Domingo, 7 de abril de 2013 | Hoy
DESPEDIDAS > JESS FRANCO (1930 - 2013), UN DIRECTOR CON EL CINE EN LA SANGRE
Oveja negra de la familia, sobrino de Julián Marías, el hombre que quiso hacer cine de género bajo el franquismo murió la semana pasada, aunque quedan sus películas, casi doscientas, difíciles de conseguir, pero verdaderos tesoros para el cinéfilo. Jesús Franco –que cambió su nombre a Jess, conocido como el Tío Jess por sus fans– hizo de todo: películas eróticas y pornográficas, películas sobre vampiras lesbianas, películas de terror, de zombis, de caníbales, de espías, de exorcistas y hasta dramas históricos (e incluso fue director de segunda unidad de Campanadas a medianoche de Orson Welles, y dirigió a Christopher Lee y Klaus Kinski). El director más prolífico de la historia del cine, el pionero de la clase B en español, fue reconocido con un Goya en 2009, pero, en general, permaneció en el más estricto culto, amado por su grupo de fieles.
Por Alfredo García
El martes pasado, a los 82 años, murió Jesús Franco Manera, firme candidato a mayor cineasta de culto de todos lo tiempos, y uno de los grandes misterios del cine moderno.
Con mencionar un puñado de títulos bastaría: sólo por Gritos en la noche (The Awful Dr. Orloff, saga que inicio el terror hispano), hitos eróticos como Vampyros Lesbos, Necronomicon o She Killed in Ecstasy, el Jack the Ripper con Klaus Kinski o El Conde Drácula que le permitió por única vez a Christopher Lee componer su vampiro siguiendo al pie de la letra la novela de Bram Stoker; o Miss Muerte, la más genial cruza entre el surrealismo de Buñuel y el comic contracultural sixties, escrito por el mismísimo Jean Claude Carrière (con la bellísima scream queen Susan Korda, alias de Soledad Miranda). Con mencionar ésos, solamente, bastaría para considerar su estatura de culto. Pero sucede que además de estos títulos que jamás vemos en el cable... ¡el Tío Jess filmó unas 190 películas más!
El aprecio de gigantes como Fritz Lang u Orson Welles sirve para entender el talento, audacia y creatividad de este hombre con el cine en la sangre, probablemente demasiado adelantado a su tiempo.
Luego de sufrir el ataque de censores e intolerantes –incluyendo el Vaticano, que a fines de la década de 1960 lo declaró “el cineasta más impío junto a Luis Buñuel”–, Franco también fue objeto del menosprecio del establishment cultural, lo que de algún modo potenció su furia por hacer cine a como dé lugar, adaptándose a géneros marginales y presupuestos abismales, al punto que durante años el libro Guinness de Records Cinematográficos lo tuvo en cuenta como el realizador más prolífico.
Dado que por censura o distribución muchas de sus películas tuvieron múltiples versiones con diferente metraje, título y créditos, ni los más obsesivos cinéfilos pueden estar seguros de la totalidad de su obra. Hace un par de décadas, algunos hablaban de cerca de 200 títulos, mientras el mismo Franco mencionaba “un centenar largo”, y actualmente se citan 199 films, incluyendo una película estrenada en España apenas unos días antes de su muerte, Al Pereira vs. The Alligator Ladies.
Como para ayudar al culto y acrecentar tanto el misterio como las variantes de títulos de su filmografía, junto al Tío Jess también se fueron sus múltiples seudónimos, por ejemplo Jess Franco, Jess Frank, Clifford Brown, Betty Carter, Franco A.M. Frank, Adolf M. Frank, Anton Martin Frank, Manfred Gregor, David Khune, y todas las variantes de nombres y apellidos que se quieran buscar, incluyendo algunos alias de su musa y compañera Lina Romay (Rosa María Almirall, fallecida el año pasado).
Para entender esta catarata de alias habría que entender que Jesús Franco –oveja negra de la familia de su tío filósofo Julián Marías– estaba decidido a hacer cine de género en la España franquista: “Cada vez que decía mi nombre en el extranjero era una risa. Fue Robert Hossein quien me hizo tomar la decisión. Me decía: ‘Usted es España: Jesucristo y el Caudillo al mismo tiempo’. Me quité Jesús y me puse Jess porque me sonaba bien”.
Hay muchas caras de Jess Franco. Cuesta creer que el hombre que se ocupó de restaurar los fragmentos del inconcluso Don Quijote de Orson Welles, además de haber sido director de segunda unidad en la shakespeareana Chimes at Midnight / Campanadas a medianoche (Welles, 1965), sea el mismo autor de films softcore como Aberraciones sexuales de una rubia caliente (1976) o productos porno como Para las nenas, leche calentita (1986).
Franco se recibió de abogado y también estudió música –no por nada varios scores de sus films se convirtieron en los soundtracks más remixados de todos los tiempos, incluyendo el CD The Spirit of Vampyros Lesbos a cargo de DJ Hell, Two Lone Swordsmen y Alec Empire–, cursó dos años en la primera escuela de cine de España y finalmente prefirió ver pilas de films clásicos en la Cinemateca Francesa, lo que lo llevó a trabar amistad con el legendario Henri Langlois. A él y a Juan Antonio Bardem, a quien asistió en el clásico Muerte de un ciclista (1955), los recordó especialmente cuando le dieron el Goya de Oro en 2009.
Aparentemente, el productor de Campanadas a medianoche le ofreció a Orson Welles lo más granado de la industria del cine ibérico para que eligiera su director asistente, pero el divo pedía ver material filmado por los candidatos y nada lo convencía. Finalmente le pusieron, a modo de broma, el Dr. Orloff en la moviola y, sin dudar un segundo, Orson clamó para que contrataran a quien hubiera filmado esas imágenes.
Las ideas de cine de género de Franco no iban con el franquismo, y el punto de quiebre fue cuando dieron su opus erótico Succubus (también conocido como Necronomicon) en el Festival de Berlín, logrando elogios del mismísimo Fritz Lang (“el único film erótico interesante que vi en toda mi vida”, dijo) y aplausos de compatriotas que luego, ya en su tierra, afirmaron que Jesús había estrenado una producción porno. Jess eligió salir de ese circulo hipócrita filmando Fu Manchus o Sadomanías, y docenas de películas de todo tipo y calibre (ninguna apta para todo público, que sepamos), a veces rodadas back to back por triplicado, y como aseguró el horrendo Howard “Orloff” Vernon, nunca, por más descartables que pudieran ser, carentes de un par de escenas magistrales.
La posición más común sobre Franco de la crítica convencional es decir que es el peor director del mundo, o incluso hacer de cuenta que nunca existió.
La prueba de lo genuino del cineasta europeo moderno más prolífico es su ausencia absoluta del cable y el DVD.
Queda la web: busquen Miss Muerte, She Killed in Ecstasy, Vampyros Lesbos, y brinden a la salud de Tío Jess, el hombre con cine en las venas.
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