FOTOGRAFíA > EL MUSEO FOTOGRáFICO DE LA HUMANIDAD, ESPACIO VIRTUAL DE LA MáS NOTABLE FOTOGRAFíA CONTEMPORáNEA
A mediados de 2012, un joven creativo italiano y su equipo fundaron el Museo Fotográfico de la Humanidad, título ambicioso para un emprendimiento idealista y generoso: un museo online que, por esa condición, estuviera abierto a todos, todo el tiempo, y una comunidad de autores que, con guía curatorial, pudieran exponer su trabajo en las redes. Con un concurso y jurado de lujo –Martin Parr, el foto-reportero brasileño Sebastián Liste y la editora fotográfica de la revista Time, Kira Pollack–, ganado por un ensayo de Cihad Caner sobre los efectos de la guerra civil siria y con un premio del público para el equipo argentino M.A.F.I.A, ya tienen 2500 fotógrafos –algunos conocidos, otros descubiertos– para su objetivo de que las imágenes sirvan para ver cómo son las sociedades contemporáneas, cómo suceden, en nuestro tiempo, los hechos, las situaciones, las emociones, las historias.
› Por Romina Resuche
Todo comenzó con lo que hoy Giuseppe Oliverio considera una iluminación. Oliverio, un italiano de menos de 30 años que había terminado sus estudios en finanzas, charlaba vía web desde su país natal con un amigo cuando no se sabe bien cuál de los dos dijo: “¡Qué copado hacer un museo en Internet!”. Ahí Oliverio pensó que hacerlo era urgente. Entonces combinó su gusto por la fotografía con su capacidad de creación y organización para –en menos de una semana– desarrollar la idea base del Museo Fotográfico de la Humanidad.
A un año de aquella conversación con quien hoy es su socio, se instalaba en Buenos Aires y lanzaba la plataforma de una comunidad donde podían subirse portafolios. A diferencia de otras redes sociales especializadas pero sin edición, ésta contendría varias series de trabajos fotográficos exhibidos con criterio curatorial. Y desde la misma comunidad (también curada) se generaría, con el tiempo y el material, el deseado museo.
“La palabra ‘museo’ viene de casa de musas”, resalta Oliverio. Las musas eran consideradas las diosas de la memoria y, entendiendo esto, plantea: “Hace 3 mil años se reconocía la importancia del museo en la sociedad, porque básicamente el arte te abre la cabeza”. El plan maestro de Oliverio y su equipo (actualmente 10 personas) es difundir fotografía de calidad desde el trabajo de artistas que “descubren realidades” y generar un círculo virtuoso, teniendo en cuenta dos objetivos: “Formar un público educado en fotografía y que el fotógrafo se transforme en un rockstar”, señala el fundador.
A primera vista estas finalidades resuenan enormes, pero es tal la convicción con la que lo encara que se luce la sutil intención. “Esto va a beneficiar mucho a la fotografía y, a lo mejor, el público deja de decir: esta foto la pude haber sacado yo”, concluye.
Uno de los objetivos, tanto de la comunidad como del museo, es difundir la fotografía de un modo distinto a como se viene mostrando. “Hay muchos canales de difusión, pero la impresión que yo tengo es que muy pocos llegan al público y, si llegan, no lo hacen de la forma correcta; eso hace que la fotografía quede encerrada en sí misma”, afirma. Lo que Oliverio explica es lo limitado del espacio que da a conocer buenas historias bien contadas, reducido a los que conocen publicaciones, sitios y comunidades específicas.
La comunidad abrió en julio de 2012, ya con una plataforma que mostraba el principio de la repercusión del proyecto. En los siguientes meses el material siguió llegando y el contenido se fue armando en muchos días de intenso trabajo de selección. En enero de 2013, la primera galería del museo –que se puede visitar acá www.photographicmuseum.com– ya era un hecho.
La diversidad (en edades, trayectorias, búsquedas, nacionalidades) de los autores muestra la filosofía del Photographic Museum of Humanity, que sustancialmente apunta a crear un espacio reservado para fotografía de gran calidad. “O al menos tener un piso de buen nivel –asegura Oliverio–, de manera que los fotógrafos con trayectoria que trabajan un año y medio para una serie de 12 fotos se sientan cómodos y puedan presentar su trabajo en una comunidad que tenga un estándar alto”, concluye.
La convocatoria se lanzó invitando a un grupo de fotógrafos conocidos de los organizadores y a unos otros pocos que les parecían interesantes y eran coherentes con la línea editorial planteada. Luego se elaboró una lista de unos tantos miles (“desde los súper conocidos a algunos que tal vez nadie conoce”) y se los contactó vía e-mail para que aplicaran.
Al principio se eligieron 100, luego 200 fotógrafos y la clásica bola de nieve generó que hoy sean casi 2500. “Es un número relativo porque crece rápidamente, y porque el número de aplicaciones recibidas fue 10 veces más grande”, cuenta.
Por la filosofía del proyecto, y aunque les fuera difícil no ofrecerles una cuenta a todos los fotógrafos que se postulaban, veían necesario mantener un piso cualitativo y a su vez ofrecer nuevas oportunidades. “Cada fotógrafo mejora en el transcurso de su carrera y por eso a los 6 meses tienen la posibilidad de aplicar de vuelta”, explica Oliverio.
Para arengar aún más la convocatoria, lanzaron dos concursos como iniciativas concretas. Uno de ellos derivó en la selección de 15 fotografías que luego fueron exhibidas en una galería que el Museo Fotográfico de la Humanidad montó en el Design District de la feria Art Basel de Miami, Estados Unidos, a fines de 2012. Y el otro se trató de una premiación en varias categorías, que contó con un jurado de lujo: el fotógrafo inglés Martin Parr, el foto-reportero brasileño Sebastián Liste y la editora fotográfica de la revista Time, Kira Pollack.
El primer premio fue para la obra Remaining de Cihad Caner, que intenta mostrar la relación de las personas afectadas por la guerra civil en Siria con las ciudades y los ambientes donde vivían antes de que fueran destruidas. El fotógrafo turco compuso una serie de imágenes en blanco y negro que luego intervino con textos y simples dibujos, casi para devolver con el color cierta vitalidad a escenas que muestran los otros efectos de la guerra.
El premio del favorito del público lo obtuvo el colectivo M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafos Independientes Autoconvocados) por su serie Miss Trans 2013. La difícil selección determinó ganadores de varios países (Italia, Chile, Rusia, República Dominicana, Bélgica, Polonia, Estados Unidos y Perú) y provocó que a los tres primeros premios se sumaran cinco menciones honoríficas y a la obra ganadora de la categoría Nueva Generación (menores de 25 años) se sumaran otras tres menciones de honor.
Las historias ganadoras se llevaron una suma de dinero que Oliverio considera significativa simplemente como un incentivo más. “Como no hay espónsores atrás, una plata que puede servirle a un fotógrafo para empezar un proyecto o seguir desarrollándolo, pero más allá de esto el hecho de tener un jurado tan prestigioso es para mí el verdadero premio”, reconoce.
Al tratarse de un proyecto online –lo que facilita su concreción desde casi cualquier punto del planeta Tierra–, Oliverio podía plantearlo establecido en la ciudad que definiera. La relación precio-calidad del trabajo de programación marcaba en el mapa India y Argentina. Sudamérica ganó la pulseada, en gran parte por las ganas de Oliverio de volver a viajar por estas tierras. Parte de lo que mueve este proyecto es también la pata concreta y visible de interacción con la gente. Por esto y por las características de la idea inicial, el desarrollo continúa aún en viaje y siempre con una convocatoria mundial.
Desde el lanzamiento, a mediados de 2012, el Museo Fotográfico de la Humanidad propicia encuentros en una terraza donde se proyectan series de distintos artistas, mientras se comparte un asado entre amigos y colegas. Pero esto no queda sólo en Buenos Aires. El plan de movimiento lleva de viaje al equipo por distintos puntos del continente. Con su combi ya pasaron por Bolivia y por Brasil, difundiendo su trabajo, dando a conocer el museo y llegando a la gente, como un modo más de defender los valores de su emprendimiento.
El mentor reconoce que encuentra igual pasión en conocer a un documentalista importante que a un fotógrafo de pueblo y que la intención es llegar como museo “tanto a un pibe que vive al lado del Louvre como a un chico boliviano que vive en un poblado alejado”, exagera acertada y simpáticamente.
Pese a que Oiverio es italiano y el desarrollo se basa en la Argentina, el porcentaje de fotógrafos de estos dos países no llega ni al 20 por ciento, y la mayoría de las visitas (alrededor de unas 100 mil mensuales) proviene de los Estados Unidos.
Este proyecto autofinanciado y apoyado por el aporte de socios y amigos camina con paso firme. A esto se suma la ventaja de conservar una comunidad que al no ser masiva permite cuidar a los que son parte y generar vínculos. La motivación de Giuseppe Oliverio son los resultados visibles en tan poco tiempo: “Veo un futuro, a partir de mi percepción, que me motiva a seguir, y veo en el día a día que esto genera beneficios en la red, para los fotógrafos, para el público y para mí mismo, porque crezco mucho”, confiesa y concluye: “No sé qué estoy buscando, pero buscando se descubre”.
El Museo Fotográfico de la Humanidad (Photographic Museum of Humanity)se puede visitar en:www.photographicmuseum.com
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