HALLAZGOS > LA HISTORIA DE UNA FOTO EN LA ESQUINA DE LA AMIA (Y DE UN MATRIMONIO)
› Por Inés Ulanovsky
Yo vivía en un departamento antiguo en Viamonte y Pasteur, justo en la esquina a la AMIA, cuando explotó la bomba. Todos los vidrios de todas las ventanas de nuestra casa, que eran muchas, estallaron en mil pedazos. Tuvimos la suerte, mi familia y yo, de que no nos pasara nada grave. Yo sólo sufrí un pequeño corte en un brazo, pero nada más.
Desde ese día, mi edificio y el de enfrente se convirtieron en un punto estratégico. Todos los 18 de julio, reporteros y camarógrafos se instalaban a cubrir los aniversarios de la bomba desde nuestras ventanas. Por esos años yo empezaba a sacar fotos, pero no me sentía del todo cómoda en ese rol y me daba vergüenza fotografiar a desconocidos de cerca, entonces también sacaba fotos desde mi ventana.
Por esa cercanía geográfica, en cada aniversario, casi como un ritual, hice alguna foto. De hecho, minutos después de la explosión saqué fotos. Mi habitación, mi escritorio, las ventanas destrozadas y la escalera. Todo estaba completamente cubierto de vidrios. Todavía me acuerdo de estar temblando de miedo y no poder poner el rollo en la cámara.
Cuando se cumplieron tres años del atentado, en julio de 1997, también saqué algunas fotos, pero nunca las copié. Revelé el rollo en mi laboratorio casero y lo archivé.
Seis años después, en una mudanza, encontré una caja de cartón con esos primeros negativos. Eran todos blanco y negro y estaban guardados en sobres iguales, escritos con mi letra muy prolija. Miré con detenimiento uno por uno, con una lupa a través de una ventana. Uno de los sobres decía “AMIA 1997”. Lo abrí.
En la primera foto del rollo había un grupo de personas en la terraza del edificio de enfrente. En la número 2 había una imagen vertical de un fotógrafo asomándose por una ventana con su cámara pegada al ojo. La número 3 es una foto horizontal, y se ve al mismo fotógrafo pero mucho más de cerca. En la foto 4 lo que se ve es una vista general del acto con gente ocupando la calle Viamonte.
Apenas vi esos negativos tuve la sensación de que era él. Inmediatamente los escaneé. No podía creer lo que veía. El fotógrafo de la foto era Diego Levy, mi marido desde hace más de 12 años. Le había sacado una foto antes de conocerlo. En ese momento fue una foto más. La de un fotógrafo asomándose por una ventana. Pero ahora es una de las fotos que más me alegra tener. Magia y misterio. Para mí la fotografía también es eso.
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