Dom 17.08.2003
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NOTA DE TAPA

The Astor Affair

La obra de Piazzolla viene siendo desde hace años terreno fértil para los pifies de las discográficas: discos distintos con el mismo nombre; grabaciones iguales con títulos diferentes; datos faltantes o incorrectos; instrumentos en vivo que no se escuchan. Esta vez, la gaffe esconde una sorpresa más que grata: la flamante Edición Piazzolla, recién editada por Warner sin ninguna fanfarria, reúne siete volúmenes inéditos o desaparecidos del catálogo, con grabaciones en vivo comprendidas entre 1973 y 1989 de un valor musical extraordinario.

Por Diego Fischerman

El quinteto era, desde 1961, su pie en tierra. Cada vez que disolvía alguna de sus formaciones más experimentales (el noneto, sus grupos italianos con órgano y bajo eléctrico, su octeto à la jazzrock), volvía a él. En 1973, Astor Piazzolla acababa de cansarse de uno de los grupos mejores de su carrera, el Conjunto 9 que habían integrado, junto a él, Antonio Agri y Hugo Baralis en violines, Néstor Panik en viola, José Bragato en cello, José Correale en percusión, Kicho Díaz en contrabajo, Oscar López Ruiz en guitarra y, en piano, primero Osvaldo Manzi y, más tarde, Osvaldo Tarantino. En poco tiempo se iba a ir a Italia (el año siguiente editó Libertango y Reunión cumbre, ambos con músicos europeos y, en el segundo de ellos, con Gerry Mulligan como coprotagonista) pero, mientras tanto y como para aprovechar la oportunidad de actuar en una de sus tantas despedidas definitivas de la Argentina, volvió al quinteto.
Estaban los mismos de siempre. O casi. Agri y Kicho Díaz (por supuesto) y Horacio Malvicino (que alternó el puesto con López Ruiz y, ocasionalmente, con Cacho Tirao, durante años) eran los previsibles. Pero en el piano quedaba, como resto del noneto, Tarantino. Fue la única vez que uno de los pianistas más extraordinarios del tango tocó con el quinteto y fue una formación que no dejó grabaciones de estudio. Sin embargo, el registro de la actuación de 1973 en el Teatro Odeón, recién reeditada por Warner como parte de su Edición Piazzolla (siete volúmenes inéditos o desaparecidos del catálogo, con grabaciones en vivo comprendidas entre 1973 y 1989) permite acercarse a una interpretación imprescindible. Y si hiciera falta una sola prueba, alcanzaría con el minuto y cincuenta y siete segundos en que Tarantino improvisa sobre el solo que Piazzolla había escrito cuatro años antes para su pianista de entonces, Dante Amicarelli, en la introducción de “Adiós Nonino”. No obstante, este disco, como muchos otros de su carrera, exhibe flagrante la relación conflictiva que el músico tuvo (y sigue teniendo) con los sellos discográficos. Discos distintos con el mismo nombre y grabaciones iguales con títulos diferentes, datos faltantes o incorrectos y, en este y algunos otros casos de grabaciones en vivo, un instrumento que no se escucha. El sonidista de Piazzolla –que fue quien proveyó estas cintas– pasaba por la consola de sonido sólo lo que se amplificaba con micrófono, es decir, todo menos la guitarra eléctrica, que tenía su propio amplificador. Y, por lo tanto, en las grabaciones, la guitarra eléctrica está ausente.

Caos
Algunos empresarios argentinos, ligados a la industria del espectáculo, se han empeñado en mostrar sin disimulo su ignorancia e, incluso, en convertirla en dogma. La incomprensión acerca de qué clase de producto se tiene entre manos y quiénes podrían ser sus compradores potenciales ha llevado a fracasos comerciales de gran envergadura. Sin embargo, estos empresarios suelen ser obcecados y, ante sus derrotas, le echan la culpa a aquello que tenían que vender. De hecho, nunca lograron que el éxito de Piazzolla (que lo tenía y lo tiene cada vez más, en todo el mundo) se tradujera en sus cifras de ventas. De la misma manera en que alguna distribuidora cinematográfica local podía decidir cambiar el título de la excelente 84 Charing Cross Road por Nunca te vi, siempre te amé, con el previsible resultado de no conseguir públicos populares pero sí ahuyentar irremisiblemente a los cinéfilos, las discográficas vienen insistiendo en titular los discos de Piazzolla Libertango y Adiós Nonino, entre otras originalidades. Evidentemente apuestan a los compradores despistados y a los novatos en la materia. Su desprecio –o su desconocimiento, que es más o menos lo mismo– del producto los lleva a no poder imaginarse un comprador distinto de ellos mismos: alguien que, a lo sumo, querría tener algún disco de Piazzolla y entonces se guiaría por el título de un tema conocido. El fallecido Envar El Kadri, productor de algunos films de Solanas, fue, en los comienzos del sello Milán Sur, el motor de la asociación entre esa marca y Piazzolla (y sus herederos). El primero de una larga serie de errores de marketing fue titular la edición local de The Lausanne Concert (en ese momento la única grabación del sexteto de Piazzolla de 1989, con Binelli como segundo bandoneón y Gerardo Gandini en el piano) como Nuevo tango nuevo. Pero lo peor llegó con esta extraordinaria colección de inéditos que ni BMG primero (que había comprado el catálogo de Milán Sur) ni Warner ahora (que a su vez se lo compró a BMG) lograron poner todavía en su justo valor. Y es que, para el público de Piazzolla, un título como Adiós Nonino, sumado a la incomprensible decisión de ilustrar las tapas con reproducciones de cuadros de Tamara Lempicka (en lugar de fotos de los grupos de Piazzolla en vivo, por ejemplo), es más un elemento de disuasión que un atractivo. Si la serie se llamara Inéditos. Piazzolla en vivo, todo sería más claro e, incluso, mejor para los negocios del sello discográfico. Y los subtítulos deberían ser, claro, Teatro Odeón, Buenos Aires, 1973 (en lugar de Muerte del ángel), Teatro Colón, Buenos Aires, 1983 (en lugar de Concierto de nácar), Palazzo dei Congressi, Lugano, 1983 (y no, por favor, Adiós Nonino), Teatro Roxy, Mar del Plata, 1984 (créase o no el título es Libertango), Festival de jazz de Montréal, 1984 (y no Otoño porteño), Liège, 1985 (en este caso, el título Hommage à Liège, correspondiente a una de las obras incluidas, no es grave) y Ensayo en el Club Italiano, Buenos Aires, 1989 (en vez del anónimo Tres minutos con la realidad). No estarían de más, tampoco, algunas obleítas en la tapa que indicaran, por ejemplo, “única grabación de Tarantino con el Quinteto”, “única grabación del sexteto con Julio Pane en segundo bandoneón”, “Piazzolla y Cacho Tirao, dirigidos por Leo Brower” o “Incluye la histórica improvisación de Pablo Ziegler en ‘Chin Chin’.” O sea, ni más ni menos que lo que hace cualquier sello discográfico cuando se encuentra con grabaciones en vivo e inéditas de Miles Davis, Edith Piaf, Bill Evans, Jimi Hendrix, The Doors, Simon & Garfunkel o Led Zeppelin.

Viejo caos viejo
La situación no es nueva y aparece desde los mismos comienzos de la carrera discográfica de Piazzolla: en los discos que recogen las históricas grabaciones de su orquesta de 1946-47 no hay dato alguno acerca de los integrantes y en los créditos de su registro con piano sumado a las cuerdas de la orquesta de la Opera de París, en 1955, figura como pianista Martial Solal y se omite a Lalo Schiffrin, que toca en casi todas las pistas. Si se piensa que en 1961, para grabar el primer disco del quinteto con sus temas, la RCA le exigió grabar otro, con tangos clásicos, se ve con claridad que esa industria jamás lo entendería demasiado bien. Ese era el sello, por ejemplo, que en ese mismo momento saludaba alborozado la llegada de la nueva ola y, de la mano de un tal Mejía, oriundo de México, inventaba el Club del Clan y destruía, como símbolo de la llegada de la nueva época, todos los masters con grabaciones de tango (todo lo de Troilo desde 1941, entre otras cosas). Los discos se llamaban ¿Piazzolla o no?, Bailable y apiazolado y Piazzolla interpreta a Piazzolla. A la manera de las novelas de Macedonio, podrían haber sido el último disco malo y el primer disco bueno pero, por uno de esos errores de la grabadora, los dos fueron igualmente buenos. Eso sí, como la empresa sigue cometiendo errores, ninguno de los dos se consigue en Buenos Aires. En ambos casos es grave. En el primero porque en esas lecturas de tangos como “Tierrita”, de Bardi, “María”, de Troilo, “El arranque”, de Julio De Caro o “La casita de mis viejos”, de Cobián, hay una originalidad y una riqueza únicas. Y además porque el violinista es Elvino Vardaro. En el segundo caso, porque incluye la única grabación del quinteto de “Nonino” y la primera de “Adiós Nonino” –mucho más marcada y tanguera que la del registro de ocho años después, para Trova, que es la que se hizo máspopular– y porque en la edición en CD, realizada por Rafael Abud –una de las excepciones dentro de la industria discográfica–, se incluían como bonus tracks los dos dúos grabados por Piazzolla y Aníbal Troilo en 1970, “Volver” y “El motivo”.
Entre los desatinos llegó a haber uno genial. El sello Sony (dueño de los catálogos Epic y Columbia entre otros), para poder tener su propio Adiós Nonino a pesar de que Piazzolla nunca había registrado ese tema para ellos, con el fin de justificar el título en una de las innumerables antologías publicadas, incluyó en un disco de Piazzolla llamado Adiós Nonino la versión de “Adiós Nonino” de la orquesta de Leopoldo Federico. El mismo sello editó finalmente un CD doble llamado Todo Piazzolla. Pero como no podía ser de otra manera, no estaba todo. Faltaba “Réquiem para un malandra” (un texto de Diana Piazzolla, recitado por Alfredo Alcón), sólo incluido en Tango Contemporáneo. Astor Piazzolla y su Nuevo Octeto (registrado originalmente en 1963). ¿Era una cuestión de espacio? Seguramente no: allí estaba, como siempre, “Adiós Nonino” por Federico y, por si eso fuera poco, la misma orquesta haciendo “Decarísimo” y “Tango del ángel”.
Son varios los sellos que tienen, todavía, material inédito de Piazzolla en sus catálogos. Universal jamás reeditó una grabación (originalmente en Polydor) del quinteto de Piazzolla en vivo en el Philharmonic Hall de Nueva York, en 1965. El sello Carosello –cuya licencia local alguna vez tuvieron Trova e Interdisc– había publicado la única grabación –en vivo en el Olympia de París– del grupo eléctrico de 1977, con Tommy Gubitsch (que había sido guitarrista de Spinetta), Gustavo Beytelman (en piano eléctrico), Ricardo Sanz (bajo eléctrico), Luis Cerávolo (percusión), Osvaldo Caló (órgano eléctrico), Daniel Piazzolla (sintetizador) y Luis Ferreyra (flauta y saxo). En 1975, Ney Matogrosso grabó, con arreglos y dirección musical de Piazzolla (aunque el dato no estaba consignado), “As ilhas” (“Las islas”), con texto de Geraldo Eraldo Carneiro, el mismo poeta con el que trabajaba en esa época Egberto Gismonti, y “1964”, sobre un poema de Jorge Luis Borges. Esos registros no existen en CD, como tampoco el exquisito disco que Georges Moustaki realizó con orquestaciones de Piazzolla en 1982 para Polydor, incluyendo dos temas compuestos por ambos: “Hacer esta canción” y “La memoria”. Había dos canciones de Moustaki, “La llaman victoria” y “Amante del sol y la música” y una mancha de tuco: la espantosa adaptación de “El cóndor pasa” con letra de Moustaki, llamada “Tenemos tiempo”. Entre lo valioso que alguna vez estuvo en CD y hoy es inconseguible se encuentra la banda de sonido de Enrico IV, en la que figura uno de los temas más bellos de Piazzolla, “Oblivion”, en versión para trombón y orquesta, guitarra sola y con oboe solista (una de las ediciones en CD se llamaba Film music y había sido editada por Milán Sur).

Control
Más allá de los problemas con los títulos y con algunos errores y faltas de unidad de criterio en la información, la nueva serie de grabaciones en vivo es magnífica. El detalle de la inaudibilidad de la guitarra (en el concierto de 1973 y en el ensayo del Club Italiano) es un vicio de origen, insalvable en la edición, y, de todas maneras, el valor musical de ambos registros justifica con creces la publicación. En el primer caso, además de las virtudes de la interpretación y del interés de los solos de Tarantino, el repertorio incluye “Milonga del ángel” –un tema que Piazzolla ya había grabado en el concierto del Philharmonic Hall de Nueva York, en 1965, pero que no registró en estudio hasta 1986 en Tango: Zero Hour–, “Los Poseídos” y “Retrato de Milton” (que antes se había llamado “Retrato de mí mismo” y luego se convertiría en “Luna”). La segunda grabación, en orden cronológico, recoge una actuación de Piazzolla en el Colón, el 11 de junio de 1983, con una nueva formación ad hoc del noneto. Baralis en segundo violín, Bragato en cello, López Ruiz enguitarra y el propio Piazzolla eran los que quedaban del original; los nuevos eran Fernando Suárez Paz en primer violín, Pablo Ziegler en piano, Enrique Roizner en batería y Delmar Quarleri en viola. Junto a ellos aparece la Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Pedro Ignacio Calderón. El repertorio incluye el Concierto de Nácar para nueve tanguistas y orquesta, el Concierto para bandoneón, piano, cuerdas y percusión y los temas “Buenos Aires hora cero”, “Vardarito”, “Fuga y misterio” y “Verano porteño” (por el noneto solo). En esta edición de Warner aparecen corregidos algunos errores en los tracks que estaban en la anterior, de Milán Sur/BMG, y cabe señalar que este disco es básicamente el mismo que todavía se encuentra en algunas disquerías porteñas, editado por el Teatro Colón en sociedad con La Batuta (Astor Piazzolla en el Teatro Colón). Las diferencias son un sonido mucho mejor en la edición Warner (tomada desde la consola y no con los anticuados micrófonos del Colón) y, en cada caso, un tema que no está en la otra edición. En la del Colón está la versión sinfónica de “Adiós Nonino” –olvidable– y falta “Buenos Aires hora cero” por el noneto –no olvidable–. La actuación del quinteto en Lugano (Adiós Nonino), incluyendo temas más nuevos, como “Escualo” y “Biyuya” y clásicos de Piazzolla como “Fracanapa” y “Decarísimo” –más el tema del título, obviamente–, es una de las más sólidas de un grupo que, en vivo, sonaba con un ajuste y una expresividad increíbles. Las mismas virtudes aparecen en Libertango (como diría Cortázar en sus “Instrucciones para subir una escalera”, no confundir con Libertango). Era una época en que, en enero y febrero, el mundo (el mundo conocido en Buenos Aires) se mudaba a Mar del Plata. Muchas veces, en esos dos meses, se recaudaba lo que no se había juntado en todo el año. Y entonces Piazzolla hizo su pequeña campaña del verano de 1984 en el Teatro Roxy. La grabación, que abarca un álbum de dos CD, es genial, empezando por la versión de “Tristezas de un Doble A” de casi 16 minutos, en la que Piazzolla hace una larguísima –y brillante– introducción, solo con su instrumento. Allí se escucha, también, uno de los mejores solos de Ziegler, en una improvisación cercana al jazz (sobre un inusual vamp de la guitarra) en “Chin Chin”. En Otoño porteño, grabado en julio de ese mismo año en el Festival de Jazz de Montréal, en el mismo tema Ziegler hace otro solo completamente diferente e igualmente bueno. Incidentalmente, “Chin Chin”, esta vez, dura casi dos minutos menos. El repertorio es casi idéntico, aunque en este disco están “Adiós Nonino” y “Otoño porteño”.
En Hommage à Liège, grabado en el Festival Internacional de Guitarra de esa ciudad belga, se incluye el concierto que Piazzolla bautizó con ese nombre, para bandoneón, guitarra y orquesta (con el autor y Cacho Tirao como solistas, junto a la Orquesta Filarmónica de Liège, dirigida por el cubano Leo Brower) y el estreno de Historia del tango, cuatro piezas breves para flauta y guitarra tocadas en esa ocasión por Marc Grawels en flauta y, en guitarra, Guy Lukowski, director del Festival. El último disco de la serie es Tres minutos con la realidad, el registro de un ensayo general con público del nuevo sexteto de Piazzolla, en abril de 1989. Aquí la formación incluye a Pane en segundo bandoneón –más adelante reemplazado por Binelli–, Bragato en cello –luego reemplazado por Carlos Nozzi–, Gandini en piano, Malvicino en guitarra y Console en contrabajo (después el contrabajista del sexteto fue Angel Ridolfi). A pesar de algunos desajustes y desafinaciones ocasionales, el valor musical es notable, sobre todo teniendo en cuenta que son muy pocas las grabaciones con el sexteto (Piazzolla no editó en vida ningún disco con este grupo) y que éste es el único registro con esta formación. Si bien Warner no lo incluye en la misma serie, también reeditó el formidable The Lausanne Concert, la última actuación grabada del grupo, el 4 de noviembre de ese mismo año. El nivel de las interpretaciones y el ajuste del grupo son fantásticos y algunas apariciones de Gandini, como la de “Buenos Aires hora cero” y “Tres minutos con la realidad” (que figura con el nombre incorrecto de “Camorra II”), son imperdibles. Los otros errores de la edición son los títulos “Reality” (por “Sex-Tet”) y “Operación Tango” (por “Luna”).

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