MúSICA > TOCA KATE NASH EN BUENOS AIRES
De entre todas las cantautoras británicas nacidas en los años ’80 –desde divas universales como Adele o reinas excéntricas como Florence Welch–, Kate Nash es la que, con su tercer disco, Girl Talk, ha dado uno de los giros más decididos. En sus comienzos, Kate era una deliciosa chica que componía canciones pop al piano; después de encontrarse con Bernard Butler –el primer guitarrista de Suede– y de revisitar el punk, se transformó en una estrella pop activista, que se admite insegura y cruda y que, sin embargo, a los 25, no sabe cómo perder la frescura –ni esas hermosas melodías–.
› Por Micaela Ortelli
Desde Joss Stone que en Gran Bretaña no paran de surgir cantautoras generación 1980. La tendencia data de unos diez años –el primer disco de la Barbie del soul es de 2003–, pero se potenció en estos últimos, que vieron crecer a muchas otras, como la chica de las cifras exorbitantes, Adele; la apasionada Florence Welch (Florence & The Machine) o la pequeña diva vintage, Marina Diamandis (Marina and the Diamonds). En lo que respecta a los varones, veinteañeros talentosos como James Blake o Patrick Wolf van por el lado de la electrónica, la fusión y la experimentación. Pero hablando de pop clásico, facilongo, parece haber un bache (¿entre Robbie Williams y los One imberbes Direction?), y un público teen y joven adulto que hoy tiene de portavoces a mujeres bellas y fuertes.
Como cualquiera de su edad, Kate Nash, que tiene 25 años, es digna hija de Internet. Según la leyenda, fue la misma Lily Allen quien allanó el camino de la desconocida al ubicarla en el octavo lugar en su lista de amigos de MySpace; después, claro, las compararon hasta el cansancio. Previo a eso la historia es muy sencilla: una familia del noroeste de Londres; padre dedicado a las computadoras, madre enfermera y pianista aficionada. Kate, la segunda de tres hermanas, aprendió piano y guitarra de chica y asistió al mismo colegio de arte que Amy Winehouse, Adele y Leona Lewis. Quiso estudiar actuación en una universidad prestigiosa, pero no la aceptaron. Deprimida, una tarde en casa se cayó por las escaleras y se quebró un pie; durante la convalecencia, retomó unas canciones que había empezado a componer a los 15, escribió nuevas y las subió a la web. Siguieron meses de cantar en bares por pocas libras, hasta que un buen día apareció un contrato y un productor reconocido, Paul Epworth.
Los laureles llegaron rapidísimo. El single “Foundations” salió a mediados de 2007, alcanzó el segundo puesto en los charts y fue el hit del verano. Una canción común y corriente –una historia más de separación al son de una linda y animada melodía de piano–, que esa intérprete de enfático cockney y exagerada juventud convertía en especial y memorable. Después de semejante éxito repentino, su disco debut, Made of Bricks, fue recibido con bombos y platillos. Y si faltaba un detalle para convertirse en una estrella pop de manual, en 2008, a los 20, Kate ganó un Brit Award como mejor artista femenina.
La rutina de giras y shows se volvió tan intensa que Kate terminó perdiendo todo entusiasmo por tocar. Pero hacerlo por inercia le daba culpa e inseguridad, entonces tomaba alcohol para paliar esa angustia y subía al escenario aún más agotada; miraba la lista de temas antes de arrancar y no podía creer que tenía que cantarla entera. Según cuenta, la salvaron la sensatez de su madre, novio y amigos; dice que aprendió a mantener la guardia alta, a no confiar en todo el mundo, a defenderse en una industria sexista, a hacerse respetar en una industria sexista. Se tomó un tiempo en el que aprendió a tocar el bajo y la batería; volvió a escuchar punk –punk de chicas: Bikini Kill, The Shirelles–; y conoció a Bernard Butler, primer guitarrista de Suede y colaborador de la colega Duffy, que produjo su segundo álbum, My Best Friend Is You, lanzado en 2010.
Fue evidente el cambio de rumbo: el simpático piano ya no estaba tan presente, tampoco el aire naif de canciones como “Birds” o “Pumpkin Soup”. Sigue siendo un fresco disco pop, pero de cierta crudeza y oscuridad, con una Kate más segura, más mujer, que expone sus celos (“Kiss that Grrrl”) y enojo (“Mansion Song”). Pero más notable que el cambio estético fue el ético; Kate se convirtió en una especie de activista musical: fundó un club de rock para chicas para estimularlas a componer y formar sus propias bandas –que no se conformen con ser groupies, que no las amedrenten las supuestas exigencias de la industria (ser flacas y lindas, por empezar)–. Del otro lado del océano, en Estados Unidos, la nombraron embajadora de Music Unites, una organización dedicada a brindar educación musical a chicos de bajos recursos. Escribió una canción catártica (“Under-estimate the Girl”), una de protesta (“Free My Pussy”, en solidaridad con el colectivo feminista ruso Pussy Riot), las liberó para descarga, y esperó sentada a que la prensa terminara de preguntar “¿quién quiere de vuelta a la vieja Kate Nash?” (en verdad existió la encuesta). Después anunció su tercer y más reciente disco, Girl Talk, que lanzó de forma independiente porque su discográfica, Fiction Records, no la quiso más.
En el último tiempo Kate hizo un evocativo cambio de look: las mechas rubias entre el cabello morocho son un guiño a Ladies and Gentlemen, The Fabulous Stains (1981), la entrañable película de Lou Adler que narra la historia de una banda punk de chicas liderada por la adorable e irreverente Corinne Burns (Diane Lane). También lo es la canción “You’re So Cool, I’m So Freaky” (I’m a waste of space, canta Kate; I’m a waste of time, las Stains), una oda a la imperfección a lo Lady Gaga. Girl Talk es, además, un disco celebratorio del cambio y la transformación: Mis opiniones cambiaron, mi cara cambió. Cambio todo el tiempo, así que dame espacio, dice “Oh”. Kate asegura estar orgullosa de todos sus discos (también del Brit que la consagró en su momento), pero no tiene intenciones de recrearlos: “Creo que Girl Talk soy yo ahora, a los 25. Soy más grande, más sabia, sufrí más pérdidas y tengo una visión menos romántica del mundo. Pero soy definitivamente más feliz”. Un poco lo que le pasa a todo el mundo, pero qué saludable que lo diga y represente una estrella pop.
Kate Nash viene por tercera vez al país para dar dos shows. El primero es el sábado 4 de mayo en el Beldent Random Music (Laprida 300, Vicente López). Información sobre el line-up y venta de entradas en la página de Facebook de los chicles. El lunes 6, a las 21, se presenta en Niceto Club (Niceto Vega 5510, CABA). Entrada $ 200.
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