lleno de casetes ubicado en su hogar natal en Maipú. “El de Buenos Aires, no el de Mendoza”, aclara. Cristóbal recuerda la costumbre de sentarse cada tanto frente a ese mueble, pensando “a ver qué escucho hoy”. “Con el tiempo me di cuenta de que no es común que un pibe tenga a disposición en su casa una discoteca como la que mis viejos tenían”, calcula Repetto, enumerando a Jorge Cafrune, José Larralde, Atahualpa Yupanqui y Violeta Parra, entre otros. “Me acuerdo de que cada vez que escuchaba a Parra o a Yupanqui me daba un poco de miedo”, cuenta. “Porque era como un culto o un rezo. Me ponían inquieto, pero no podía dejar de escucharlos. Es algo que ahora me pasa cuando escucho a Ignacio Corsini, por ejemplo, que tiene un canto triste pero vital”. Justamente, quienes conocen bien el paño dicen que la voz de Repetto les recuerda a la de Corsini. Pero por la época de aquel mueble iniciático el futuro cantante aún no se había sumergido en el pozo de los tesoros del tango antiguo, sino que apenas si aprendía a ubicarse dentro del panorama musical contemporáneo. “Mis ídolos siempre fueron León Gieco, Mercedes Sosa y Fito Páez, porque son artistas que funcionaron como puentes contemporáneos hacia esa música que escuchaba de chico”, explica. A pesar de su presente de cantante con voz antigua, Repetto se inició musicalmente con un bombo legüero adquirido por sus padres. Y –siempre allá en Maipú– las dos primeras bandas que armó fueron de candombe. Luego se hizo solista y –emulando a su admirado Gustavo Santaolalla– armó un espectáculo reuniendo a todos los músicos de la historia de Maipú. “Fue algo medio De Usuahia a La Quiaca, un trabajo antropológico, con veintiséis artistas en escena”, recuerda Cristóbal, que por entonces llegó a representar a su pueblo en los Torneos Juveniles de Tango bonaerenses. Ahí fue cuando se replanteó todo. “Me vi cantando en un video y sentí rechazo. Me vi demasiado efusivo. Así que dejé de cantar en vivo y ahí comenzó mi búsqueda.” Luego de escuchar primero a Goyeneche y después a Carlos Gardel, el impacto llegó cuando descubrió a Ignacio Corsini. Y con él a Luis Cardei. Así fue como Repetto descubrió todo un mundo del tango más allá del estereotipo. Un mundo de canciones antes que tangos, que se ajustaba al estilo vocal que fue construyendo alrededor del timbre agudo de su voz. “El timbre siempre estuvo”, explica Repetto. “Lo que le agregué es el modo. Y yo canto arriba, tratando de tener musicalidad, hasta lograr una manera de cantar basada en algo que me emociona cuando lo escucho. Pero con lo que también se emociona mi abuela, que tiene 88 años. Por eso no me gusta que hablen de un tango viejo. Porque la música no tiene edad”.

EL REFUGIO DE LA CANCION
A la búsqueda de artistas para su proyecto de tango electrónico titulado Bajofondo Tango Club, Gustavo Santaolalla se topó con un video que guardaba una grabación realizada por Cristóbal Repetto para la señal de cable Sólo Tango. Así fue como el ex Arco Iris dio con él y lo invitó a formar parte de su proyecto. “Casi te diría que mezclar tango con electrónica está en las antípodas de lo que yo hago”, aclara Cristóbal. “Pero acepté involucrarme, primero porque la propuesta vino de un tipo que respeto, como Santaolalla. Y después por la calidad del resto de los participantes, como Adrián IaIaies o Javier Casalla”. Descubierto por Daniel Melingo, con el que comenzó a cantar como invitado hace unos tres años atrás, Repetto empezó a actuar en reductos tangueros de San Telmo como La Cumparsita, hasta que llegó la convocatoria de Santaolalla. “Tiene todo el aspecto de un pibe moderno, pero cuando abre la boca suena como un vinilo de los años 30, los de 78 revoluciones por minuto”, lo definió el productor a comienzos de este año en una nota de la revista de los premios Grammy norteamericanos en la que también anunciaba el lanzamiento de los dos subsellos tangueros de Surco, el sello que Santaolalla tiene dentro de la discográfica Universal. Uno de ellos lleva por nombre Vibra y es el que reúne las propuestas electrónicas, la primera de las cuales es el mismísimo Bajofondo Tango Club. El otro se llamará Seminal, que es el sello de sonido más tradicional, por el que saldrá el álbum de Repetto.
Pensando en su álbum debut es que, durante el último tiempo, Cristóbal se ha encerrado a ensayar con un trío de guitarristas que conoció a través del grupo Las Bordonas. Ellos son Javier Amoretti, Daniel Yaria y Martín Creixell, a los que se suma el violín de Casalla. Junto a su banda, Cristóbal ha ido construyendo un repertorio de temas incunables, tangos, valsesitos y canciones que se remontan a 1910 –el más viejo es “Desde el alma”– y llegan hasta el ‘35. A la hora de hablar de su repertorio, a Cristóbal le gusta citar como ejemplo “Cantando”, que cantaba Mercedes Simone. “En los silencios de la guitarra escucho a Yupanqui y en la hondura de su voz escucho a Violeta Parra”, apunta el cantante. “En ese tango, como en las demás canciones del repertorio, está todo lo que siempre me gustó al escuchar música. Ahí hay una síntesis, es un lugar donde quedarme. Un refugio donde hay una conexión con todo lo que escucho”, explica Cristóbal, un cantante de repertorio triste y sufrido, lejos del lugar común, dueño de un canto que va más allá de la edad y losgéneros. Y que, después de la sorpresa inicial, siempre guarda una canción para redescubrir.

Bajofondo Tango Club sube a escena hoy en el ND Ateneo, Paraguay 918.

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