Dom 16.06.2013
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MúSICA > SALIF KEITA TOCA EN BUENOS AIRES

COSA DE MANDINGA

Descendiente de Doundjata Keita, el fundador del Imperio de Mali, en 1240, Salif Keita tenía un destino de nobleza. Pero eligió la música a pesar del disgusto de su familia. A esa altura, como albino en Africa —una condición que ocasiona discriminación y violencia— no se sentía a gusto en su país y emigró a Francia, donde, en los ‘80, se convirtió en una gran estrella, difusor de la cultura y la música mandinga y llamado el “Caruso Africano”. Con un muy dance disco nuevo, Talé, Keita toca en Buenos Aires y habla de cómo es volver a vivir en Mali, romper con su tradición musical y ser activista por los derechos de los albinos africanos.

Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir. Y después, como dice la letra de otro tango, volver, aunque no con la frente marchita, sino con la frente albina bien alta. Y no es para menos: la historia de Salif Keita, también conocido como el Caruso Africano, se podría sintetizar en estos versos tangueros: nacido en Djoliba, Mali, en 1949, este descendiente directo de Soundiata Keita (1190-1255, mítico pero histórico emperador de Mali) sufrió durante su infancia y adolescencia su condición de negro albino. Y aunque a nosotros nos pueda resultar gracioso, lo cierto es que, en Africa, tener un niño albino significa una carga familiar, ya que los albinos no pueden trabajar en el campo bajo los abrasadores rayos del sol. Ser albino no es para nada divertido, ni siquiera curioso: es un signo de mala suerte. Y aunque ahora este hombre sea una estrella de la música mundial, aunque en Talé, su hermoso último disco, les haya dado forma a una de sus producciones más bailables, su voz aún sigue sonando estremecedora.

Más que para un tango, la vida de Salif da para un film. Auténtica súper estrella de la música mundial, Keita contesta las preguntas en francés y acepta que aún sigue buscando y necesitando cariño: “En mis canciones hablo la mayoría del tiempo del amor que me ha faltado. Una película sobre mi vida sería posible sólo si la hacen buenas personas. De hecho podría ser una lección de coraje para los disminuidos y también, para la gente a quien les interesa el desarrollo de la música mandinga moderna”. Abierto desde siempre a combinar instrumentos típicos de su tierra como balafonos, yembes y koras con órganos, sintetizadores, guitarras eléctricas y saxofones, si Keita está considerado La Voz de Oro Africana es porque también supo cómo actualizar el sonido de su tierra sin perder nunca su esencia. Dice: “No es una leyenda. Soy realmente descendiente del emperador Soundiata Keita y aunque en mi vida viajé mucho, jamás me alejé de la tierra de mis antepasados. Me fui al descubrimiento del mundo, pero siempre honré mis obligaciones sociales”. Esas “obligaciones sociales” de las que habla Keita son las que lo convirtieron en su tierra en un héroe cultural como fue en su momento Fela Kuti, aunque su influencia musical quizá no sea tan notoria. Y uno no se anima a preguntarlo, pero si este hombre no fuera descendiente directo de Soundiata Keita quizá no contaba (ni cantaba) el cuento. Hoy por hoy, Salif Keita sabe que él es un auténtico rey, aunque su monarquía sea más espiritual que política: “Bueno, creo que la música siempre tuvo sus reyes. No obstante, la verdad es que nunca corrí atrás de la nobleza. Nací príncipe y disminuido como mi abuelo. Si soy rey hoy, lo logré por la música”. Y ahí están sus increíbles discos (solo o con Les Ambasssadors, junto al gran guitarrista Kante Manfila) como muestras de la fuerza heroica que puede llegar a brindar la música a una persona.

A los 18 años Salif Keita abandonó su hogar y empezó a yirar por el mundo tocando la música mandinga. Primero por Costa de Marfil, donde se exilió a mediados de los ‘70 junto a Les Ambassadeurs Internationales (chequear el imprescindible compilado The Lost Album); luego ya como Les Ambassadeurs Internationaux, cada vez más enfocado en conquistar el mercado europeo. Como solista, en 1984 Salif se instaló en París, donde siguió desarrollando su estilo y mostrando que su avasallante personalidad era compatible con figuras del mundo del jazz, del rock o del género que sea: no por nada siempre se insiste en que la música pop contemporánea, moldeada a fuego por los músicos afroamericanos, tiene una profunda conexión con Africa. Joe Zawinul, Wayne Shorter, Vernon Reid, Carlos Santana, Cesaria Evoria o, en su último disco, Bobby Mc Ferrin y el prócer camerunés del afro funk Manu Dibango son solo algunos de los ilustres colaboradores-admiradores de este genial negro albino. Keita: “Los años ‘80 fueron el comienzo del establecimiento de la música africana en Occidente; la gente comprendió rápidamente que aportaba alegría y mucho amor”. En Talé, su último disco, producido por Phillipe Cohen-Solal, este bizarro rey de Mali se anima a sonar más bailable y digital que nunca, sin perder nunca de vista a sus ancestros: “Estoy harto de ser conservador, siempre encasillado en mi pequeña caja de música africana. El enfoque de Phillipe (productor de Gotan Proyect), me sienta bien. Yo quería empujarlo aún más. Necesitaba hacerle algún daño a la ‘tradición’”, dice sobre esta producción, en la que también participan la bella Esperanza Spalding y Roots Manuva. Ya pasó mucho desde los tiempos de su desdichada infancia, época en la que, para tratar de dar una mano a su familia en el campo, usaba su potente voz para asustar a los pájaros, pero en la voz de Salif aún resuena el desierto y se sigue percibiendo cierta influencia de la música árabe. Claro que tantos años de nomadismo, su experiencia en París y su tendencia innata a la abstracción (los albinos tienen muchísimos problemas de visión) lo han convertido en uno de los mejores exponentes artísticos de la aldea global: “Sí, es cierto, desde el siglo XVI hubo una cierta influencia de la música árabe sobre la música mandinga, aunque no haya estado eso vinculado siempre con la religión. La verdad es que a lo largo de todos mis discos siempre guardé el hilo que me mantenía en contacto con mi país, mi cultura y evoqué la vida de mi gente. Hoy en día vivo más en Mali que en Francia. Tengo la suerte de haber creado allí un estudio de grabación, una sala de espectáculo y otros espacios dedicados a otras actividades culturales. Por otro lado, tengo una isla dedicada al turismo. Soy muy apegado a la tierra, así que tengo algunas hectáreas en diversos sitios. Y por fin creé una fundación para ayudar a los albinos de mi país y sacar provecho de mi notoriedad para alcanzarles una palabra de apoyo a quienes a menudo son excluidos en numerosos países”.

Salif Keita toca hoy a las 12 en Niceto, Niceto Vega 5510.Entrada $250.

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